Barcos cargados de...

20 de mayo de 2024 22:19 h

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Siempre me han fascinado – al menos en algunos casos – los cuentos y novelas relativos a barcos cargados de algo: de arroz, de ilusiones, de miedo… Hay novelas muy relevantes con títulos que comienzan así: “un barco cargado de...”. Solo nombraré una obra, por respeto y admiración a su autora, Cecilia G. de Guilarte, una mujer nacida, como yo, en Tolosa, una de las más relevantes figuras del exilio vasco, una de las primeras corresponsales de guerra que cubrió el Frente Norte en el País Vasco en la Guerra Civil y que vivió la mayor parte de su vida en el exilio, en México, donde siguió dedicada al periodismo y a la docencia universitaria. En “Un barco cargado de…”, Cecilia G. de Guilarte, en un magistral ejercicio autobiográfico, reúne una selección de su trabajo como narradora, cruzando ficción y reportajes reales y también su pasado, su sufrimiento al tener que exiliarse, y su entonces presente, sus esperanzas, sus hijas y, sobre todo, el viaje, un viaje compartido con tantas personas que, como ella, tuvieron que huir. Un barco cargado de tristeza, pero también de ilusión, fuerza y decisión de seguir viviendo y luchando.

Los barcos han sido siempre, en la literatura, símbolo de libertad, de conquista, de heroísmo, de tragedia, de pérdida... No podría en modo alguno entenderse nuestro mundo sin los barcos. Huelga decir más al respecto.

Ocurre, sin embargo, que hoy también – como siempre, por otra parte -, los barcos son portadores del mal, de armas mortíferas, de destrucción. Y no solo los barcos, claro, también otros elementos de transporte que llevan a las pobres gentes que sufren las guerras las armas fabricadas en cualquier lugar, también aquí, en industrias que generan unos inmensos beneficios, ante nuestras narices. Porque hay que recordar que en España existen varios centenares de empresas fabricantes de armamento de todo tipo, siendo de destacar que el valor de las exportaciones españolas de armas y similares – piezas o componentes militares varios - ha aumentado de manera muy importante en los últimos años, con destinos también variados, particularmente países de la UE y la OTAN – en torno a un 55% de media, aproximadamente -. Nada tranquilizador, por otra parte. Y menos aún si tenemos en cuenta que, según informó en marzo de este mismo año de 2024 la Secretaria de Estado de Comercio, las exportaciones españolas de material de defensa llegaron a los 1.753 millones de euros en el primer semestre de 2023, esto es, un 35% más que en el mismo período del año anterior, todo ello, según se ha explicado, debido al “contexto bélico internacional”. 

Informan también los Ministros de Economía y Asuntos Exteriores, en términos similares, que no se habría concedido ninguna licencia de exportación de armamento a Israel a partir del 7 de octubre de 2023, fecha de los ataques de Hamás. Ahora bien, tal información es bien dudosa y muy discutible, ya que, según informan varios medios, y admite el Gobierno, constan exportaciones a Israel de lotes de armamento en noviembre y diciembre de 2023 – exactamente bombas, granadas, torpedos, minas, misiles cartuchos… -, aunque se indica que serían operaciones ya autorizadas con anterioridad. Lo que tampoco es muy tranquilizador, habida cuenta de las anteriores actuaciones del Estado de Israel en relación con Palestina y, más concretamente, con la franja de Gaza.

Como digo, ninguna tranquilidad me proporcionan estas explicaciones. De hecho, el Real Decreto 679/2014, de 1 de agosto, por el que se aprueba el Reglamento de control del comercio exterior de material de defensa, de otro material y de productos y tecnologías de doble uso, prevé en su artículo 7 que las autorizaciones de exportaciones y expediciones de material de defensa “pueden ser suspendidas, denegadas o revocadas por resolución dictada por el titular de la Secretaría de Estado de Comercio” en supuestos tales como “cuando existan indicios racionales de que el material de defensa, el otro material o los productos y tecnologías de doble uso puedan ser empleados en acciones que perturben la paz, la estabilidad o la seguridad en un ámbito mundial o regional, puedan exacerbar tensiones o conflictos latentes, puedan ser utilizados de manera contraria al respeto debido y la dignidad inherente al ser humano, con fines de represión interna o en situaciones de violación grave del derecho internacional de los derechos humanos o del derecho internacional humanitario, tengan como destino países con evidencia de desvíos de materiales transferidos o puedan vulnerar los compromisos internacionales contraídos por España. Para determinar la existencia de estos indicios racionales se tendrán en cuenta los informes sobre transferencias de material de defensa y destino final de estas operaciones que sean emitidos por organismos internacionales en los que participe España, los informes de los órganos de derechos humanos y otros organismos de Naciones Unidas, la información facilitada por organizaciones y centros de investigación de reconocido prestigio en el ámbito del desarrollo, la paz y la seguridad, el desarme, la desmovilización y los derechos humanos, así como las mejores prácticas más actualizadas descritas en la Guía del Usuario de la Posición Común 2008/944/PESC del Consejo, de 8 de diciembre de 2008, por la que se definen las normas comunes que rigen el control de las exportaciones de tecnología y equipos militares”.

Copio la norma para que cualquiera que lea esta columna pueda comprobar su realidad y reflexionar al respecto. O sea, dicho en dos palabras, el Gobierno podía sin ningún problema haber suspendido o revocado las autorizaciones de exportación de material militar anteriores al 7 de octubre de 2023 y haber impedido así a Israel hacerse con tales materiales. Bueno, si es que entiende que no debe seguir proveyendo a dicho Estado de estos productos y tecnologías porque, de ser así, había mecanismos para impedir las exportaciones materializadas en noviembre y diciembre pasados. Y ello por cuanto que constaban sin duda alguna los elementos que permitían aquella suspensión o revocación.

Y ahora llegaron los barcos: el Borkum y el Marianne Danica. Ambos iban a hacer escala en el Puerto de Cartagena. Ninguno la ha hecho. Ha habido una importante presión – relativamente, al menos, todo depende del efecto de dicha presión en una coyuntura determinada, con independencia de su fuerza objetiva -, que lo ha impedido. Denuncias sociales y políticas que han tenido como efecto que en el primer caso haya sido la propia naviera la que ha suspendido su escala – aunque sosteniendo, como también el Gobierno, que su cargamento de armas tenía como destino exclusivo la República Checa y su empleo en tareas de seguridad en aquel país -. Y, en el segundo caso, ha sido el propio Ministerio de Asuntos Exteriores el que ha denegado la autorización para la pretendida escala, dado que, al parecer, iría cargado de explosivos con destino a Israel. 

No sé si es este el primer barco con dicho cargamento y destino a Israel – directo o indirecto – que pretende hacer escala en puerto español desde el 7 de octubre de 2023, aunque así lo ha afirmado el Gobierno. Y también acaba de afirmar que no autorizará que ningún barco que transporte armas para aquel Estado atraque en puerto español para no contribuir a la guerra.

Pues bien, ha estado, en mi opinión, acertado al negar esa autorización. Aunque permitan que me quepa la duda de lo que habría ocurrido sin la presión ejercida al respecto en este concreto momento político y la perspectiva de las elecciones europeas. Es lo que tiene vivir en un lugar en el que la ciudadanía puede – podemos – elegir a nuestros representantes y en el que someterse al escrutinio público no es ya tan sencillo, aunque lo parezca – con todos los matices y cautelas -.

Los barcos cargados de… seguirán cruzando los mares, desgraciadamente, pero no deben hacerlo con nuestra colaboración. Me sumo a esta decisión y espero se mantenga más allá del 9 de junio porque ninguna guerra en la que siempre sufre gente inocente merece otra respuesta, ni hoy ni nunca.