Europa aguanta. Pedro Sánchez, también

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La ultraderecha no venía a subir en estas elecciones europeas. Eso ya estaba amortizado. Que no les mareen los titulares de los mismos que daban por hecho ese ascenso. La idea de Europa vuelve a sobrevivir, otra vez, a la poderosa coalición de intereses que lleva intentando enterrarla desde la Gran Recesión.

El grupo de Conservadores y Reformistas y el grupo de Identidad y Democracia venían a situarse como socios preferentes de la derecha conservadora y cambiar el rumbo del proyecto europeo para, primero frenarlo, después empezar a desmontarlo. No lo ha conseguido. Esa es la buena noticia. El bloque central que ha construido la Unión conserva la mayoría, reforzando al Partido Popular Europeo y desgastando dentro de lo razonable a los socialdemócratas.

Los liberales y los verdes pagan con sus notables retrocesos el ascenso de la ultraderecha abiertamente antieuropea que lidera Marine Le Pen y la ultraderecha disimuladamente antieuropea que comanda Giorgia Meloni. El papel que jueguen las dos ultraderechas en Europa durante los próximos años será aquel que le concedan los conservadores europeos en el día a día de la acción legislativa del Parlamento Europeo y la labor de gobierno de la Comisión Europea; ni más ni menos. A los populares les corresponde elegir si los mantienen a las puertas o se las abren para que entren y les sigan comiendo el espacio y el programa. Ellos sabrán. La ultraderecha será en Europa lo que le siga dejando la derecha conservadora.

El ascenso de la ultraderecha en todo el continente carbura sobre dos motores: la bunkerización de Europa como único proyecto común y el descontento con la gestión de los gobiernos nacionales, tanto de derecha conservadora como de izquierda socialdemócrata. El primer motor ha funcionado a la perfección, avivado por la incapacidad de construir un discurso común en política de inmigración o los titubeos en política energética o climática. Sin una Comisión fuerte que cambie esa dinámica, seguirá empujando a toda máquina.

Ha fallado parcialmente el segundo motor. El voto del malestar con el gobierno de Macron les ha catapultado en Francia, pero solo parcialmente en Alemania y menos aún en España, Portugal, Grecia, Polonia o Finlandia. Quien gobierna suele pagarlo en las elecciones europeas. La factura ahora la pasa la ultraderecha, pero los costes se siguen generando casi siempre en clave nacional. Décadas de escuchar a los grandes partidos nacionales echarle la culpa a Europa de todo cuanto fuera impopular o fuera mal tienen este nada sorprendente resultado.

El enésimo plebiscito contra Pedro Sánchez planteado por el Partido Popular vuelve a dar el resultado ya conocido. La goleada anhelada se queda en victoria normalita. La única mayoría de gobierno posible se construye en torno a Pedro Sánchez y el PSOE. A Núñez Feijóo no le da con la ultraderecha y con los nacionalistas no le deja la ultraderecha; con la diferencia de que antes tenía a Vox a su derecha y ahora sigue teniendo a Vox y además a un difamador profesional.

Otra elección más se constata que no se puede gobernar en España sin los nacionalistas. Otra elección más se comprueba que el espacio a la izquierda del PSOE es su propio y peor enemigo. Tras tres derrotas electorales sucesivas de Podemos, la crisis la tiene ahora Sumar. A Pedro Sánchez se le aclara buena parte de la legislatura. A Núñez Feijóo le toca decidir si sigue empantanado en la melancolía de otra victoria que fue, pero no pudo; o asume que le toca liderar la oposición y armar una alternativa en lo que dure la legislatura, antes de que le aparezca algún partido más por la derecha de su derecha.