Esas tijeras que no encajan bien en tus manos, esos incómodos pupitres en la escuela, las manos eternamente manchadas de tinta —porque escribes de izquierda a derecha—, los perpetuos codazos con los otros en la mesa, abrir los frascos no es para nada intuitivo y se te hace difícil tocar la guitarra. La vida está hecha para los diestros. Y solo te das cuenta cuando eres zurdo.
No es fácil ser parte de una minoría: se ha calculado que el diez por ciento de la población humana es zurda. En el reino animal, se ha observado que otros mamíferos, como los perros y los gatos, también privilegian el uso de una u otra pata, y que los simios tienen una ligera dominancia en un lado. Pero nada muy marcado. Ya entre los marsupiales, los zurdos mandan. Cuatro científicos rusos y australianos publicaron esa conclusión en 2015 en la revista Current Biology, a la que llegaron mientras estudiaban la dominancia de las patas en los canguros. Pronto se dieron cuenta de que los canguros rojos y los canguros grises orientales usan la pata delantera izquierda para acicalarse y alimentarse. Hasta entonces, se creía que entre los mamíferos, solo los humanos tenían una marcada y constancia dominancia de una mano.
Al leer el estudio no hallé ninguna referencia a que los canguros marginasen o castigasen a los pocos diestros de sus manadas. Bien por los canguros, porque entre nosotros, seres humanos, la situación es diferente. Una de las historias que más me impresionaron de niña era la de cómo mi papá se volvió ‘diestro’. Era muy pequeño y en la escuela lo castigaban por su ‘mala costumbre’ de querer hacerlo todo con la mano izquierda, así que aprendió a escribir con la derecha, a agarrar los vasos y las tazas con la derecha y a pasar por la vida como un diestro, siendo un zurdo.
Aún hoy tenemos en la punta de la lengua rezagos de nuestros pasados prejuicios. Cuando decimos que tal persona tiene “dos pies izquierdos”, cuando acusamos a alguien de hacer las cosas “por la izquierda”, o cuando le echamos la culpa de un mal día a habernos levantado “con el pie izquierdo”. Y aunque sabemos que “a diestra y siniestra” significa a derecha e izquierda, no llamamos siniestros a los zurdos. Porque algo siniestro es malo, aciago, funesto, macabro, sombrío, perverso. Incluso quien tiene dominio de ambos lados, es ambidiestro (una palabra sin rastro de siniestro o zurdo), y alguien que demuestra gran habilidad es calificado de diestro.
No fuimos solo nosotros, quienes hablamos español. En inglés, left deriva de la palabra anglosajona lyft, que significa débil, y right también significa correcto. En neerlandés, un linkerd es un diablo astuto; linker significa izquierda. Ellos tienen su propia versión de tener dos pies izquiedos: twee linkerhanden hebben (tener dos manos izquierdas). Y en portugués, los zurdos son canhotos. Leyendo a Machado de Assis nos enteramos que hubo un tiempo en el que canhoto era sinónimo de diablo. En turco, la palabra para derecha también significa vivo. Y la palabra para izquierda… sí, adivinaste: muerto. En China, la frase el camino de la izquierda significa una opción inmoral.
En latín, sinister, antónimo de dexter, comenzó significando izquierda, pero terminó con el significado de “mal” o “mala suerte”, y todas las lenguas latinas heredamos esas acepciones. En la antigua Roma, los augures eran adivinos, personas que leyendo la naturaleza descifraban lo que querían los dioses. Si un rayo caía a su izquierda (que ellos interpretaban como la derecha de Júpiter), el augurio era favorable.
No todas son desventajas: poca gente se adapta mejor que un zurdo. En un mundo construído para diestros, ellos tienen que esforzarse un poco más para usar cosas tan cotidianas como el ratón de la computadora. Y en los deportes también es bueno salirse de la norma: los ganchos de los zurdos (hasta Rocky, el personaje, era un boxeador zurdo), los reveses de los zurdos (Jimmy Connors, Martina Navratilova, Andrés Gómez, Rafael Nadal)… ¡los goles de zurda!
Hoy, 13 de agosto, se celebra el Día Internacional del Zurdo. Así que es hora de dar a los zurdos el cariño que se les debe, después de siglos de haber sido vistos con sospecha, como seres propensos a hacer tratos con el demonio, y algunos más en los que los ‘corrigieron’ por la ‘mala costumbre’ de hacer las cosas con la mano ‘equivocada’.
Yo celebraré a mi hijo, al que le tocó mucho más fácil que a su abuelo. Ha crecido en una época en la que se espera que los niños muestren qué mano privilegian, hay tijeras adaptadas para zurdos y hasta cuadernos con un formato distinto para que puedan escribir sin sentir molestias. Espero que hoy, a propósito de los zurdos, nos tomemos un momento para pensar en todas las veces que hemos visto a alguien diferente como a un ser siniestro.