Ha pasado una semana desde que Íñigo Errejón decidiera presentarse a las elecciones generales después de una leve, levísima, escenificación de aclamación militante por sus bases para pedirle que dé el paso. Tras una semana de argumentos, declaraciones, hechos, discursos y entrevistas es el momento de plantear las objeciones, críticas, preguntas y dudas que suscita la presencia de Más País en el panorama electoral en el seno de la izquierda, que de destripar cosas de izquierdas sabemos mucho y bien en el espacio poscomunista.
No esperen en estas líneas una deriva conspiranoica sobre las razones que han propiciado que se presente Más País a las elecciones. No es una creación de los medios de comunicación para debilitar a Pablo Iglesias, como no lo fue Podemos para destruir IU (como si hiciera falta una bola de demolición para moler gravilla). Ciudadanos no fue una creación del IBEX para impedir que Podemos ganara las elecciones. Y, sin embargo, su aparición no implicaba que hubiera grupos de poder que pudieran ver a Rivera con amabilidad por creer que podía servir a sus propios intereses. Al igual que ahora con Más País. El analista Víctor Lapuente dijo en la Cadena SER que su presencia suponía la aparición de una “izquierda cosmopolita…más verde y menos proletaria”, escenificando el modo por el que desde ciertos sectores orgánicos garantes de la Cultura de la Transición lo ven con más comodidad, demostrando a su vez lo poco que saben de lo verde y de lo proletario, pero lo mucho que muestran sobre sus temores y complejos.
Sobre la ideología y estrategias
Una de las cosas que caracterizaron la aparición de Podemos en 2015 fue la generalización del uso del concepto populismo como elemento de descalificación y término peyorativo, un arma arrojadiza que sirviera para denostar al partido de nuevo cuño. Si algo me ha llamado la atención de estos días es la nula aparición del concepto para definir a la nueva formación de Más País, cuando es la esencia que pudiera haber del populismo en Unidas Podemos. Laclau y Mouffle llegaron a España de la mano de Errejón y, aunque sus primeras declaraciones lo están dejando en un segundo plano, es una pulsión que sigue vigente en su ideario y que desliza con bastante cautela en su entrevista en este medio: “Hay que construir una fuerza política nacional y popular que se haga cargo de las necesidades de nuestro país y, en concreto, de los sectores más desfavorecidos o que están siendo más golpeados. Ese es el proyecto. Eso incluye contar, por supuesto, con toda la tradición de izquierda. Pero es más importante y va más allá. Porque va primero el país, y después las siglas”. Ya no se habla de populismo, cuando está más presente que nunca en una formación política.
Existe un elemento que ha pasado desapercibido, pero que propone un cambio drástico en el modo de plantear las líneas de acción política del nuevo tiempo. Una sustitución del carácter estructural del feminismo por el verde. Ya tenemos nueva moda (porque así lo tratan) en las líneas fundamentales de actuación de nuestros partidos de izquierdas. Más País ha virado el foco como elemento prioritario de sus acciones y de conformación de sus políticas para priorizar lo verde sobre lo morado, faltando al respeto el carácter transformador de ambos movimientos al validar las críticas injustas que se hace de la utilización de estos movimientos como mero instrumento de marketing electoral. Más allá de intentar transformar la sociedad, lo que transmite es que acompaña los movimientos vistos con más amabilidad en la gran opinión pública para lograr su favor. El feminismo ha dejado de estar en el centro de la acción política para derivar al ecologismo, el núcleo irradia verde: “Tenemos como seña de identidad entender el ecologismo como una inmensa oportunidad para la modernización económica y la justicia social. No es una candidatura a la que le sumamos lo verde como un aditivo, sino que entendemos que esa es la lucha política que más merece la pena, más urgente y que puede ser más productiva de los próximos tiempos, si lo hacemos bien”.
Sobre los objetivos
“Paso corto y mirada larga” es una de las sentencias más habituales en los cometidos estratégicos que Íñigo Errejón manejaba cuando se encontraba en Podemos. Es precisamente el antagonismo a esa máxima el que provoca más incomprensión en el observador externo por el proceder de Más País. Las mayores dudas y preguntas de la aparición nacional del nuevo partido se refieren a los objetivos por los que ha dejado esa visión del largo plazo para ceñirlo todo al inmediato. Con pocas perspectivas y poca ambición de poder realista. La histórica tensión de Rosa Luxemburgo de reforma o revolución, pero con escasa reforma y nula revolución. Al final quedan humores melancólicos de Bernstein.
El argumento fundamental de Íñigo Errejón para explicar la decisión de dar el salto a la política nacional es que quiere ser responsable para sumar de cara a la conformación de un gobierno progresista y que por eso, y para ello, solo se presentará a las circunscripciones en las que su presencia no pueda restar al bloque progresista.
El argumento es un nudo corredizo que ahoga su propio relato. Primero porque los movimientos en Murcia lo contradicen de forma flagrante. En segundo lugar, porque la escasa fuerza que esa estrategia sumará en términos numéricos no cambiará de forma sustancial la correlación de fuerzas, por lo que Unidas Podemos y PSOE seguirán necesitándose uno a otro. Más País en ningún caso evitará la ecuación que elimine a los de Pablo Iglesias del acuerdo sin presentarse en todas las circunscripciones, así que asoma una duda razonable a los objetivos que deberían responder: ¿Se presentan únicamente para minar fuerza negociadora a Unidas Podemos?
Otra duda más relevante sobre los objetivos poselectorales tiene que ver con una negación ya dada por Íñigo Errejón que choca frontalmente con sus movimientos en Madrid en ese sentido. Íñigo Errejón ha negado que Más País diera apoyo a un gobierno de PSOE y Ciudadanos. ¿Por qué entonces fue ese el movimiento que hizo en Madrid para intentar evitar el gobierno de PP con Ciudadanos y Vox?
En definitiva, son muchas las dudas. La izquierda poscomunista ha sido más fuerte cuanto más se ha diferenciado del PSOE y más beligerante ha sido con los postulados débiles, moderados y de nula transformación profunda de los socioliberales. Lo fue con Julio Anguita cuando se le acusó de ejercer “la pinza” con la derecha por no conformarse con el reformismo y acabó abducida y asimilada por el PSOE con Frutos después de que una escisión como Nueva Izquierda quebrara la unidad de acción de Izquierda Unida por querer manejar posicionamientos más suaves de entendimiento con Felipe González. Ese es uno de los mayores riesgos que puede correr Más País, el de acabar integrado por el abrazo del oso de Ferraz, al no encontrarse diferencias sustanciales para considerar a Más País una alternativa necesaria que aspire a sobrepasar al PSOE que, recordemos, siempre fue la aspiración de Errejón en Podemos. Algo no cuadra. Muchas cosas no cuadran y es necesario que Más País responda todos estos claroscuros que han aparecido en su prematuro, apresurado y atribulado movimiento estratégico.
Errejón siempre ha estado muy preocupado por los equilibrios. Siempre ha sido consciente de los riesgos que conlleva hacer malabarismos en el precipicio. Para afrontar estas contradicciones, ha pasado de citar a Lenin y sus equilibrios, a Ortega y Gasset con los cambios de opinión ante los cambios en la realidad. Pasar de Lenin a Ortega no es baladí, ni fortuito, y conlleva una carga de profundidad ideológica a la que conviene estar atento. Hay cierto riesgo al pasar de tener en el centro de acción política de la izquierda española el leninista análisis concreto de la realidad concreta frente a la visión orteguiana de España. El pervertido uso de Ortega y Gasset es uno de los elementos fundacionales del nacionalpopulismo español de raíz carcundera. No es extraño que su aparición en una formación en la izquierda de ámbito moderado provoque cierta ansiedad, desazón y preocupaciones legítimas.
No es necesario resignificar a Ortega para arrebatárselo a los adversarios, existen múltiples y granados ejemplos de referentes consolidados en la izquierda para expresar los cambios de opinión estratégicos propiciados por los cambios sobrevenidos. Sonaría mejor Errejón citando a Trotsky: “Los giros tácticos, incluso los más importantes, son absolutamente inevitables. Son el resultado de los cambios abruptos de la situación objetiva”.