Hubo un tiempo en que el capitalismo, al menos en Wall Street, estaba controlado por los “amos del universo”, según la expresión de Tom Wolfe. Ahora en Europa los que tiran de los hilos son los 'Keystone Cops', esos policías incompetentes y torpes que aparecían en algunas películas mudas de principios del siglo XX. Sólo ellos son capaces de convertir la crisis financiera de una isla, en realidad media isla, en un incidente con repercusiones preocupantes para toda la eurozona.
Hay pocas garantías que permitan a los ciudadanos del sur de Europa domir en estos tiempos sin tener la imperiosa necesidad de haber hecho acopio antes de agua embotellada, comida enlatada y un arma. Quizá el aval público de un máximo de 100.000 euros en cada cuenta corriente tenga algún valor como anestésico. Si un país tuviera que abandonar de mala manera la eurozona, ni siquiera eso sería tranquilizador, aunque para llegar a ese punto las cosas tienen que estar aún peor. Pero los 100.000 son sin duda una garantía de peso. El Gobierno puede subir los impuestos, recortar los subsidios, bajar los sueldos de los funcionarios y muchas cosas más. En realidad, ya han hecho todo eso. Pero el dinero que está en la cuenta es tuyo.
Ahora también eso está bajo sospecha. De un día para otro, Alemania, el BCE y el FMI decidieron que esta vez no se produciría un rescate convencional de la economía chipriota. Llevaban meses discutiendo cómo solucionar los problemas de un país de un millón de habitantes con un PIB de 17.000 millones de euros. Casi calderilla.
Alemania ya había cerrado la puerta de los rescates. No se admitían más socios en el club de los parias. Si acaso, se les concedía más tiempo para ajustar las cuentas. ¿Pero una nueva entrada, por pequeña que fuera, en el libro de cuentas? Imposible en un año electoral en Alemania.
La idea mágica del último minuto consistió en que los chipriotas aportaran también su “libra de carne”. Un impuesto especial de todos los depósitos bancarios, incluidos los inferiores a 100.000 euros y un corralito temporal para que no se produjera la inevitable huida de depósitos.
No es extraño que la primera reacción fuera de perplejidad. “Europa se arriesga a sufrir una fuga de depósitos”, tituló Wolfgang Münchau su columna del Financial Times. Incluso si no se desata el pánico de forma inmediata, los daños a largo plazo serán “inmensos”, dice Münchau. No podían hacer nada mejor para alimentar el sentimiento de insurrección en el sur de Europa. En caso de emergencia, no es sólo tu futuro el que está en peligro. También el dinero de tu cuenta, lo que utilizas para comprar la comida la próxima semana.
Hay algo más. Si se produce una nueva crisis financiera en otro país, ¿quién duda de que Alemania y sus rectos aliados del norte no obligarán a repetir la jugada? Con los chipriotas ha servido el comodín de la mafia rusa. A los españoles, si fuera necesario, se les dirá que Europa no pondrá dinero para salvar el AVE, las autovías radiales de Madrid o el aeropuerto de Castellón. Todo el mundo tiene un cadáver en el armario. España cuenta con un cementerio completo.
O, como dice un análisis del Deutsche Bank, a partir de ahora “el fantasma de las pérdidas en depósitos estará sobre la mesa con independencia de lo que hayan dicho antes los políticos o el sistema de garantía que exista”.
En el más puro estilo europeísta, los dirigentes de la eurozona se apresuran ahora a recoger los cristales de las ventanas que ellos mismos han roto, no sin antes echar la culpa a los gobernantes de Chipre. Eh, nosotros sólo queríamos exprimir a los chipriotas por valor de 5.800 millones de euros. Fue el presidente Anastasiades el que hizo posible un impuesto del 6,75% a los depósitos de menos de 100.000 euros. “El presidente no aceptaba un impuesto superior al 10% (a las rentas más altas). La gente bromeaba diciendo que sólo tiene amigos ricos”, dijo uno de los negociadores en una de las explicaciones (o filtraciones) difundidas tras conocerse la noticia.
El último comunicado del Eurogrupo es el colmo del cinismo. Ahora los ministros europeos de Hacienda piden que se proteja el principio de que los primeros 100.000 euros están protegidos. Esta vez no han llamado al BCE para que recuerde a los chipriotas, como hicieron en la madrugada del sábado, que o firman o el banco central europeo retira la línea de liquidez que mantiene vivos a sus bancos (como también, por otro lado, a los españoles; todos estamos sujetos a ese chantaje). Chipre debe ahora intentar encontrar otra fórmula, quizá protegiendo a las cuentas de hasta 20.000 euros y en cualquier caso buscando en otro lado el dinero necesario. Y así pasará otro día y los bancos chipriotas seguirán con las puertas cerradas.
En su artículo, Münchau recuerda unas palabras del gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, que dijo en un arranque de sinceridad casi impropio de su cargo que no es algo racional comenzar una fuga de depósitos, ir corriendo al banco a sacar todos tus ahorros. Pero por el contrario es perfectamente racional unirse a la estampida si esta ha comenzado.
Claro que habrá gente que confía en los llamamientos a la calma de políticos como Montoro, el mismo que dijo que en España nunca se subiría el IVA porque sería una decisión contraproducente y el mismo que dijo que un corralito sería “técnicamente imposible” en España. Es probable que las personas que no creen en las hadas y en Montoro tengan ahora motivos para reflexionar sobre lo ocurrido en Chipre y sobre las palabras de King.
El único problema es que cuando uno se da cuenta de que sus ahorros están realmente en peligro suele ser señal de que ya es demasiado tarde para salvarlos. Por razones obvias, King no quiso llegar tan lejos en su aviso.