Los alumnos de la Facultad de Derecho suelen entrar en contacto con el principio calificado técnicamente como la 'irrelevancia del nomen iuris' hacia la mitad de la licenciatura en las clases de Derecho Civil. Con dicho principio se traslada a los aprendices de jurista la importancia de huir de las ensoñaciones y de no perder el sentido de la realidad. “Las cosas son lo que son y no lo que las partes dicen que son” es la traducción a través de la cual dicho principio suele ser conocido.
Este principio vale en el terreno de la Política igual que en el mundo del Derecho. Las cosas son lo que son y no como nos gustaría que fueran. Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad, dejó dicho Karl Marx. Y es así cuando hablamos de la Historia con mayúsculas, como cuando nos encontramos ante acontecimientos históricos minúsculos. La pérdida del sentido de la realidad conduce siempre a la estrategia equivocada.
Es lo que le ha ocurrido a la dirección de Podemos en general y a su secretario general, Pablo Iglesias, en particular, en el ciclo electoral de esta primavera. La decisión de arremeter contra Más Madrid sin reflexionar sobre las consecuencias de la misma, ha conducido a Podemos a un resultado mediocre en las elecciones generales del 28A y a una hecatombe en las elecciones municipales, autonómicas y europeas.
Para mí no ha sido ninguna sorpresa. El 22 de enero, en Una posición perdedora, expliqué aquí mismo qué iba a pasar y por qué. Y quien se moleste en leer el artículo, comprobará que ha pasado exactamente lo que anuncié que iba a pasar. Manuela Carmena e Íñigo Errejón, que era el cabeza de lista designado por Podemos para la Comunidad de Madrid, habían armado una opción ganadora para la izquierda madrileña. Para la dirección de Podemos era imposible poner en práctica una opción distinta. Cualquier intento en ese sentido estaba condenado al fracaso. Y a un fracaso que iba mucho más allá del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid, en la medida en que se transmitía un mensaje de división de la izquierda que no podía conducir más que a la derrota en todo el resto del Estado.
Doy por supuesto que los lectores tienen en su cabeza los resultados electorales y que no es preciso, por tanto, recordarlos. Sí conviene subrayar, no obstante, que en el único sitio donde no se ha reducido el porcentaje de votos que tuvo Podemos en 2015 ha sido en Madrid y gracias a la candidatura de Más Madrid. Carmena y Errejón interpretaron correctamente la demanda de la izquierda madrileña. Su opción era una opción ganadora. No han podido traducirla en la conquista del Ayuntamiento y de la Comunidad para el conjunto de la izquierda por el boicot de la dirección de Podemos.
No entendí nunca cómo Pablo Iglesias no comprendió que el primer beneficiario del éxito de Más Madrid iba a ser él. El éxito de las candidaturas municipales y autonómicas redunda siempre en beneficio de la dirección central del partido. El alcalde o el presidente de la comunidad no compite nunca con el secretario general o presidente del partido. Municipios, comunidades autónomas y Estado no son, electoralmente, vasos comunicantes, sino compartimentos estancos. No se pasa de competir en un nivel a competir en otro. Sí se comunican los tres niveles a través de la suma de poder que el partido alcanza en el resultado de cada uno de ellos. Y en esa suma de poder es la instancia central la que sale siempre más beneficiada.
Pablo Iglesias lo pudo comprobar en el ciclo electoral de 2015. Él ha sido el beneficiado durante estos cuatro años por las “alcaldías del cambio”. Ninguno de los alcaldes era de Podemos, pero todos ellos hacían que el secretario general de Podemos tuviera una estatura muy superior a la que le correspondía por los resultados en las elecciones generales.
No había nada que pudiera hacer pensar que en el ciclo electoral de 2019 iba a ser distinto. Y, sin embargo, se ha actuado de tal manera que se ha acabado tirando por la borda lo que se consiguió en el ciclo anterior. Eso es lo que supuso la negativa a aceptar la opción Más Madrid.
Me temo, además, que se sigue sin reconocer el error y que, en lugar de asumir la propia responsabilidad, se está intentando transferírsela a quien no la tiene.