Como madrileña de pura cepa que soy estaba malacostumbrada a pensar que lo que lo sucede en Madrid es lo que pasa en España. Cuando llegué a Andalucía, hace un año, en plena campaña electoral, descubrí que lo que pasa en esta comunidad puede pronosticar lo que pasará en España. El trasvase de votos del PSOE al PP, la ruptura de las izquierdas, el retroceso de Vox, la fiebre irracional por hacer de la tradición una religión y los efectos del cambio climático han sucedido ya en esta tierra, a la que todo el mundo acostumbra a mirar desde la óptica del folclore y no desde el análisis.
¿El problema de fidelidad del partido de Pedro Sánchez con sus votantes? Viaja a Andalucía para entender que no todo se explica con los años y los ERES. ¿El origen del conflicto entre Unidas Podemos y lo que entonces era el germen de Sumar? Sucedió ya en la comunidad que ahora gobierna Juan Manuel Moreno Bonilla, y hay declaraciones de Pablo Iglesias sobre aquella soñada confluencia de izquierdas. ¿El retroceso de la ultraderecha a favor de la derecha moderada? Nunca la intención de rentabilizar una idea de patria que no es real tuvo un fracaso tan notorio a favor de un político que hizo mejor campaña que gestión.
Aquí será, también, donde se dé el debate sobre el agua como recurso limitado o como prodigio, como truco de magia que pueda sacar de la chistera cualquier político. Que la realidad es más disparatada que la ficción y que somos una parodia de nosotros mismos es una constante en Madrid. No me extraña verla en ocasiones en Andalucía, aunque sea una tierra acostumbrada a la precariedad y a la melancolía, a la que se ha mantenido lejos de todo menos de su propia caricatura. Hace muchos años que se han desprendido del poso pringoso del señoritismo, el machismo, los prejuicios, la ignorancia y el dolor. Enseñorearse es lo que permite al presidente de la Junta de Andalucía, asentado ya en su cargo, abandonar su moderación para hacer alegatos populistas cercanos a Ayuso o al independentismo catalán. “Por encima de Andalucía no van a pasar”. Un argumento que no va a salvar a los regadíos porque ya no llueve a gusto de nadie ni el agua va a brotar milagrosamente de la tierra.
No va a existir la primavera andaluza, tan rociera y de Feria de Sevilla. Nunca ha llovido mucho pero aquí no hay ni esperanza de oír el sonido del agua para correr a recoger el tendal. Pronto solo quedará la añoranza de una lluvia imposible. Ante unos meses abrasadores, gestionar los escasos dones naturales ha sido siempre sabiduría de esta tierra. Esa cualidad y renunciar al negacionismo y la propia vanagloria son condiciones para un futuro que ojalá empiece, otra vez, en Andalucía.