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El bochorno

El secretario general de UGT de Cádiz, Salvador Mera (derecha), y el exsecretario de Desarrollo Industrial de CCOO en Andalucía, Roberto Carmona (centro), salen en libertad de los juzgados de Sevilla.

Hugo Martínez Abarca

Miembro del Consejo Político Federal de Izquierda Unida —

Probablemente el mayor favor que haya recibido la popularidad de los verdaderos culpables del saqueo de los ERE andaluz es el tipo de instrucción que está haciendo la juez Alaya. No sé si está profundizando en el conocimiento de los hechos o no ni si la meticulosidad de la que presumen sus jaleadores es real o más propaganda. Si realmente está investigando y descubriendo hechos nuevos (que no trascienden: sólo conocemos nuevas imputaciones pero no por hechos nuevos) me alegro mucho porque un robo de esta gravedad debe ser castigado y sus responsables señalados.

Lo que está claro es que la juez ha decidido hacer de las imputaciones un instrumento de intervención no sólo contra los culpables sino contra todo lo que se moviera a su alrededor. No culpa a tal o cual responsable político de haber conocido el robo sino de haber participado en la elaboración de una legislación tan laxa que permitiera que se diera un caso como el que se dio. Ello puede ser políticamente muy grave y el PSOE andaluz tiene importantísimas responsabilidades pero el salto de la responsabilidad política a la penal es notable: por eso la ausencia de responsabilidad penal nunca es razón para eludir la política; para eso estaba entre otras cosas la comisión de investigación en el parlamento andaluz cuyas conclusiones mutilaron de mutuo acuerdo PP y PSOE.

La última vez que leí el número de imputados en el caso de los EREs íbamos por encima de los 125. Uno casi se imagina a la juez pidiendo un censo de Andalucía y tachando nombres de los ya imputados para ver quién le queda. Con ello lo que ha conseguido es hacer un importante destrozo a las organizaciones en cuyo seno se dio el robo (principalmente el PSOE) pero ha diluido las responsabilidades reales. Nadie que no siga muy de cerca el caso es capaz de señalar al núcleo de personas que organizaron la trama, al grupo que realmente sería juzgado por el caso si alguna vez hay juicio, algo que uno empieza a dudar. Cuando la juez Alaya decide imputar a dos docenas más ya casi empezamos a tomarlo a broma, ha inflado tanto el globo que ya no hay quien sepa qué va en serio y qué es un disparate. Porque hay cosas muy serias rodeadas de disparates.

Y sin embargo el caso existió: hubo un robo vergonzoso y un entorno de caciquismo e impunidad que lo facilitaba.

Por eso resulta tan bochornoso y suicida la concentración que ha habido esta noche en la puerta del juzgado de sindicalistas de CCOO y UGT gritando como quien jalea a su equipo de fútbol hasta que han salido los últimos detenidos por el caso de los EREs. Es el mejor regalo que podía recibir el pesebre mediático para arreciar su campaña antisindical ¿Para qué gilipollear con fotos de sindicalistas tomando cerveza y gambas con una foto -con su impagable sonido- tan estupenda como la de esta noche? El espectáculo es gigantesco, suicida... No tendría nada que oponer si los sindicatos hubieran criticado las imputaciones y negado con datos la comisión de delitos por parte de sus compañeros. Pero de ahí a regalar la imagen de hinchas deportivos sin que nunca hayan dado esa imagen para insultar a quienes robaron un dinero pensado para mejorar la situación de trabajadores que se van al paro va un trecho que sólo se le ha podido ocurrir, en el mejor de los casos, a un imbécil.

Y si tenemos en cuenta que a estas alturas esa foto es lo más parecido al otoño caliente que nos habíamos prometido el papelón ya es redondo. Enhorabuena a los premiados: especialmente a la juez Alaya.

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