El secretario general del PP vasco ha dado con la tecla correcta para descubrir por qué el país se encuentra sumido en el pesimismo. ¿Seis millones de parados? ¿Un paro juvenil del 53%? ¿Un déficit incontrolable? ¿Una deuda que se dirige hacia el 100% del PIB? No, la prensa, los medios de comunicación, esa gente que se niega a aceptar el espíritu Campofrío, periodistas que nos llenan la vida de pesimismo. Si salimos de la crisis, será a pesar de ellos. Esto lo arreglamos entre todos si nos estamos callados.
Es una lástima para Iñaki Oyarzábal que escribiera estas palabras el 30 de abril unos días después de que el Gobierno anunciara el “programa nacional de reformas”, recibido incluso entre sectores liberales o conservadores, y dentro del PP, con perplejidad por su falta de ambición y por la rendición absoluta ante las cifras del paro.
No es la izquierda más radical la que se ha sumido en el pesimismo o en la incredulidad al ver que la única salida del Gobierno a la crisis es seguir subiendo los impuestos, negarse a hacer reformas estructurales que perjudiquen a sus amigos (alcaldes del PP, barones regionales, eléctricas, concesionarios de autopistas, notarios, taxistas...) y esperar a que la solución venga de fuera sin hacer nada para que ese milagro aparezca.
Aunque, eso sí, tuvimos el 26 de abril todo un repertorio de sonrisas de la vicepresidenta, explicaciones confusas de Montoro con frases que quedaban colgadas en el aire, y jerga tecnócrata de De Guindos sólo ligeramente más descifrable que las intervenciones del ministro de Hacienda.
Vamos a dejar a un lado la incompetencia manifiesta de la portavoz del Gobierno (y vicepresidenta todos los viernes de cada mes) en permitir que se levantaran unas expectativas que no tenían la intención de cumplir. En ciertas cuestiones básicas de propaganda, la ineptitud es evidente. En otras, no tanto, como ha quedado patente en varias ocasiones.
Ahora, contamos una vez más con otra prueba de que el Gobierno se ha especializado en tender una red de mentiras y medias verdades para condicionar el mensaje de los medios de comunicación. Esa es su prioridad.
El día 30, un día antes del puente madrileño con dos días festivos, conocemos el texto del plan de verdad que el Gobierno ha enviado a Bruselas, con datos que la vicepresidenta y dos ministros decidieron ocultar el pasado viernes. Las nuevas previsiones incluyen ahorros/recortes en el gasto sanitario y en dependencia (páginas 52 y 53). Algunas de esas medidas son discutibles, otras no tanto, y en cualquier caso pueden y deben ser defendidas por los representantes del Gobierno. Pero siempre es más seguro apostar por el ocultamiento. Es triste reconocerlo: funciona con mucha frecuencia.
La jugada les salió bien el viernes porque la prioridad del Gobierno son los informativos de televisión de las tres de la tarde de ese día. A veces, el efecto llega hasta el sábado si el BOE no da pistas. O incluso varios días después, porque el 30 de abril varios medios aún no incluía en sus informaciones todo lo que contenía el plan.
Quizá la respuesta menos adecuada a todo esto sea la de asombrarse. No es la primera vez. Ya elaboraron un presupuesto falso basado en estimaciones de caída del PIB muy inferiores a las marcadas por los organismos internacionales. Lo defendieron durante meses. Oyarzábal habría dicho que dudar de esas cifras sólo podía proceder de mentes periodísticas pesimistas o, aun peor, malintencionadas.
La culpa es de los periodistas que no se creen las cifras falsas del Gobierno, las previsiones irreales y los anuncios incompletos porque faltan las cosas de las que no se puede hablar.
Supongo que al menos Oyarzábal se habrá garantizado un escaño para la siguiente legislatura con ese mensaje. Que igual al final es de lo que se trataba.