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Aznar, Blesa y la justicia

Es más que probable que el juez Elpidio José Silva se siente en el banquillo de los acusados antes que Blesa, y no digamos ya antes que Aznar. Es más que probable que al juez Silva le echen de la carrera judicial antes que a Blesa y a Aznar del machito giratorio que permite ganar mucho dinero moviéndose desde la posición privilegiada de lo público a la posición no menos privilegiada de lo privado, sin los inconvenientes de ambos sectores.

Es evidente que el juez Silva pagará dinero en multas y fianzas mucho antes de que podamos acceder, todos, a los 8.700 correos escritos por Blesa desde Caja Madrid, que podrían acreditar el comportamiento como mínimo irregular de este amigo de pupitre de Aznar y parece que también del propio Aznar.

Einsa es una empresa de material militar que obtuvo contratos millonarios en tiempos de Aznar como presidente del Gobierno. En diciembre de 2008, cuando aún no se habían cumplido cuatro años de la salida de Aznar de la Moncloa, Einsa le envía un correo a Blesa en el que se afirma: “Aznar ya está en marcha en Argelia y lo que acordemos con Agag es como si fuese con él”, tal y como nos ha contado Alicia Gutiérrez en InfoLibre.

Los correos acreditan que Aznar ha hecho gestiones a favor de Einsa, empresa que presuntamente se apoyaba en él para hacer negocios en Argelia y Libia, entre otros países. (Recuerden: Gadafi es extravagante, pero es de los nuestros, dijo Aznar, no sé si antes o después de que el libio le regalara un caballo. Lo dijo, seguro, después de haberle incluido en la lista de terroristas. ¿Por qué ese cambio?).

El juez Silva sostiene que Blesa ha actuado de manera delictiva y por eso le ha encarcelado dos veces. El fiscal, a las órdenes del Gobierno, entiende que Silva ha actuado de forma irregular y por eso ha hecho todo lo posible por sacar de la cárcel a Blesa, dos veces, y hará todo lo posible para que Silva vaya a la cárcel y Blesa no vuelva a entrar. Ante este panorama, los jueces huyen del caso y se niegan a instruirlo, no vayan a acabar como Silva, o como Garzón.

Blesa es uno de los responsables del hundimiento de Caja Madrid, una entidad de primer nivel hasta que este presunto corrupto la puso en condiciones de ser rematada por Rato y ambos obligaron al Estado a aflojar 23.000 millones de euros para evitar el hundimiento de Bankia.

En muy pocos meses, al juez Silva le han aplicado la terapia Garzón: se juzga antes al investigador del delito que al autor del delito. Con una diligencia impropia de la justicia española, se le ha sancionado a Silva con cuatro meses de suspensión, se le ha puesto una fianza de 8.000 euros y se le ha multado con 1.000 euros por hablar con un medio de comunicación.

Mientras, Blesa decide que no se lean sus correos, y no se leen; Blesa pide procesar a Silva, y se procesa a Silva; Blesa le da un crédito de 26,6 millones de euros a Díaz Ferrán, y no parece que tenga que responder por ello; Blesa recibe como regalo una escopeta de caza de 10.000 euros de una empresa con la que hacía negocios, y también eso sale gratis. Hemos visto cómo Blesa dispara contra el oso –símbolo de Caja Madrid–, y, si le dejan, hubiera disparado contra el madroño.

Mientras, según los correos que no quieren que leamos, Aznar “ya esta en marcha en Argelia”, “ya tiene estructura”, utiliza presuntamente a las FAES, fundación que recibe dinero público, para sus negocios privados con Einsa, y todo ello parece revestido de una normalidad giratoria, que da vueltas y vueltas, tratando de aturdir al personal y dejar impunes ciertos delitos.

La sensación de que la justicia no sólo no es igual para todos, sino que es sangrantemente desigual para algunos, está instalada ya en buena parte de la sociedad española. Sabemos que una persona atracada con las preferentes de Caja Madrid pagará la multa por manifestar su rabia en la calle antes de que Blesa responda ante la justicia por una gestión nefasta, corrupta, giratoria.