Carmen de Burgos, en una biografía-diccionario
Un diccionario es una forma rapidísima de explicar las cosas. Es un resumen resumidísimo de un modo de ver el mundo. Por eso pensé que puede funcionar para contar la biografía de una persona en pocas líneas cortas.
Una biografía-diccionario encaja muy bien en estos tiempos de atención fugaz y prisas desesperadas. Porque es una biografía en pim, pam, pum, que esboza a un personaje en minuto y medio de scroll. Porque es una especie de #AprendeConTikTok: rapidísimo, cortísimo, telegráfico. Y porque es una “biografía a calzón quitado”, dicho en palabras del pasado.
Para hacer el experimento busqué a un personaje que hubiera pasado su vida probando, buscando, inventando… y me pareció perfecta Carmen de Burgos: uno de los puntales del feminismo español.
Y encima encaja en las efemérides del mes, porque nació el 10 de diciembre de 1867, hace 154 años, en la ciudad de Almería.
Este sería uno de los diccionarios posibles de su vida.
Artículo 438:
Carmen de Burgos se hartó de denunciar un artículo del Código Penal, el 438, que exculpaba al marido que mataba a su mujer si la pillaba “en el acto” con otro hombre. Lo denunció en foros políticos y judiciales durante las primeras décadas del siglo XX. Y además, lo llevó a una novela titulada El artículo 438 porque la literatura ayuda a ponernos en la piel de otros y a remover nuestras creencias.
Corresponsal de guerra:
Fue la primera mujer periodista española que viajó a un campo de batalla para contar la guerra en un periódico. El Heraldo de Madrid la envió en 1909 a la guerra de Melilla en una “labor humanitaria” y ella escribió una serie de crónicas que retratan de forma extraordinaria la vida de los soldados españoles fuera de las trincheras. Esas noches en las que cantaban y tocaban la guitarra, esas conversaciones sobre lo mucho que echaban de menos a sus novias…
Divorcio:
En 1903 el divorcio era una cosa impensable y casi impronunciable en España, pero Carmen de Burgos se atrevió a plantear el tema. Primero lo hizo en una columna semanal titulada El pleito del divorcio y después publicó el libro El divorcio en España con las opiniones de las grandes voces del momento: Unamuno, Pío Baroja, Pardo Bazán… Había que sacudir aquel ambiente mojigato (o gazmoño, como decían ellos) y conseguir por fin esta “conquista de la civilización”.
Feminismo:
Ahí estaba ella, la primera, frente a las puertas del Congreso de los Diputados. En 1921 organizó la primera manifestación feminista que se plantó en el Parlamento con un documento que pedía la igualdad de hombres y mujeres. Carmen de Burgos la organizó como presidenta de la Cruzada de Mujeres Españolas y reunió a muchos más grupos feministas. La protesta salió en todos los periódicos y el Heraldo dijo: “Es el amanecer de un serio movimiento feminista. (...) Este primer acto de las sufragistas españolas sorprendió a los diputados y dio origen a graciosas escenas entre ellos y el numeroso grupo de muchachas jóvenes y bonitas que en la puerta del Congreso repartían hojas de propaganda”.
Greco:
El Partido Conservador tenía a Colombine entre ceja y ceja. Era una antipatía pública que acabó en revancha cuando, en 1907, se hicieron con el Gobierno. ¡Ahora se iba a enterar la tipa esta, con sus charlas y sus artículos a favor de la libertad de la mujer! La destinaron como profesora a Toledo, porque era la ciudad donde había más monjas y más curas, y allí… Carmen de Burgos… oyó algo muy extraño. Le contaron que alguien había vendido dos cuadros del Greco a un comprador extranjero. Lo investigó y descubrió que era cierto. De inmediato escribió un artículo en el que decía: «La Iglesia con su consentimiento, el Estado con su abandono, los dueños con su egoísmo y el pueblo con su indiferencia, todos han contribuido a esta expoliación de las obras de arte». La venganza de la Iglesia contra ella fue fina, pero consiguió detener la venta secreta de piezas artísticas.
Mujer:
Carmen de Burgos publicó un libro espectacular sobre feminismo. Nunca se había visto nada igual a La mujer moderna y sus derechos (1927) y aún hoy resulta imprescindible para conocer los orígenes del feminismo.
Objeción de conciencia:
Al volver de la guerra de Melilla, emprendió una campaña en contra de los conflictos bélicos y a favor de la objeción de conciencia. El lema era ¡Guerra a la guerra! Y azuzaba así: “¿Sois religiosos? Escuchad la voz de los grandes redentores de la humanidad, Buda, Cristo; ellos condenan la guerra”.
Periodista:
A principios del XX las mujeres escribían en sus casas y enviaban sus artículos a los periódicos. Pero en 1903, el Diario Universal contrató a Carmen de Burgos para que trabajara en la redacción, junto a los hombres, y que, al igual que ellos, saliera a la calle de día y de noche para hacer reportajes y entrevistas. La ficharon como redactor (porque ni las mujeres decían entonces la palabra redactora) y su director, Augusto Figueroa, le propuso que utilizara el seudónimo por el que fue conocida el resto de su vida: Colombine.
Voto:
Carmen de Burgos aprovechó sus viajes a Inglaterra y Francia para conocer a las sufragistas. Las mujeres de esos países ya estaban tirando pedradas para exigir el voto, pero en España, que una mujer votara, era cosa de locos. En 1906, Colombine empezó a escribir una columna semanal titulada ‘El voto de la mujer’ para contar cómo lo estaban consiguiendo en el resto de Europa. “El hombre analfabeto y sin talento tiene derecho al sufragio y a marcar los rumbos de su país. Se da el caso de que emita el voto un analfabeto y no pueda dar el suyo una profesora”, explicaba. “Solo por razón de sexo se equipara a la mujer con los locos, los imbéciles y los criminales”. Pero nada… Ahí un año, y otro, y una charla, y un artículo, y una manifestación… Y el sufragio femenino necesitó algo tan rotundo como derribar una monarquía e instaurar una república para que se aprobara. Cuando por fin lo recogió la Constitución de 1931, algunos periódicos recordaron que, para llegar ahí, Colombine estuvo 25 años dale que dale con el voto de la mujer.
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