En Barcelona existe una regla no escrita y es que gobierna el primero que llega. Pasó con el PSC durante décadas, con Convergència en la única legislatura en la que ha dirigido el Ayuntamiento y fue también así hace cuatro años tras la victoria de Ada Colau. A Xavier Trias hubo quien lo criticó por haber reconocido la victoria de los 'comuns' la misma noche electoral. Colau este domingo hizo lo propio con Ernest Maragall hasta que unas horas después matizó sus palabras. En Barcelona jamás se ha intentado una mayoría alternativa porque la aritmética no lo permitía, porque nunca se han planteado pactos antinatura o simplemente porque se daba por hecho que quien gana es alcalde.
Colau logró ser alcaldesa pese a que los 'lobbies' de la ciudad no la aceptaron nunca. Son esos mismos grupos (que tan bien se mueven por los despachos) los que se enfadaron con Trias por no haber intentado evitar que los 'comuns' gobernasen hace cuatro años. No pudieron evitarlo aunque esas élites nunca se dieron por vencidas. Cada vez que se disputa un partido quieren ganarlo o por lo menos controlar siempre la pelota.
La ruptura del pacto de con el PSC a raíz del apoyo de los socialistas a la aplicación del 155 alejó a la alcaldesa de una parte de sus votantes y todavía más de unas élites acostumbradas a ser muy bien tratadas por las instituciones. Los socialistas no han perdonado a Colau que dejase en manos de las bases de los 'comuns' la decisión de romper el acuerdo. Y los réditos electorales obtenidos por el socialista Jaume Collboni en el distrito de Nou Barris, el que era el principal feudo de Colau, podrían hacer pensar que ella se equivocó.
Ahora el PSC exige a la líder de los 'comuns' que se retrate y se sume a una alianza entre socialistas y Manuel Valls para evitar que Maragall sea alcalde. La líder de los 'comuns', la misma que el domingo dio por hecho que el candidato de ERC sería el nuevo alcalde, ahora ya no descarta nada.
Colau insiste en que hay que explorar un acuerdo de izquierdas y lo reclama cuando lo único que ha quedado claro es que ERC y PSC se vetan mutuamente. Para que Colau siguiese en la alcaldía necesitaría a los socialistas y que tres concejales de Valls (la candidatura apoyada por Ciudadanos) votasen a favor. ¿Alcaldesa gracias al apoyo de Valls? Preguntada explícitamente por ello en una breve comparecencia ante los medios, Colau evitó responder. En privado, algunos dirigentes de los comuns lo descartan y aseguran que antes de aceptar esos votos sería mejor pasar a la oposición.
El exprimer ministro francés, el candidato ungido por esas élites y grupos empresariales a los que Colau ha intentado plantar cara, y el PSC, un partido nada incómodo para esos mismos grupos de presión, son imprescindibles para una alianza envenenada con el argumento de que hay que evitar como sea que un independentista gobierne la capital de Catalunya. “El PSC no votará a Maragall ni por activa ni por pasiva y es Colau quien tiene que decir qué hará”, insisten en el equipo de Collboni. “Haremos lo que haga falta para que Barcelona no tenga un gobierno independentista”, proclama el siempre astuto Miquel Iceta. No aclara qué están dispuestos a hacer.
Aquellos que apelaban, con razón, a la cortesía parlamentaria en el Parlament para que Iceta fuese designado senador autonómico, ahora están dispuestos a “lo que haga falta” para evitar que el ganador de las elecciones en Barcelona, Ernest Maragall, sea alcalde de Barcelona. ¿Estará Colau dispuesta a lo que sea? Es la política, amigos.