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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

La Europa que queremos

Las Previsiones de Primavera de la Comisión Europea dibujan un panorama desolador: la recesión continuará asolando la zona euro durante 2013 y solo en 2014 observaríamos crecimiento positivo, si bien tan anémico que apenas se transformará en leves caídas en el nivel de paro. El caso de España es sin duda más alarmante. En 2013 se agravará la recesión y en 2014 no conseguiremos crecer por encima del 1%. Toda la Europa del Sur, de manera muy particular Grecia, se ahoga en la recesión y el desempleo. Como en una pesadilla, semestre tras semestre postergamos la salida de la crisis al semestre siguiente. “El crecimiento está a la vuelta de la esquina” nos dicen, pero esa esquina no parece tener fin.

El sur de Europa se enfrenta a un futuro de crecimiento débil en los próximos lustros, un estancamiento derivado de las altas tasas de desempleo, una deuda privada en niveles insostenibles, un ulterior deterioro de los balances bancarios y un canal de crédito disfuncional.

Los datos que proporciona la Comisión Europea no dejan lugar a dudas. La deuda privada es uno de los principales desequilibrios a los que se enfrenta la economía española. Durante la década que siguió a la introducción de España en el Euro, el flujo de crédito al sector privado fue de tal magnitud que el stock de deuda privada alcanzó el 227% del PIB en el año 2010. Al finalizar 2012 solo se había reducido hasta el 213% del PIB. Esta enorme carga nos fuerza a un desapalancamiento que repercute negativamente en la demanda doméstica y en el crecimiento económico.

La dificultad para repagar las deudas en un entorno recesivo se ha traducido en decenas de miles de millones de euros en activos impagados o de dudoso cobro, no solo concentrados en torno a los grandes promotores inmobiliarios, sino también en las familias y pymes. La dificultad para acceder al crédito, la recesión de demanda y las lúgubres perspectivas para los próximos años auguran un negro futuro con los consiguientes efectos de segunda ronda para el conjunto del sistema financiero español. Serán necesarias nuevas inyecciones de capital en la banca. Las normas europeas de funcionamiento del MEDE deberían ser lo suficientemente flexibles para utilizar los fondos de manera inteligente y actuar de manera preventiva.

La experiencia histórica nos muestra que la salida de una crisis financiera es siempre difícil y no inmediata. Pero incluso para los estándares de este tipo de crisis, la actual es particularmente destructiva. Sin duda alguna la complejidad en la toma de decisiones del gobierno económico europeo contribuye a esta situación. Pero de manera particular, la excesiva duración de la crisis se debe achacar al diseño y a la orientación de la política económica impuesta desde los estados miembros de la Europa conservadora representada en el Eurogrupo. La política fiscal sin sentido, procíclica y contractiva, está imponiendo una barrera adicional al crecimiento. La austeridad malentendida, que es en realidad derroche contractivo pues, al recortar en sectores clave para el crecimiento futuro, condena a los recursos productivos a su infrautilización, impide la reactivación y malogra los objetivos de consolidación. Nadie niega la necesidad de reducir los elevados niveles de déficit y de contener la creciente deuda pública. Pero la consolidación fiscal se debe diseñar de manera inteligente, protegiendo especialmente aquellas partidas del presupuesto público que más afectan al crecimiento potencial y a la cohesión social y ser conscientes de que en medio de una recesión, el efecto multiplicador de los recortes contribuye aún más a la caída de la actividad económica.

Tenemos que insistir en la necesidad de reducir el ritmo de consolidación, porque si no la realidad nos lo terminará imponiendo a un coste mucho mayor. Con una política monetaria llevada hasta el límite e incapaz de reactivar la economía, debe ser la política fiscal la que tome el relevo en la tarea de impulsar la demanda. Las instituciones europeas tienen que reconocer ya su error, salir de posiciones dogmáticas que chocan con la realidad diaria de más de 26 millones de europeos parados y utilizar los instrumentos de los que disponen con mayor flexibilidad. La estabilidad fiscal en el medio plazo no se conseguirá sin un impulso decidido en el corto plazo.

A pesar de los progresos realizados en el ámbito financiero, los gobiernos europeos continúan dilatando las decisiones que permitirían desnudar el balance de los bancos. La transparencia como requisito indispensable para que comience a fluir el crédito hacia las unidades productivas creadoras de empleo y crecimiento. ?Tiene sentido que haya pasado prácticamente un año desde que los líderes europeos acordasen la recapitalización directa por parte del MEDE y que todavía no haya luz verde para su aplicación? La recapitalización directa de los bancos contribuiría a romper el círculo vicioso entre riesgo soberano, riesgo bancario y sistema productivo. Los otros elementos de la Unión Bancaria, el Supervisor Único, el Fondo de Resolución y el de Garantía de Depósitos, deben ponerse en marcha cuanto antes para garantizar un correcto funcionamiento del sistema financiero europeo y evitar su fragmentación. Mientras que esto no suceda, la trasmisión de crédito hacia las PYMEs continuará inoperante. No cabe duda de que habrá países que, dada su posición fiscal saneada, deberán asumir una mayor carga. Pero de eso trata la solidaridad, concepto sin el cual Europa no tendría sentido.

Este escenario lúgubre, sin embargo, no debe dejarnos caer en el pesimismo, debemos combatir el determinismo de una Europa zombi incapaz de hacer frente a sus desafíos de una manera decidida, confiando en la democracia, aunando el interés general, el de mayoría de los ciudadanos.

De la Europa que queremos debatiremos este jueves con el líder del principal partido de la oposición griega, Alexis Tsipras. ¿Por qué Alexis Tsipras y Economistas Frente a la Crisis? Porque coincidimos en que la crisis está siendo utilizada como la coartada que faltaba a poderosos intereses para conseguir lo que con crisis y sin crisis siempre han querido: deteriorar la capacidad distributiva del modelo de Estado de Bienestar, en nuestra opinión, único fundamento que justifica la existencia de la Unión Europea ante los europeos y ante el mundo.