Derogar los carriles bici del sanchismo

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Ya he contado al menos media docena de capitales o ciudades donde los nuevos alcaldes de derecha llegan anunciando que eliminarán uno o varios carriles bici (o los “reordenarán”, eufemismo) y “rediseñarán” las políticas de movilidad de los gobiernos municipales salientes, devolviendo espacio al coche privado allí donde lo habían ganado el peatón o el ciclista. Y me parece lógico: la derecha se presentó a las elecciones municipales y autonómicas prometiendo “derogar el sanchismo”, y la tarea es ingente, mucho que derogar, que tres años y medio de gobierno de coalición han sanchizado el país entero, hasta el último pueblo. Y por algún sitio hay que empezar.

Así que las derechas más o menos ultras se van a remangar y ponerse manos a la obra desde ya: este sábado se constituyen los ayuntamientos, y los nuevos alcaldes del PP (y sus socios de Vox) agarrarán el bastón de mando como si fuese una varita con la que lanzar rayos derogadores. Saldrán con él a la calle e irán fulminando toda huella del sanchismo municipal: ¡carriles bici, zas! ¡Zonas de bajas emisiones, pium! ¡Restricciones a los coches, fus! ¡Subvenciones a entidades sociales, chas! ¡Memoria histórica, ratatá! Sin descanso, que hay mucho sanchismo que eliminar.

En seguida tomarán el testigo los nuevos gobiernos autonómicos del PP, pactados con la ultraderecha torera como en la Comunidad Valenciana o con apoyos puntuales, y pasarán el rayo derogador por todo el boletín oficial de la comunidad para limpiarlo de sanchismo: ¡Leyes de memoria, adiós! ¡Política lingüística, fuera! ¡Impuestos de sucesiones, donaciones y patrimonio, a tomar viento! ¡Tasa turística, hasta nunca! ¡Políticas de igualdad, chau! ¡“Ideología de género y LGTBI” en las aulas, toma pin parental! No darán abasto, que el sanchismo había calado también con fuerza en los gobiernos autonómicos y hay mucho que raspar.

Siguiendo el plan derogador, la derecha y la derecha a la derecha de la derecha (para entendernos) confían en ganar las elecciones el 23J y gobernar juntos para, entonces sí, derogar a saco el sanchismo más sanchista de todos, el que emanaba directamente desde Moncloa. Uno se imagina a Feijóo y a su vicepresidente Abascal recorriendo el país a caballo y señalando todo lo derogable mientras gritan órdenes: esa ley de memoria democrática que veo ahí, ¡deróguese! Aquellas leyes de eutanasia, la trans y la del sí es sí: ¡deróguense! La ley de educación y la ley de vivienda (perdón, la ley okupa), ¡deróguense! La reforma laboral y la de pensiones, ¡deróguense! Y así con todas las leyes “inspiradas en las minorías y que atentan contra las mayorías”: ¡deróguense, fuera, ya!

Entre las derogaciones municipales, las autonómicas y las del gobierno central, en unos meses no va a quedar rastro del sanchismo en España, ya verán. Habrá tiquismiquis que pregunten qué tienen que ver los carriles bici con el sanchismo, ya sé. Pero es que si traes tatuado como lema “derogar el sanchismo”, tienes que entrar a machete; no te pones a mirar con lupa qué es sanchismo malo, y qué parte son propuestas razonables y hasta beneficiosas para los ciudadanos, ni si te arriesgas a una multa europea por pasarte con la podadora. Mejor arrancar todo y sembrar sal.