Ayer volvimos a salir a la calle desde cientos de ciudades en todo el mundo.
En Madrid, desde donde lo viví yo, puedo decir que fue una manifestación inmensa. En todos los sentidos. Ningún reparo y ningún recato por nuestra parte, gritamos alto y claro consignas que hasta hace nada estaban en boca de sólo unas pocas. Incluso vi pancartas con consignas tradicionales feministas reescritas con fervor guerrero, como “Si nos tocas a unas, te reventamos todas”. El “machete al machote” también se paseaba por Gran Vía en decenas de pancartas, sostenidas con firmeza por mujeres y adolescentes. Una niña cantaba: “Manolo, Manolito, la cena tú solito”. Una mujer de unos 50 años gritaba “¡Nos queremos vivas!”, una chica de unos 25 vestía una camiseta que decía “Don't Worry, Be Gordi”.
Mujeres de todas las edades, formas y colores sentimos ayer que la calle (y esto nos pasa más bien poco) era nuestra. Que estábamos seguras, que aun siendo ya de noche cuando salimos desde Cibeles hacia Plaza España (las organizadoras denunciaron por megafonía que la policía cortó tarde el tráfico de Gran Vía, retrasando la salida), podíamos hacer el recorrido de dos kilómetros sin que ningún macho nos levantara ni la voz.
Por supuesto, no faltaron algunos hombres que intentaron negarse cuando se les pidió que abandonaran el bloque no mixto de la cabecera de la mani, para que fueran mujeres quienes protagonizaran la marcha. De esos nunca puede faltar, y está bien que hagan su performance particular cada vez, por si aún quedaba alguna compañera con la duda de la necesidad de espacios no mixtos en el feminismo. En la calle y en las redes se denunciaron casos similares, claro. A más multitudinaria la manifestación, mayor probabilidad de performances.
Cada vez más mujeres salimos a la calle, a tomarla, porque cada vez somos más las que nos damos cuenta de que la calle es tan nuestra como de ellos. Al igual que todo lo demás. Y en nuestro día a día, cada vez hablamos más, cada vez gritamos con más seguridad. Cada día tenemos menos miedo a la confrontación, a decir NO, a exclamar ¡BASTA!, a proteger a otras compañeras, que nos protegerán a nosotras, a cuidarnos y trazar una red de sororidad que nos haga más fuertes.
Siempre que una mujer viaja sin nadie más y le ocurre algo, se recalca que “es que viajaba sola”. Es más, cuando dos amigas viajan juntas, también se dice que “viajan solas”, aunque no tengan el más mínimo percance. O lo que es lo mismo: son mujeres sin la protección de un hombre... Pues agárrense los machos, porque este 52% del mundo está uniéndose a una velocidad de vértigo, solas –o sin compañía masculina, como prefieran llamarlo– y venimos decididas a tomar lo que es nuestro.