Las cuquioficinas ya no son suficientes

16 de septiembre de 2023 22:21 h

0

Estos últimos días se ha hecho viral en Twitter la foto de una oficina de Barcelona. Se trata de un lugar con un diseño moderno, bastante diáfano, coronado por un espacio central con mesas y sillas hechas con palés, una gradería cubierta de cojines de colores, un piano en un lateral de la sala y dos toboganes que conectan la planta superior con la inferior. Hay también, o al menos eso se intuye por la foto, una mesa de mezclas para un dj. La imagen en cuestión ha recibido muchas críticas en cuestión de horas. Porque la mayoría de los detractores conectan ese concepto de oficina multicolor, esa especie de parque de atracciones laboral, con atributos como horas extras sin remunerar, charlas de coaching, salarios emocionales o eslóganes motivacionales vacíos en las paredes.

En algún momento del s. XXI, muchas empresas comenzaron a rediseñar los lugares de trabajo haciéndolos más amables. Se produjo el efecto Google. En su flamante sede de Silicon Valley los trabajadores de Google disponen de servicio de lavandería gratis, peluquerías, restaurantes, bares, ocio, deporte o naturaleza. Disponen de espacios agradables con techos altos, espacios de doble altura y mucha luz, además de enormes jardines de césped brillante en los accesos a los edificios. El modelo Google encandiló a propios y extraños y comenzó a ser replicado. Y de este modo los espacios de reuniones de medio mundo se llenaron de mesas de ping-pong, dardos, hamacas, sofás, pufs o sillones. ¿Cuál puede ser el problema con esto? ¿Quién no querría comodidad y juego en su lugar de trabajo? La trampa es que muchas empresas replicaron a Silicon Valley imitando solo su decorado, dejando atrás la filosofía laboral, los salarios o las condiciones. Si intentas ser Silicon Valley con sueldos que apenas rozan el mileurismo, todo se reduce a un cuadro caricaturesco, como una tarta de nata rellena de cartón. 

En los años 60, el diseñador Robert Propst, convenció al mundo de que había que diseñar oficinas modulares, flexibles y de planta abierta. Propst pensaba que “la oficina de hoy es un terreno baldío. Socava la vitalidad, bloquea el talento y frustra los logros. Es el escenario diario de intenciones incumplidas y esfuerzos fallidos”. Su solución fue el sistema conocido como Action Office, introducido por Herman Miller en 1968. Fue el primer sistema de oficina de planta abierta del mundo. Los anuncios muestran a trabajadores en constante movimiento. Porque ese era el objetivo del innovador diseño: abandonar los puestos estáticos de trabajo. A Action Office le siguió Action Office II creado para fomentar lo que Propst llamaba encuentros fortuitos: conversaciones espontáneas e intercambios de ideas en las zonas comunes. Los empleados, no obstante, siguieron disponiendo de su propio espacio semiprivado separado por paredes que ejercían de barreras. Pero con el paso del tiempo el diseño liberador de Propst se terminó conociendo con el sobrenombre de “cubículo”.

Todo diseño de un lugar de trabajo tiene sus pros y sus contras. Un espacio social que conduzca a la interacción es importante, pero no instantáneamente mágico. Las empresas no pueden esperar una mejora del rendimiento y la productividad de los trabajadores sencillamente por incorporar una mesa de pingpong en una sala de juntas. La presunción de que pasar de un diseño convencional a uno extravagante va a mejorar sin más el rendimiento de los empleados es vivir en otro planeta.

Donde antes la división entre trabajo y ocio estaba muy clara, ahora es inquietantemente confusa. Y los trabajadores ya no quieren un futbolín en el que poder liberar tensiones, quieren tiempo libre y capacidad para conciliar. Los trabajadores prefieren un buen sueldo antes que un tobogán por el que deslizarse al patio de reuniones.