La portada de mañana
Acceder
El jefe de la Casa Real incentiva un nuevo perfil político de Felipe VI
Así queda el paquete fiscal: impuesto a la banca y prórroga a las energéticas
OPINIÓN | 'Siria ha dado a Netanyahu su imagen de victoria', por Aluf Benn

Correa implica al PSOE y a Ciudadanos

Hasta aquí hemos llegado o, mejor dicho, hasta aquí no deberíamos haber llegado. Los españoles que no tenemos los ojos tapados con un antifaz rojigualda conocemos, desde hace varios años, la forma en que se ha estado financiado el PP durante las últimas dos décadas. A pesar de la destrucción de discos duros, de la pericia de Federico Trillo para obstaculizar la labor de la Justicia, de las maniobras de Catalá para apartar a jueces y fiscales incómodos, de las mentiras retransmitidas en directo y en diferido desde Génova y desde Moncloa, del repugnante silencio o de la burda manipulación informativa desplegada por la legión de medios de comunicación que sirven al Gobierno… A pesar de todo eso, una pequeña parte de la verdad se sigue abriendo camino gracias al trabajo de policías, fiscales, abogados, denunciantes y magistrados insobornables. 

Uno solo de los datos, una sola de las declaraciones que se ha realizado esta semana ante la Audiencia Nacional habría tumbado al Ejecutivo de cualquier país que realmente sea merecedor del apellido “democrático”. En una misma mañana, la del pasado martes, nueve empresarios, ¡nueve!, reconocieron haber financiado ilegalmente al Partido Popular valenciano y un décimo, Marjaliza, detalló la forma en que se repartió 3,6 millones de euros con el entonces número dos de la Comunidad de Madrid y con el “compi yogui” de la reina Letizia. 

Estos testimonios, más allá de la losa que arrojan sobre las figuras de Camps, Aguirre y Costa, corroboraban, punto por punto, lo ya declarado por Francisco Correa y lo que también conocíamos a través de otros protagonistas de la trama como Luis Bárcenas. Un Bárcenas que, por mucho que algunos quieran que lo olvidemos, no era un corrupto que trabajara solo para enriquecerse personalmente, sino que era el tesorero nacional del Partido Popular. Correa, los empresarios que están cantando y otros actores de la trama han confirmado la sencillez del modus operandi: administraciones gobernadas por el PP adjudicaban obra pública a aquellos empresarios que se comprometían a pagar comisiones para financiar al partido. Las mordidas se pagaban en efectivo o se camuflaban en facturas expedidas por servicios no prestados a empresas, como la Orange Market de Correa y El Bigotes, que destinaban ese dinero a sufragar actos y otros gastos electorales de la formación política que dirige Mariano Rajoy. 

Las “x” de la trama, que son varias, siguen utilizando el Manual Mariano (MM), del que ya hablé en un artículo anterior, para hacernos creer que todo esto son cosas del pasado y organizadas por sujetos aislados que actuaron por su cuenta y riesgo con el único fin de forrarse. La realidad que se va desvelando es otra bien diferente. El flujo de adjudicaciones, comisiones, saqueo de lo público, tráfico de sobres con dinero negro y financiación ilegal era de tal magnitud que, de paso, unos cuantos se sintieron legitimados para llevarse una pequeña parte de la tajada. Todo esto ocurrió cuando un señor llamado Rajoy coordinaba campañas electorales, era vicesecretario general o presidente del partido. Gürtel no será una “cosa del pasado” hasta que no se juzgue a los últimos culpables y hasta que no asuman responsabilidades políticas quienes organizaron, toleraron, encubrieron y siguen encubriendo la trama. 

A estas alturas ya sabemos que Rajoy nunca dará ese paso y seguirá con su huida hacia delante. También hemos comprobado, y es quizás lo más triste, cómo los dirigentes más jóvenes del PP y todos aquellos veteranos que no tenían implicación alguna en estos turbios asuntos se han acabado convirtiendo en cómplices de la estrategia mariana de encubrimiento político. Siendo tan obvio que la salida a esta situación no llegará desde Génova ni desde la Moncloa, vuelve a ser necesario, por tanto, poner el foco en los demás partidos.

¿De verdad que, no teniendo mayoría absoluta el Partido Popular, el resto de fuerzas parlamentarias van a obligar a los españoles a vivir dos años y medio más en esta situación? ¿De verdad van a seguir haciendo cómo que no saben quién era el M. Rajoy que aparecía en los papeles de Bárcenas? ¿De verdad van a tolerar que, en esta fase en la que algunos de los corruptos empiezan a cantar, las llaves de la Fiscalía, del CGPJ y de la policía sigan en manos del PP? 

Ciudadanos, como socio de investidura de Rajoy, es hoy por hoy el máximo responsable de que esta situación se prolongue. Sonroja escuchar a Rivera, a Arrimadas o a Villegas erigirse en adalides de la regeneración política cuando es su partido el que sostiene con sus votos a un Gobierno bajo sospecha. Al partido naranja le sigue muy de cerca, en esta carrera por alcanzar el pódium de la indignidad, el socialista. A Pedro Sánchez parece habérsele olvidado que recuperó la secretaría general por su “No es no”. En estos últimos meses, al líder del PSOE parece importarle más reconciliarse con Zapatero o con Felipe González que cumplir la palabra dada a sus militantes y simpatizantes. Más allá de las formas y de algunos gestos para la galería, hoy por hoy sigue sin visualizarse una gran diferencia entre este PSOE y el que habría podido dirigir Susana Díaz. Nada ha hecho Sánchez para revertir la traición histórica que supuso investir, abstención mediante, a Mariano Rajoy. Nada hizo cuando su socio de Nueva Canarias prestó el voto que Montoro necesitaba para aprobar sus presupuestos. El secretario general del PSOE debería ser consciente de que su credibilidad estará en el alero hasta que plantee una moción de censura, aunque sea con el único fin, caso de ganarla, de convocar elecciones anticipadas. 

No están exentos de responsabilidad otras fuerzas del arco parlamentario. Coalición Canaria y el PNV siempre están ahí para sacar del apuro a Rajoy cuando lo necesita. A Unidos Podemos se le pueden achacar errores cometidos en el pasado, desde su decisión de no apoyar a Sánchez en la investidura fallida hasta la presentación de una moción de censura horas antes de que los socialistas celebraran sus primarias. Sin embargo, desde que fracasara aquella moción, la formación morada mantiene abierta la puerta a apoyar a Sánchez si se decide a dar el paso. Esa actitud supone, para la coalición que lidera Pablo Iglesias, un verdadero salvoconducto que le exime de toda responsabilidad en la continuidad de este Gobierno marcado por la corrupción. 

Este viernes Pablo Crespo y El Bigotes pueden escribir un capítulo más en esta vergonzosa historia si, finalmente, cumplen su promesa de tirar de la manta para ver reducidas sus penas. En ese caso y en todos los demás que se irán sucediendo durante los próximos meses ya sabemos lo que pasará: TVE, también conocida como NN (Nuevo NODO), minimizará u ocultará el tema; lo mismo harán los medios sicarios del Gobierno; Rajoy y los suyos, por su parte, aplicarán el Manual Mariano; algún portavoz de Ciudadanos amenazará con quedarse sin respirar si el PP no se regenera; y el PSOE hará gestos y aspavientos mientras mira cómo le va en las encuestas. ¿Hasta cuándo?