Un “divorcio duro”: omertà o sororidad
Es vital para todas las mujeres, y para la sociedad en general, no dejar pasar las palabras de Núñez Feijóo que justificaron el maltrato a una mujer como consecuencia de “un divorcio duro”, quitándole así gravedad y, sobre todo, minimizando la condena y el rechazo social que merecen los hechos perpetrados por -no se nos olvide- un señor que aspira a ser representante del pueblo valenciano en las Cortes Generales. En este, y en cualquier otro caso de maltrato, debería operar el mismo rechazo social y absoluta condena que produciría la justificación de un asesinato o cualquier otro acto violento por una “mala noche de juerga”. La contienda política en una campaña electoral no puede ser excusa para desproteger a las víctimas de la violencia machista.
Que el señor Feijóo no reconozca la burrada que ha dicho le invalida de manera fulminante como presidente de un país que mantiene firme su compromiso con la igualdad, un compromiso que hemos asumido las mujeres en primera persona, nos llamemos o no feministas. Todas compartimos un anhelo por un futuro próximo de plena igualdad; lo he visto y compartido con mujeres de todas las ideologías en mi paso por el Congreso y en el Parlamento madrileño. Al principio me sorprendió, pronto lo entendí: nos va la vida en ello. A todas.
Las vivencias de las mujeres españolas que hoy tenemos entre 40 y 70 años se parecen mucho, ya se hayan vivido en primera persona o por amiga, hermana, hija o compañera de trabajo interpuestas. Todas somos supervivientes de esa omertà masculina que justificaba, permitía y, en el peor de los casos, alentaba desde los más leves actos machistas -como llamarte puta por disfrutar libremente de tu cuerpo como cualquier hombre- hasta las más graves agresiones físicas, emocionales y sexuales dentro y fuera de las relaciones de pareja.
Esta vivencia común de la desigualdad de género es la base sobre la que se ha construido el avance histórico del Feminismo. Son estas vivencias cotidianas del machismo las que han convertido a las mujeres en el mayor sujeto de cambio social en el final del siglo XX e inicio del XXI; es, la sororidad quien ha sido capaz de confrontar la omertà masculina de los abusos de su posición de poder.
Los hombres españoles de entre 40 y 70 años también tienen experiencias compartidas, su inconsciente masculino se ha construido en esa misma ley del silencio y requiere de un esfuerzo ímprobo romperla. Ningún hombre está exento de deslizar sus pensamientos por la justificación y la comprensión de actos machistas, pero lo cierto es que ya son muchos los que han tomado la decisión de enfrentarse a su inconsciente y cuestionarse sus valores para ser mejores, mientras otros siguen pensando que “un divorcio duro” justifica la violencia machista, como quien no hace tanto sostenía que son cosas privadas de las que no hay por qué opinar.
Es tarea de toda la sociedad romper con una aceptación cómplice de la violencia machista si, de verdad, nos creemos que es una lacra a extinguir de nuestro mundo presente, y, sobre todo, del futuro.
No se trata de una cuestión ideológica, sino de defender y mantener el bien común: las mujeres ya habíamos dejado atrás el tiempo del silencio ante las agresiones. No se trata de reconocerse o no como feministas; por encima de esa consideración, no debería ser aceptable en ningún caso que un hombre maltrate a una mujer, bajo ninguna circunstancia o relación, ello no puede tener cabida en una sociedad que se pretende civilizada.
Todas las mujeres de hoy aspiramos a un futuro en el que nuestras hijas y nietas no pasen por la experiencia cotidiana del machismo aceptado socialmente, y nos empeñamos en que nuestros hijos no sean parte de esa complicidad, esa ley no escrita que lo hace posible. Cada una de nosotras construimos una España mejor desde nuestra cotidianidad, todos los días, y el próximo 23J nos toca hacer lo más importante: votar en conciencia como mujeres que deseamos ser libres de toda violencia machista y de todo comportamiento social que la justifique y ampare. El próximo 23J se deciden muchas cosas para el futuro de España, una de las fundamentales será el futuro de las mujeres, nuestro futuro. El 23J debemos elegir entre omertà o sororidad. No nos equivoquemos votando.
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