SÍ pero no. Se acabó, pero luego si eso ya hablaremos. La ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, ha vuelto a recurrir a la ambigüedad al ejercer sus competencias en Medio Ambiente. En esta ocasión ha sido al anunciar la entrada en vigor de la normativa europea que restringe el uso de bolsas de plástico.
El proyecto de Real Decreto que transpone la ley de la UE debería haber entrado en vigor en enero, sin embargo el gobierno aludió entonces a un retraso en los trámites y dijo que se aprobaría en marzo. Finalmente su aprobación era anunciada por la ministra este viernes.
A partir del próximo 1 de julio deberemos pagar por cada bolsa que pidamos en los comercios dependiendo de su grosor: 15 céntimos por las llamadas “ligeras” (hasta 50 micras) y 5 céntimos por las “muy ligeras” (hasta 15 micras). Una micra es la milésima parte de un milímetro.
Quedan excluidas de pago las bolsas muy ligeras de uso alimentario: las transparentes sin asas que usamos para pesar la fruta o las que nos dan con el pescado y las más gruesas elaboradas con un 70% de plástico reciclado.
Hasta aquí nada nuevo ya que la mayoría de los comercios y cadenas de supermercados venían cobrando las bolsas. La novedad debería llegar a partir de 2021, cuando deberían quedar prohibidas todas las bolsas de plástico. Eso es lo que propone la directiva y lo que contempla el paquete de economía circular aprobado por la UE. Pero el gobierno español ha preferido recurrir a un comodín para alargar el consumo de bolsas en nuestro país: el comodín del plástico biodegradable.
El término biodegradable es uno de los más ambiguos que existen y la industria de las bolsas, que lo sabe, ha recurrido a él para salvarse. En principio dicho término indica que los materiales se transformarán en sustancias inocuas para el medio ambiente al disolverse en el entorno. Todo ello gracias a un proceso biológico de degradación (de ahí el nombre) en el que intervienen los organismos descomponedores, como bacterias y hongos, presentes en la naturaleza.
Sin embargo lo que no aclaran es cuánto tiempo va a tardar en activarse ese proceso natural, cuantas horas, días o semanas puede permanecer el residuo biodegradable de manera inalterable en el entorno, contaminándolo y afectando a la salud del ecosistema.
Un ejemplo de biodegradable serían las malditas toallitas húmedas que según los fabricantes podemos tirar por el váter. No lo hagan. No se degradan. Como no me cansaré de decirles lo que hacen es crear monstruos en las alcantarillas que provocan graves daños en el saneamiento urbano, colapsan depuradoras y causan graves daños en el medio ambiente.
Las bolsas biodegradables son tan biodegradables como las toallitas biodegradables: ¡es decir nada!
Lo que hace el gobierno al permitir que sigamos consumiendo bolsas recurriendo a ese enredo es seguir alimentando el monstruo de las islas de basura que se están formando en los océanos, algunas con un tamaño de hasta tres veces la península ibérica.
Lo que hace el gobierno al no prohibir el uso total de las bolsas de plástico (como le propone la UE) es aumentar la concentración de microplásticos en el mar, donde según nos alerta Greenpeace en el 2050 habrá más plásticos que peces.
Lo que debe hacer el gobierno es desistir de la coartada biodegradable y eliminar de una vez por todas las bolsas de plástico: todas las bolsas de plástico.
Por último, y aunque sé que no suele detenerse en este medio, le recomendaría a nuestra ministra de Agricultura que le echase un vistazo a la inapelable portada del número de junio de la revista National Geographic.
Una portada que está arrasando en las redes sociales por el inapelable mensaje de su titular, ¿planeta o plástico?, y por la brutal imagen que reproduce: un inmenso iceberg surgiendo del mar que en realidad es tan solo la punta de una gigantesca bolsa de plástico. Tal vez biodegradable.