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Cifuentes: de anécdota a categoría

La investigación que se ha abierto sobre las notas de Cristina Cifuentes en el máster de la Universidad Rey Juan Carlos va a poner de manifiesto que la calificación de “no presentado” en dos asignaturas, entre ellas el Trabajo de Fin de Máster, es lo único que hay de verdad en todo el expediente. Sobre todo lo demás, sobre todas las calificaciones en las que se acreditaba que Cristina Cifuentes había aprobado las asignaturas, se va a demostrar que son falsas.

No puede ser de otra manera. El desempeño de la tarea de delegada del Gobierno en cualquier comunidad autónoma, pero más todavía en alguna de las cuatro grandes, Catalunya, Comunidad Valenciana, Andalucía y Madrid, es incompatible con hacer unos estudios reglados. Si se estudia, no se hace el trabajo de delegada del Gobierno y si se hace el trabajo de delegada del Gobierno, no se estudia.

La agenda de cualquier delegado del Gobierno en una comunidad autónoma, pero sobre todo, la agenda de los delegados de Gobierno de las cuatro grandes, es más absorbente que la de varios ministros, que la de varios presidentes de comunidades autónomas, que la de la casi totalidad de los alcaldes y que la de la totalidad de los presidentes de las diputaciones provinciales.

Un delegado de Gobierno en la Comunidad de Madrid no es dueño de su agenda. No puede serlo. Su persona es la proyección institucional del Estado en la Comunidad. Es, en consecuencia, imposible que le quede tiempo físico o psicológico para seguir unos estudios reglados. Podrá y deberá leer, con la finalidad de no quedarse reducido a la mera tarea de gestión. El trabajo de leer es complementario de la tarea de gestionar. Es el complemento cualitativo del trabajo cuantitativo indispensable en el entrenamiento deportivo. Pero hacer un curso reglado, como un máster, es otra cosa.

En cuanto se contrasten los días y las horas en que se impartió el máster con la agenda de Cristina Cifuentes como delegada del Gobierno, se comprobará que prácticamente ninguno de los días en que tenía que estar en la Universidad, Cristina Cifuentes estaba. Seguro que estaba en cualquier sitio menos en la Universidad. Y si estaba en la Universidad porque le tocaba ese día en su agenda, no estaría en la clase del máster.

El máster de Cristina Cifuentes tiene que haber sido un fraude universal, que se ha descubierto porque los profesores de dos asignaturas cumplieron con su obligación y la calificaron con un “no presentado”, que es lo que tendrían que haber hecho los de todas las demás.

Los que la calificaron con el “no presentado” tienen que ser investigados no por la calificación que le dieron, sino por la reacción que han tenido una vez que se ha descubierto el fraude de la rectificación de las actas. Su conducta fue correcta en la calificación inicial de “no presentado”. No lo ha sido su conducta posterior.

Los que tienen que ser investigados son los que calificaron con aprobado o con la nota que fuera las demás asignaturas. Si se acredita, como creo que se va a acreditar, que Cristina Cifuentes no asistió a ninguna clase y que no hizo ningún trabajo sobre la materia propia de cada una de las asignaturas, ¿en qué van a basar los profesores la calificación que han reflejado en las actas?

El descubrimiento de Raquel Ejerique ha destapado un fenómeno de corrupción general en la Universidad Rey Juan Carlos, amplificado por un intento de encubrimiento de la misma por el rector, el supuesto director del máster y otro de los profesores con rueda de prensa televisada incluida. Mercedes Gallizo esa misma mañana, antes de la comparecencia del rector, ya avisó de que Cristina Cifuentes estaba intentando que el máximo responsable de la Universidad le sacara las castañas del fuego.

El máster de Cristina Cifuentes es un claro ejemplo de la anécdota que se convierte en categoría. Es una metáfora del PP como partido político. La metáfora de un partido constitutivamente corrupto, donde el fraude no es la excepción sino la norma.