Ya no recuerdo cuando fue la última vez que compré un diario en papel. A veces los leo en el bar desayunando pero, a lo largo del día, me suelo informar a través de mi teléfono. Seguramente si lees esta columna en eldiario.es seguramente lo hagas desde tu propio ordenador o teléfono móvil. No es tan difícil, dos de cada tres españoles han usado un ordenador en los últimos seis meses y con el móvil el porcentaje de usuarios sube al 92%. No es tanto como la tele, que está en un 97%, pero son dos aparatos muy generalizados en la población española. Sin embargo, ¿qué importancia tiene el móvil, tener datos para consultar Internet o consultar el correo electrónico para ti? Pues cómo todo en la vida dependerá de la edad que tengas pero, también, de la clase social a la que pertenezcas. La semana pasada escribí que si eres de clase trabajadora probablemente vivas menos tiempo y hace unos meses comentaba que cuanto menos dinero ganas probablemente seas menos feliz, pero ¿hacemos algo en nuestras familias para evitar que estas diferencias se perpetúen?
La clase social condiciona nuestro puesto de trabajo. Por otro lado, para muchos de nosotros, el correo electrónico resulta imprescindible para ejercer nuestra profesión. Para otros trabajos tener Internet es tan inútil como la pintura blanca de las plastidecor. Así se explica esta gráfica 1 donde hay casi treinta puntos de diferencia entre unas clases otras con respecto a la necesidad disponer de una conexión a Internet o del correo electrónico. No obstante mi preocupación no radica exclusivamente en las diferencias en el comportamiento, y en las privaciones que unos tienen y otros no, sino que estas aumenten o simplemente se consoliden en la siguiente generación.
Una pregunta bastante comprometida que se hizo en el último barómetro del CIS fue preguntar a aquellos que son padres a qué edad deberían sus hijos a empezar a utilizar ciertos aparatos o utilidades informáticas. Como vemos en la gráfica anterior apenas hay diferencias en el permiso y uso de los hijos con el móvil, sin embargo, de media, los niños de clase alta y media alta comienzan a utilizar el ordenador personal o a navegar por Internet dos años antes que los niños de clase trabajadora. Una brecha crucial que puede limitar el desarrollo educativo y competitivo de los más desfavorecidos y que influye muy negativamente en el fracaso escolar durante la adolescencia. Entre 2007 y 2011, el abandono escolar en el quintil de renta más bajo (el 20% con menos ingresos) ha pasado del 45,4% al 47,1% frente al quintil de renta más alto (el 20% con más ingresos) donde en ese mismo periodo el abandono escolar se ha reducido del 7,1% al 5,9%.
Creo que el Estado y los poderes públicos deben ser más redistributivos y se deben tomar medidas, cada día, para que las diferencias entre clases sociales no se perpetúen y todos podamos aspirar a llegar hasta donde queramos, independientemente de donde hayamos nacido. Ingresar más de los que más tienen e invertir más en los que más lo necesitan. En educación con un mayor refuerzo en la primaria y en la secundaria, con menos alumnos para cada profesor y con personal de apoyo para aquellos alumnos de familias con pocos recursos, ya que es en ese periodo donde se abre el verdadero hueco entre ricos y pobres que nos acompañará el resto de nuestras vidas. Más adelante no tendrá solución ya que si con 14 años dejas de estudiar, el precio de las tasas universitarias o la cuantía de las becas Erasmus te importará un pimiento. Hay que fijar prioridades y la educación pública debería ser la primera. Todo lo demás, como conceptos etéreos como el crecimiento o el cielo, son cuentos chinos.