La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Curas fascistas contra la mala hierba del trigal

Enardecido por la histeria de la derecha española, con Esperanza Aguirre a la cabeza, ante la reacción de la izquierda por los abusos de su Gobierno, el cura de la iglesia de los Jerónimos de Madrid, conocido por su franquismo, celebró el pasado 18 de julio el aniversario del golpe de Estado de 1936 con una homilía que IUCM (Izquierda Unida de la Comunidad de Madrid) denunciará como delitos de incitación al odio por razones ideológicas y contra los derechos constitucionales. El cura de los Jerónimos, que vulneró la Ley 52/2007 al hacer apología de un golpe militar, evocó a Francisco Franco y a sus “hombres y mujeres valerosos” como “salvadores de España”, e hizo a los feligreses un llamamiento a estar preparados para una nueva cruzada “por Dios y por España ante el auge de la extrema izquierda”. Esta supuesta extrema izquierda estaría animada, según el cura fascista, por “los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del mal”.

¿Qué pensará de esto Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco? Aunque él ha dicho que nunca ha sido de derechas, muchos le acusan de haber colaborado con la dictadura de la Junta Militar de Videla. Dos veces ha tenido el Papa que declarar ante la Justicia argentina: una, por el secuestro y desaparición de curas y catequistas jesuitas; otra, a petición de la Fiscalía y las Abuelas de Mayo, relacionada con la apropiación por parte de militares de bebés nacidos en cautividad. La Iglesia Católica ha estado siempre cerca del poder, por corrupto, perverso y violento que éste haya sido. Por eso en España tenemos curas fascistas, como los tuvieron en Argentina o en Chile. Íntimos de golpistas, cómplices de genocidios y crímenes de lesa humanidad.

En Argentina, participaron en los vuelos de la muerte. Más de 4.000 personas secuestradas fueron arrojadas vivas al mar por los militares para que se ahogaran o fueran devoradas por animales, y hacer así desaparecer sus cuerpos, ya torturados en su mayoría. El torturador de la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) Adolfo Scilingo contó en una entrevista de 1997: “En la Armada no se fusilarían subversivos ya que no se quería tener los problemas sufridos por Franco en España y Pinochet en Chile. Tampoco se ”podía ir contra el Papa“ pero se consultó a la jerarquía eclesiástica y se adoptó un método que la Iglesia consideraba cristiano, o sea gente que despega en un vuelo y no llega a destino. Ante las dudas de algunos marinos, se aclaró que ‘se tiraría a los subversivos en pleno vuelo’. Después de los vuelos, los capellanes nos trataban de consolar recordando un precepto bíblico que habla de ‘separar la hierba mala del trigal’”. Los curas eran, según Scilingo, “invitados especiales” que daban “apoyo moral” a los asesinos. Identificó a varios capellanes en activo: Manceñido, Zanchetta, von Wernich…

No deja de sorprender la cercanía a tanto mal de estos cristianos, contra la que Eva Perón ya había clamado antes: “Entre los hombres fríos de mi tiempo señalo a las jerarquías clericales, cuya inmensa mayoría padece de una inconcebible indiferencia frente a la realidad sufriente de los pueblos (…) Les reprocho haber abandonado a los pobres, a los humildes, a los descamisados, a los enfermos, y haber preferido en cambio la gloria y los honores de la oligarquía (…) Les reprocho olvidarse del pueblo y haber hecho todo lo posible por ocultar el nombre y la figura de Cristo tras la cortina de humo con que lo inciensan. Yo soy y me siento cristiana. Soy católica, pero no comprendo que la religión de Cristo sea compatible con la oligarquía y el privilegio. (…) Empezar por descender al pueblo. Como Cristo, vivir con el pueblo, sufrir con el pueblo, sentir con el pueblo”.

En España, los curas fascistas que apoyaron el golpe del 36 fueron considerados por la jerarquía católica como “santos cruzados”. El cardenal Gomá, arzobispo de Toledo y primado de España, llegó a calificar a Franco como “instrumento de los planes de Dios sobre la tierra”. Pero hubo curas republicanos, curas demócratas, curas nacionalistas vascos y catalanes, curas sociales que fueron represaliados y asesinados por los nacionales, aunque el relato oficial, el que conviene a la jerarquía y a la derecha española, haya reservado para la Historia que los rojos, y solo ellos, fueron matacuras durante la Guerra Civil. La recuperación de la Memoria Histórica, que tanta alergia produce entre descendientes o herederos ideológicos de los golpistas, tendrá que recordarlos. Se hará una doble justicia: la de condenar el crimen del que también ellos fueron víctimas y la de desmontar el guión con el que la derecha española cuenta la película de la Guerra Civil.

¿Y qué pensarán del cura de los Jerónimos el preparado Felipe y la sencilla Letizia? Su primer viaje oficial ha sido al Vaticano, un gesto extremadamente polémico porque, de manera simbólica, reafirma el inaceptable Concordato franquista entre la autodenominada Santa Sede y el Estado español, laico según su Constitución. Y renovado, según Felipe, con la nueva proclamación real. Pero solo según él: si bien no se celebró una misa de coronación ni juró su cargo sobre la Biblia, fue llamativa la inclinación en el besamanos de los flamantes reyes ante el cardenal Rouco y el arzobispo Blázquez, es decir, ante una Conferencia Episcopal ultraconservadora, misógina y homófoba que ejerce mucha más influencia en la política española de la que permite la Ley Orgánica, y que no ha parado nunca los pies ni los brazos en alto al cura de los Jerónimos. Si Felipe quisiera de verdad una monarquía renovada, debiera haber empezado justo al contrario: sin arzobispos, cardenales ni papas alrededor.

Confiemos en que prospere la denuncia de IUCM contra el cura de los Jerónimos. Es difícil seguir creyendo en la Justicia de este país, tan depurada y controlada por el Gobierno del PP que, sobre su función, no deja ya lugar ni al agnosticismo, pero suponemos que en un Estado en el que se va a aplicar una Ley de Seguridad Ciudadana que será (ya lo es de facto) una mordaza a los derechos y libertades fundamentales de expresión y reunión, de protesta y manifestación, los delitos que [presuntamente] ha cometido el cura fascista de los Jerónimos sean castigados justo con esa ley en la mano. Si no sucede así, si el cura no es procesado y condenado (como lo han sido dos personas que participaron en un piquete de huelga y tendrán que pasar más de tres años en la cárcel), se demostrará que el cura de los Jerónimos se ha envalentonado de nuevo, y más que nunca, porque se siente seguro, porque se siente respaldado, porque no es sino un altavoz de lo que en realidad quiere transmitir el propio Gobierno, a través, por ejemplo, de su exaltada Esperanza Aguirre, obsesionada, como el cura, por la reacción de la izquierda ante los abusos de poder de ambos. Una izquierda, personificada principalmente en Podemos, que ellos siguen considerando mala hierba en el trigal de sus cortijos.