Tras años de imposición de recortes, privatizaciones y “reestructuraciones” económicas en medio mundo, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional -cuyos hombres de negro llegan esta semana a Madrid- dice que se ha dado cuenta de que “el crecimiento solo ha beneficiado a unos pocos”. Que “debe tenerse en cuenta la inclusión, la determinación de que funcione para todos”.
Pero al mismo tiempo que entona una especie de mea culpa, representantes del FMI vienen a España para elaborar un informe sobre nosotros. Por lo pronto ya nos han dicho que “cuanto más pronto se estabilice la situación, mejor” (FMI, esta semana). Que se forme gobierno ya porque las medidas más duras están por venir y se precisa respaldo para aplicar más recortes y ajustes en 2017 y 2018.
“De ahora en adelante, si se piensa en los retos que la economía española enfrenta, será necesario reanudar su ajuste de una manera gradual, dado que la deuda pública llega a un cien por cien del PIB y el déficit fiscal ha sobrepasado las metas, en parte debido al hecho de que hay más incertidumbre política y no políticas firmemente establecidas con un Gobierno con capacidad para respaldarlas”, ha dicho el representante del FMI Gian Maria Milesi-Ferretti esta semana.
También el Eurogrupo ha subrayado estos días que en cuanto haya Gobierno éste deberá enviar unos presupuestos con los “ajustes necesarios”. Bruselas exige un recorte de 15.000 millones de euros y pide una subida del IVA.
El mensaje es claro y el guión va sobre ruedas. El rey ha convocado ronda de consultas para formar Gobierno. El PSOE se ha reconvertido en herramienta para facilitar el gobierno de Rajoy. Tiene como presidente de su gestora a Javier Fernández, ese hombre que al igual que en su día quiso entregar el Ayuntamiento de Oviedo al PP ahora asume con heroísmo la labor de facilitar un Gobierno al servicio de las élites. Es decir, un Gobierno con el PP al frente, dispuesto a profundizar en las políticas que han permitido un dramático aumento de la desigualdad, socializando las deudas y privatizando ganancias.
Un Gobierno dispuesto a acatar más recortes sin pelear. Un Gobierno que ha contribuido a un aumento de la desigualdad casi diez veces mayor que el promedio europeo, hasta el punto de que el 1% más rico concentra casi tanta riqueza como el 80% más pobre. Por si fuera poco, un Gobierno liderado por uno de los partidos con más casos de corrupción de toda Europa.
Esa es la estabilidad a la que se está apelando. Esa es la estabilidad que está defendiendo Javier Fernández como presidente de la gestora del PSOE. Esa es la estabilidad de la que el Gobierno de Rajoy y los señores del FMI hablarán cuando se reúnan esta semana.
La estabilidad es, en su jerga, que unos pocos puedan pagar proporcionalmente menos impuestos que los asalariados y los autónomos. Que una élite cuente con todo tipo de privilegios mientras una mayoría de gente normal trabaja cada vez más por menos dinero y por menos servicios públicos. Que buena parte de la ciudadanía tenga que ajustarse el cinturón para llegar a fin de mes, para pagar los estudios y los libros de sus hijos, las medicinas de sus padres, los recibos de la luz, la hipoteca o el cuidado de sus abuelos.
Y mientras, la directora gerente del FMI, pendiente de un juicio por corrupción, cae en la cuenta, ahora, de que el crecimiento solo ha beneficiado a unos pocos. Hay que ver.
Su atrevida actuación teatral recuerda a aquella otra escenificada por su antecesor, Strauss-Khan, cuando en una reunión con activistas egipcios en 2011, en pleno auge de las revueltas en El Cairo, admitió que “lo que ocurre en el norte de África muestra que no es suficiente tener en cuenta los buenos datos macroeconómicos; tenemos que mirar mucho más allá de eso”.
Tal afirmación fue recogida con indignación por los activistas egipcios, que se preguntaron con ironía si hasta entonces el organismo financiero no se había dado cuenta de que, haciendo uso de la propia expresión de Strauss-Khan, las personas también existen y están “más allá” de la macroeconomía; de que el primer marcador a tener cuenta para felicitarse o no de cómo va el mundo, es el que precisamente el FMI no contempla: el referido a las condiciones de vida de la gente. Frente a ellas, frente a nosotros, frente al bienestar y dignidad de las personas, no hay recortes de derechos que valgan.
Y de esto, de todo esto, también va lo que está pasando en la política de nuestro país, en el PSOE, en el PP y en las cloacas del poder dentro y fuera del Estado español.