La brutal batalla por el liderazgo de la derecha empieza a hacer irrespirable el ambiente político en España. Al menos hasta que pasen las elecciones del domingo, es imposible analizar con un mínimo de calma todo lo que pasa. Tanta campaña electoral seguida se le empieza a subir a algunos a la cabeza.
La ultraderecha de Vox intimida con su presencia, sus pataleos y con las barbaridades que sueltan día sí y día también. Es su forma de actuar y tal vez sea lo menos sorprendente. Ahora bien, la hiperactividad crispada permanente de Albert Rivera y los nervios en el PP al ver como otros gritan más y más fuerte que ellos están dejando un panorama desolador.
Lo último es la operación contra la nueva presidenta del Congreso, Meritxell Batet, a quien ni siquiera le dieron 24 horas de cortesía para empezar a pedir su dimisión, su reprobación y acusarla de ser cómplice de los golpistas. Todo a cuenta primero del bochornoso espectáculo de las tomas de posición con mil y una formulas de los diputados independentistas en medio de los gritos y golpes de los escaños de Vox. Es evidente que los presos, diputados por un día, aprovecharon la ocasión para hacer propaganda de su causa, pero también es cierto que promesas parecidas hicieron otros parlamentarios independentistas en los últimos años sin que Ana Pastor les dijera nada y sin que PP y Ciudadanos montaran escándalo alguno.
La segunda tamborrada la están montando con las dudas jurídicas que hay sobre la formula que debe seguir el Congreso para suspender a los diputados que están siendo juzgados en el Supremo. Está claro que acabaran siendo suspendidos porque así lo indica la ley al estar siendo juzgados por rebelión, pero la presidenta del Congreso hace bien en asegurar la legalidad del proceso para evitar condenas internacionales. Ana Pastor se pasó 3 años pidiendo informes a los letrados de la Cámara para todo, pero ahora resulta que pedirlo para esto es un crimen de lesa humanidad.
Rivera lo ha apostado todo a superar al PP y convertirse de facto en el líder de la oposición, pero debería tener en cuenta que está provocando un rechazo tan profundo en sectores centristas y moderados que puede acabar recluido en la derecha más dura. Crecer a base de subir al máximo la crispación se acaba pagando tarde o temprano. Los ciudadanos quieren soluciones para sus problemas, no que se le anuncie el fin del mundo cada mañana. Y mientras, Casado cruza los dedos para ver si puede sobrevivir al 26 de mayo. Los barones le exigieron moderar un poco el discurso en esta campaña y parece que no sabe muy bien que hacer: si buscar un papel un poco mas institucional o saltar cada vez que lo hace Rivera. Al final siempre acaba saltando porque la derecha vive en la hiperventilación permanente; por momentos parece que van a convocar otra concentración en Colón olvidando que fue allí donde empezaron a cavar su tumba electoral.