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Artista de derechas, profesión de riesgo

Nacho Cano hace una reverencia a Isabel Díaz Ayuso en el acto del 2 de mayo.
11 de julio de 2024 22:56 h

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Soy escritor, y me siento afortunado por no ser de derechas, pues lo tendría jodidísimo en este país. Escritor, músico, artista, periodista, cualquier profesión creativa o intelectual es una profesión de riesgo si eres de derechas. Puro sufrimiento en esta España donde la izquierda controla todos, absolutamente todos los espacios y presupuestos culturales, tanto públicos como privados. Si eres de derechas, aparte de que te persiga la policía estalinista o las turbas canceladoras, es que no tienes dónde caerte muerto. Raro que no se exilien, todo llegará.

El último episodio conocido es el de Nacho Cano, cuyo nombre tecleo con un nudo en la garganta. Pobre hombre, acosado por la Stasi sanchista, temiendo por su vida “por no ser comunista ni de izquierdas, y ser amigo de Ayuso”. La disidencia se paga cara, amigo, y nuestro héroe lleva años viviendo del aire, con apenas algún encarguito: la inauguración de un teatro público por todo lo alto, una cesión de terrenos sin concurso y a precio de amigo que acabó frenada por el rechazo vecinal, además de una medalla de la Comunidad y otros trabajitos (el himno de la candidatura olímpica, la música de la boda real) que no habría cobrado pero que le dan prestigio y publicidad, que nunca vienen mal a un artista. Imagino que tras este último episodio, le caerán nuevas medallas y reconocimientos de administraciones, fundaciones y medios afines, y no descarten que otras ciudades quieran su Malinche. Muy cruel todo.

El suyo es el último de una larga lista de creadores perseguidos por motivos políticos. Todos de derechas, claro. Hemos sabido de dramaturgos disidentes que acabaron dirigiendo teatros públicos, directores de cine con barra libre para su película, actores para los que se crea un nuevo cargo público o incluso un organismo a su medida. No sigo, porque me dan ganas de llorar con tanto héroe caído en la guerra cultural.

Ah, y luego están los “cancelados”, categoría solo un escalón por debajo del asesinato político. Sabemos de numerosos periodistas, escritores, filósofos, que un día fueron señalados por cuestionar el totalitarismo cultural de la izquierda, y fusilados al amanecer, es decir, cancelados. Sus cadáveres siguen en alguna de esas cunetas donde yacen las víctimas de la cancelación: una nueva columna en un medio que les abre la puerta, un puesto de tertuliano en radio o tele amiga, patronatos de fundaciones, invitaciones a dar conferencias por todo el país, y sus libros publicados en la clandestinidad de los grandes grupos editoriales. No falla: intelectual de derecha cancelado, intelectual que consigue o mantiene su columna y sigue sacando sus libros en una gran editorial. Desolador.

Es como aquello que hace años se decía de los escritores que apoyaron al franquismo: “ganaron la guerra civil pero perdieron la historia de la literatura”. No hay más que verlos: hasta el último escritorcillo fascista con su obra bien editada y estudiada, mientras sigue habiendo autores republicanos del exilio tan olvidados como entonces.

Antes de que se me enfade alguno: por supuesto que en la izquierda ha habido malas prácticas, incluso muy malas prácticas, a la hora de acoger y premiar a artistas e intelectuales afines, no hace falta que me den ejemplos. Pero la saña con que son maltratados los artistas de derechas no tiene comparación, de verdad. Y en un tiempo además en que la inmensa mayoría de comunidades autónomas y ayuntamientos están gobernados por la izquierda y la ultraizquierda, lo que junto al control izquierdoso de la industria cultural y de los medios, les cierra todas las puertas laborales. Pobres artistas, pagando el precio de su libertad. O tal vez cobrándolo.

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