Las democracias, la convivencia, se mantienen por la solidez de sus estructuras fundamentales. Los desastres largamente anunciados se desatan cuando esos valores no se cuidan, no se reparan sus grietas visibles. Hoy, que vivimos el hecho de ver amordazado al Parlamento por el Tribunal Constitucional, en connivencia con el Partido Popular, se ratifica esa máxima. La justicia falla, falla la política y falla el periodismo; por completo cuando esos tres grandes pilares se usan entre sí para sus fines espurios. Y se está haciendo al punto de rebasar todos los límites alcanzados en décadas de este remedo de democracia.
El periodismo falla. También. Estrepitosamente. Empecemos por ahí para seguir la línea de puntos. Lo vemos en grandes y pequeños medios serviles al poder y en la falsa equidistancia que hurta datos de la realidad y hace el mismo efecto. Algo tan simple en apariencia como una distinción a una antigua alumna en la Facultad donde estudió nos revela que el futuro viene aún peor. Temible.
El rectorado de la Universidad Complutense de Madrid ha decidido lanzar un torpedo a la línea de flotación del periodismo al otorgar a Isabel Díaz Ayuso el título de “alumna ilustre”. Ha sido el rectorado, según denuncian profesores y alumnos, alarmados por tan errático nombramiento. La presidenta de Madrid estudió allí Ciencias de la Información, pero se ha caracterizado por la máxima manipulación de sus proclamas. Por retorcer la verdad al extremo de acusar a otros de lo que ella perpetra. como si fueran lelos quienes le escuchan. Ha derruido la televisión autonómica, Telemadrid, como medio informativo fiable. Al lograr el control total con el apoyo de Vox. Los tribunales han declarado improcedentes los despidos tras el asalto a la cadena pública en el que desmanteló a la cúpula y redacción porque se negaban a dejarse mediatizar por ella. En su lugar, colocó a reconocidos fieles del Partido Popular. ¿Alumna ilustre de una Facultad que enseña Ciencias de la Información?
Ayuso, además, “se ha caracterizado por un ataque constante a los servicios públicos, en particular a la Sanidad y Educación”, dicen quienes en la Complutense andan recogiendo firmas para anular esa distinción. Se la han otorgado en plenas protestas por el deterioro de la Atención Primaria. Es una ofensa intolerable para el periodismo y marca una directriz muy preocupante: si el lugar donde se imparte la carrera de Ciencias de la Información degrada y mancha de tal forma el periodismo, ¿hacia dónde vamos?
Es como si le concedieran tres estrellas Michelin a un puesto callejero donde vendieran salchichas adulteradas. Y qué casualidad, el programa de RTVE MásterChef, llama precisamente a Ayuso para hacerle una impagable promoción en precampaña electoral durante la Navidad. La simpatías ideológicas de su gestores no ofrecen duda: también le pusieron el delantal al vicepresidente de Castilla y León, un Vox neto, afamado machista y ultra de postín.
No es casualidad, en España ya nada es imprevisto. Son equipos compactos que trabajan juntos, cada uno en su campo. Lo hacen cada vez con menor disimulo, con osadía ya. Como ese Tribunal Constitucional caducado que incumple a la vez tres preceptos democráticos y se planta provocador, en jarras, para amordazar al Parlamento, la institución de la soberanía popular. Los miembros nombrados por el PP, secundando las medidas cautelares que propone éste. Unidos para lograr lo que con acierto explicaba aquí el catedrático Joaquín Urías: “El Tribunal Constitucional ha vulnerado la letra y el espíritu de la Constitución. Se ha saltado su propia ley y un buen número normas procesales. Ha traicionado al Estado de Derecho y la separación de poderes. Y lo ha hecho solo por mantener unos meses más el control del Partido Popular sobre la institución.” Un tiempo precioso en el que disponer de instrumentos jurídicos para sus objetivos ideológicos, fuera del mandato de las urnas.
El Poder Judicial, sin renovar después de cuatro años caducado con alevosía manifiesta, es otro puntal básico, porque vemos que así el PP logra sentencias y sobreseimientos verdaderamente favorables a sus intereses. Con la misma osadía, el presidente transitorio del PP, Núñez Feijóo, dice que no lo renueva para no dejarlo en manos de... lo que exige el mandato constitucional, porque eso es lo que hace. Anuncia que “llegará hasta donde sea” para conseguir doblar la justicia y que triunfen sus tesis, las del PP. Y vuelve del revés la realidad al congratularse del presunto Estado de Derecho que ha triunfado al acallar al Parlamento democrático por primera en su historia tras el franquismo. ¿Qué más trampas depara a la ciudadanía? Quien no vea algo tan flagrante es que tienen un problema. Como si no fuera fácil conocer la verdad. Aunque el brazo mediático ayuda a distorsionarla.
Saben que mienten. Pero no se dedican al periodismo. Y es lo que debería entender una audiencia exigente con la verdad. Buscar datos reales, argumentos sólidos.
Cocinando la democracia, el periodismo, la justicia, haciendo un pastiche con las bases de un Estado de Derecho y libertades. Feijóo no da la talla ni en mentir, aun haciendo un visible curso acelerado. Es otra la elegida, por ahora, para liderar el proyecto y la miman. Borran sus fechorías, la llevan a lucirse a programas de éxito, le dan premios que abochornan a los profesionales de la información, hasta de la sanidad que ya es trágica mofa. Pero reúne las condiciones para llevar a cabo el plan propuesto que se engarza con grandes objetivos ultras internacionales en la sombra. Pobres de nosotros, si no se reacciona. El Gobierno lo está haciendo con todo ese viento en contra. Parte de la ciudadanía parece alarmarse por fin ante al asalto que llega por todos los flancos. Hay motivo. Es serio, es grave, no queda otra.
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