En los últimos días todos hemos roto relaciones de forma más o menos ruidosa, más o menos explícita. Colegas, amigos e incluso familia. También esos grupos de Whatsapp de los que antes nos quejábamos porque no paraban de sonar, siempre activos, en la mayoría de los casos sin grandes intercambios de información útil. Pero lo cierto es que era gente con la que te relacionabas normalmente, con la que compartías, grupos en los que se y te felicitaba el cumpleaños de forma amistosa. Pues bien, también estas relaciones se han visto muy afectadas, algunas tocadas de muerte, por el procés.
Los ánimos se han exaltado, se han creado barricadas, trincheras intelectuales, mediáticas, amicales y familiares. Muchos ya no hablan, se lanzan acusaciones de ser esto o lo otro por apoyar esta o tal actuación. Y como no dejan de suceder cosas, la política mediática es así, en nuestro caso aquello de que después de la tormenta llega la calma no es algo por lo que hayamos tenido la suerte de pasar todavía.
Ahora bien, igual que se han roto relaciones, se han empezado otras, se han construido nuevos puentes con personas a las que conocíamos poco o nada pero a las que la sensación de incredulidad, de miedo, de soledad nos ha unido, creándose nuevas redes de complicidad, incluso, solidaridad intelectual y emocional. Desde hace unas semanas tengo la suerte de estar en un grupo de whatsapp de mujeres de muy distinta procedencia social, cultura, profesional e ideológica, a muchas de las que cuales no conocía de nada, que se ha convertido en una suerte de salvavidas emocional. Nuestras conversaciones se focalizan en los momentos que atravesamos en Catalunya que son los más duros que hemos vivido colectivamente las últimas décadas y cómo el proceso nos ha partido por la mitad, nos ha ido separando de personas a las que queríamos, respetábamos, admirábamos, etc. Y, lo peor, nos ha ido colocando en bandos, palabra que denota que hay un nosotros y un vosotros, un o conmigo y contra mi… un “a por ellos” en definitiva. Los bandos no admiten matices: para ser del club hay que mantenerse pura e incólume, no ceder ante las consignas de los otros.
Y las consignas tienen un problema y es que normalmente son grandes simplificaciones de realidades muy complejas y, por tanto, vacías de un contenido que permita argumentar. Pero son útiles para enfrentar a las personas, para colocarlas en sus bandos respectivos. Por ello, si se te ocurre salirte de la consigna, las cosas se complican sobremanera. Te conviertes en un sujeto extraño, desleal, incluso traidor, que ha defraudado las expectativas generadas. Expectativas que, además, cada cual ha construido sobre ti, escuchando solo una parte de tu discurso, las que les ha interesado. Los matices nos sitúan en una zona gris, en la que puede hacer mucho, mucho frío.
Sin embargo, los matices te permiten afirmar, por ejemplo, que el Partido Popular no ha sabido gestionar políticamente el creciente descontento en Catalunya con la forma en que el Estado gestionaba sus ganas de reafirmar su propia identidad política. Que el PSOE tiene un problema con la idea de unidad a la que protege como a una piedra sagrada, lo que le impide dar pasos hacia el verdadero reconocimiento de la pluralidad nacional que existe en España y que es buena, es enriquecedora y solo es peligrosa si se esconde y no se gestiona. Que Podemos ha hecho un flaco favor a una izquierda no independentista que ha visto que los partidos soberanistas se llevaban por delante las instituciones de autogobierno en Catalunya a las que el 155 ha dado un golpe durísimo, golpe que nos hubiéramos ahorrado si el President Puigdemont hubiera convocado elecciones cuando tuvo oportunidad. O que Ciudadanos, con su vociferante mano dura, para el golpe pero no soluciona los problemas de fondo. Hay que decir también que España, el Estado, tiene muchos defectos y que es muy mejorable, que tenemos un pacto constitucional que se hunde porque algunos lo tienen secuestrado y lo van a romper de tanto quererlo. Que algunos jueces no han entendido el contenido y alcance de la libertad de expresión, que sí incluye mensajes incómodos e hirientes. Pero que en España no hay presos políticos, y que los procesos judiciales se han abierto contra personas que han incumplido la ley porque los gobernantes, cualquiera, no pueden saltarse la ley porque esa es la base del Estado de derecho democrático. Igual cabe afirmar que no deberían estar en la cárcel, porque como cientos de jueces hacen en España cada día, hay alternativas a la prisión provisional que también mantienen a salvo el objeto del proceso.
Ahora bien, para ver los matices, hay que escuchar y estar dispuestos a admitir que nuestro interlocutor puede tener su parte de razón. Hay que olvidar las líneas rojas, quizá incluso hay que cambiar de interlocutores, y hay que dejar los cálculos electorales de lado. En fin, hay que respirar y , sobre todo, hay que dejar de tratar al otro como un enemigo.