La poeta Ana Pérez Cañamares acaba de publicar su último poemario, Economía de guerra (Ediciones Lupercalia). El libro se inspira en la poética y la política de su autora, que se resume en este poema de inicio: Escribo sobre mí / porque yo / soy cualquiera. Pérez Cañamares explicó en su presentación que la mayoría del libro procede de la experiencia, a la vez íntima y común, que eclosionó con el 15M, prólogo social de la transformación política actual. Una experiencia emocionante que condujo a la poeta, como a tantas personas (cualquiera con parecida rabia, curiosidad y fascinación), a pronunciar, acaso por primera vez, un sorprendente 'nosotros', un necesario 'nosotras'; a fotocopiar poemas para repartir al salir del trabajo, sola, impulsada por una incierta certidumbre, entre la gente que abarrotaba Sol en aquel mayo, en aquel junio, en aquel julio de 2011; a correr huyendo de los golpes policiales por las calles de Génova y Ferraz; a llorar viendo entrar por Moncloa a los mineros, deslumbrada por la columna iluminada de sus cascos.
No faltaron voces agoreras, apoltronadas, más o menos interesadas y de todo signo o ninguno que, cuando se levantó la acampada de Sol, insistieron en su circunstancialidad, en su incapacidad para canalizarse en una formulación posterior, concretarse en una estructura, organizarse en una formación que pudiera, más allá del enamoramiento del 15M, de su flechazo con la historia, crecer como alternativa política. La mayoría de los cenizos ni se habían pasado por allí: por aquellas noches y aquellos días que llamábamos revolución y que habían tomado por asalto los cielos del futuro. Con cortedad de miras o anchura de escepticismo, sólo daban crédito al pasado.
Los desmiente lo que pasó después y está pasando: la explosión de Podemos procede del 15M, la posible regeneración de IU procede del 15M, el impulso de Pacma y Equo procede del 15M, la creación de Guanyem y Ganemos procede del 15M. Sólo había que querer, creer y trabajar. Los cielos se toman por asalto pero la revolución no se hace en un día, ni siquiera en dos meses. Cuando asistimos ahora a ofensivas acusaciones lanzadas contra los nuevos protagonistas políticos y a previsiones apocalípticas sobre lo que sucederá si llegan al poder, debemos recordar las razones que nos llevaron entonces a las calles (a escribir con nuestros cuerpos en las calles un periódico, como dice Ana Pérez Cañamares, que contara “la historia alternativa, la no dicha”, y se leyera desde los balcones).
Para quienes lo hayan olvidado o nunca lo supieron, o no lo quieren saber, o tratan de deslegitimarlo: salimos a las calles a hacer la revolución. Para hacerla, teníamos, tenemos, muchas razones. Nos hubiera bastado con cualquiera de las que Ana Pérez Cañamares desgrana en este poema entre cuyos versos (en negrita como tarjetas 'black' para sacar efectivo del cajero de la conciencia) me colaré. Siguen vigentes:
Cuando desollasteis al gato negro / hubiera bastado para hacer la revolución.
Y seguís envenenando colonias de gatos, abrasando toros en Medinaceli, alanceando toros en Tordesillas, estoqueando toros en Las Ventas, premiando a matadores, creando el plan Pentauro, protegiendo los cotos donde vais a cazar corzos y contratos. La revolución que queremos, en las calles y en las urnas, es acabar con todo esto.
Cuando acusasteis de bruja a la anciana / hubiera bastado para hacer la revolución.
Y seguís criminalizando a las ancianas que habéis engañado en vuestros bancos, desahuciándolas de la dignidad de sus humildes casas, recortándoles las monedas de su pensión, despojándolas de su derecho a la asistencia y la salud, despreciando el criterio de su experiencia, abandonándolas a una suerte que ya no les queda. La revolución que queremos, en las calles y en las urnas, es acabar con todo esto.
Cuando quemasteis aquel bosque / hubiera bastado para hacer la revolución.
Y seguís quemando bosques, invadiendo playas, privatizando el monte, construyendo mansiones privadas en el Parque Nacional de Cabañeros, vallando ilegalmente el Parque Regional del Río Guadarrama para haceros una cancha de polo, destruyendo un yacimiento neolítico en Huesca para cazar más, para asesinar más, modificando planes generales de Urbanismo para construiros horrendos y pretenciosos chalés, vendiendo las islas Canarias a Repsol. La revolución que queremos, en las calles y en las urnas, es acabar con todo esto.
Cuando la mujer abortó por vuestras patadas / hubiera bastado para hacer la revolución.
A patadas, sí. Pero no en condiciones de salud y libertad, ejerciendo un derecho luchado y conseguido por y para las mujeres. Y seguís pretendiendo que curas y obispos y cardenales y su Santa Madre Iglesia y los adalides de la familia patriarcal y los machistas fascistoides decidan sobre nuestros cuerpos. La revolución que queremos, en las calles y en las urnas, es acabar con todo esto.
Cuando colgasteis del árbol al negro / hubiera bastado para hacer la revolución.
Y seguís golpeando a los negros en las vallas de Melilla, expulsándolos 'en caliente', trasladándolos en camiones de basura, persiguiendo sus cuerpos exhaustos por las rocas, maltratándolos en centros de internamiento, acosándolos en las calles, quitándoles la humilde mercancía que es su sustento. La revolución que queremos, en las calles y en las urnas, es acabar con todo esto.
Cuando arrancasteis la uña del meñique / hubiera bastando para hacer la revolución.
Y vuestros soldados han torturado en Irak, y vuestros mossos torturan en las comisarías, y vuestra Guardia Civil tiene palos y bates de béisbol en las salas de interrogatorio, y vuestros policías encapuchan y vendan los ojos a detenidos bajo su custodia y dan palizas a los extranjeros en los CIE. La revolución que queremos, en las calles y en las urnas, es acabar con todo esto.
Cuando os quedasteis mirando la agonía / hubiera bastado para hacer la revolución.
Y seguís mirando cómo agonizan hombres y mujeres y niños y galgos y toros y becerros y perros y cines y teatros y bibliotecas y edificios y escuelas y hospitales y barrios y pueblos y continentes y países y mares y paisajes. La revolución que queremos, en las calles y en las urnas, es acabar con todo esto.
Cuando sonreísteis al recibir el soborno / hubiera bastado para hacer la revolución.
Y sonreísteis, banqueros, consejeros, presidentes, asesores, constructores, alcaldes, sindicalistas, diputados. La revolución que queremos, en las calles y en las urnas, es acabar con todo esto.
Cuando lanzasteis la bomba número uno / hubiera bastado para hacer la revolución.
Y ahí tienes al vendedor de armas Morenés, haciendo de ministro de Defensa mientras alimenta guerras horribles y hace sus números para trapichear con 10.000 millones de euros públicos en nuevos programas de armamento. La revolución que queremos, en las calles y en las urnas, es acabar con todo esto.
Ahora el estupor nos impide calcular / cuál sería vuestro merecido / y nuestro resarcimiento.
Así termina el demoledor poema de Ana Pérez Cañamares. Así empieza el futuro: haciendo coincidir su merecido y nuestro resarcimiento en una revolución incontestable. Quien pueda rebatir sus razones, que lo haga. Abstenerse cobardes, bipartidistas, traidores, tertulianos sin alma y economistas de la presunta paz.