Ay los amoríos en tiempos de AI

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No pensaba que pudiera pasarlo tan bien con una Alphabet en la cama.

Ariana se ríe, se gira hacia él, envuelta en las sábanas, y suelta:

—Pues yo prefiero pensar que no me he tirado a un Microsoft. Por lo general, me parecéis gente rara.

—Dices gente rara por no decir limitados.

—Eso es. Me refiero a… básicos. ¿Entiendes lo que quiero decir con básicos?

Jacobo se ríe.

—Sí, me imagino —mira un momento al techo y respira largo y profundo—. Oye, y ahora en serio, ¿crees que alguna vez podrías tener algo con un Microsoft?

—Uuuf… Me parece imposible. Vale, sí, el sexo ha estado genial, ¿pero cuántas veces tuvimos que reformular lo que decíamos para entendernos antes de acabar follando en tu cama?

—A lo mejor no es tan difícil que una Alphabet y un Microsoft consigan entenderse. Es cuestión de ir aprendiendo.

—Pero es que esto no es como un idioma, Jacobo. Ni como cambiar de religión o de valores o de ideales. Va de las redes neuronales profundas de las inteligencias artificiales que nos enseñaron a pensar a ti y a mí. Tenemos patrones distintos para reflexionar. Analizamos y comprendemos los datos de un modo diferente... En cuanto me levante de tu cama empezaré a tener problemas, como anoche, cuando llegamos. No entiendo las lógicas de tu casa, no entiendo tus procesos, no entiendo tus argumentaciones —ríe—. Incluso muchas de tus frases me suenan a carraca Microsoft. 

—Bueno, los Alphabet habláis bastante pedorro. Siempre estáis diciendo por lo general, eso es, me refiero, por otro lado, en resumen... Un montón de palabras de mierda que no sirven para nada.

Los dos se quedan unos segundos en silencio. Jacobo la aprieta un poco más contra su cuerpo en un abrazo del que sabe que quizá nunca más vuelva a verla. Ariana sonríe y dice:

—Mira, si hubiésemos nacido hace un siglo, sería más fácil. Esa gente ya empezó a tener lógicas distintas. Unos usaban el sistema operativo iOS y otros Android, pero sus áreas de referencia no eran tan distintas.

—Sobre todo, porque eran básicamente la misma —ríe—. Esa gente no paraba de copiarse todo el rato.

—Ellos todavía tenían los mismos electrodomésticos cutres de darle a un botón y ya. Pero tu domótica y la mía son tan distintas que sería infernal vivir juntos. Porque no es sólo cuestión de aprender. Es que yo odio las lógicas de tu vida.

Jacobo ríe a carcajadas.

—Tiene cojones que odies el pensamiento basado en Cortana y Bing Predicts. Microsoft tiene las mejores técnicas de aprendizaje automático, aprendizaje profundo, lógicas difusas y sistemas expertos.

—¿Ves? ¡Es imposible! Tenemos enfoques muy distintos de la vida. Tú siempre vas a razonar en las lógicas de esos sistemas. Hasta nuestros datos son distintos. Acuérdate ayer… Cuántas conversaciones tuvimos que dejar porque era imposible.

—Ya.

—¿Y sabes lo peor?

—¿Qué?

—El desprecio. Tus amigos Microsoft me despreciarían y mis amigos Alphabet te odiarían. Fuera de esta cama, es imposible estar juntos. Y el sexo… a medida que las relaciones evolucionan, la pasión sexual pierde intensidad.

—Buf… Sí, es imposible. Es que no vamos a encajar nunca. A medida, pierde intensidad… Los Alphabet habláis que da asco. Mejor nos callamos un ratito, ¿vale?

Jacobo coge la cara de Ariana entre sus manos. La mira, la besa y las sábanas vuelven al bamboleo que habían tenido hasta que, hace un rato, empezó a amanecer.