Será desmoralizante que no llegue a haber un gobierno de coalición. Lo de menos serían los cadáveres políticos que tendrían que dejar obligatoriamente a su paso las fallidas negociaciones entre Sánchez e Iglesias, entre Calvo y Enchenique: el cadáver más triste será el de una ciudadanía a la que el fracaso de esas personas y de sus formaciones ha inoculado un fatal desánimo, el cadáver de la afección política, los cadáveres que votarán como zombis (los que voten) en unas nuevas elecciones. Esa será la tierra quemada que dejen a su paso. Se dice que hay inquietud en los partidos por la desmovilización electoral que anuncian los sondeos. Y se entiende que es una inquietud partidista que poco tiene en cuenta los intereses de sus votantes. Se dice también que nadie está dando su brazo a torcer, lo cual no es cierto: no están dando su brazo a torcer ni Sánchez ni Calvo, el PSOE; Iglesias y los que le quedan han llegado al límite del retorcimiento. No se puede culpar igualmente a Podemos, cuando la responsabilidad de formar gobierno le corresponde al presidente en funciones.
Si, por lo que ha demostrado a lo largo de cinco meses, y a pesar de lo que había más que insinuado antes su líder, el PSOE no tenía intención alguna de gobernar con el apoyo de Podemos, lo que ha hecho el PSOE es timar a sus militantes, a sus votantes y a todo el país. Y lo lógico, en sentido estricto, es que tenga que pagarlo en las inminentes urnas, lo cual no solo será una transacción injusta, porque el precio nos hace pagarlo a todas, sino que es un contrasentido para sus propios intereses y, por tanto, una estrategia absurda. Salvo que Sánchez encontrara el apoyo en Ciudadanos, lo cual era una quimera, el de Podemos era imprescindible: estremece deducir que hubiera preferido negociar con Rivera e, incluso, que hubiera llegado a los acuerdos que no ha querido con Iglesias. Ese Sánchez que le contaba a Évole cómo se negó a las presiones de Prisa y del IBEX, tendrá que explicar a la historia los detalles de haberle frenado el curso que el sistema le estaba permitiendo: un gobierno socialdemócrata con tintes de izquierda. Tras el fracaso en los objetivos, no solo debería apartarse con su equipo de la responsabilidad política y de gobierno, sino que debería dar pormenorizadas explicaciones.
Aunque para entonces fuera tarde, lo mínimo que merece un país que te ha hecho el encargo de gobernar es dar cuenta de lo que has considerado que lo impedía. “No puede ser”, fue la sonrojante respuesta que Carmen Calvo dio al actor José Sacristán cuando éste le pidió que se pusieran de acuerdo con Podemos. “No podemos hipotecarnos de esa manera. Caemos otra vez en la misma piedra”. Sánchez deberá explicar a qué se refería, exactamente, su vicepresidenta. Cuál sería, exactamente, esa hipoteca. ¿Qué es, exactamente, lo que “no puede ser” para un gobierno de coalición? ¿El Concordato con la iglesia católica? ¿La educación laica? ¿El derecho a decidir de Catalunya? ¿Los presos políticos? ¿La tauromaquia y los derechos animales? ¿La libertad de expresión y la Ley Mordaza? ¿La monarquía? ¿Los mandatos del IBEX? ¿Los derechos laborales? ¿Las políticas fiscales? Exactamente, ¿qué? Pues, en lo que a piedras se refiere, “la misma piedra” es un posible gobierno de derechas, y ahora con el apoyo de la ultraderecha desenmascarada. La misma piedra es el bipartidismo. Porque la misma piedra parece ser que el PSOE se entiende mejor con la derecha que con la izquierda, en ese juego setentero de la alternancia.
El argumento que da el PSOE es que le falta “confianza” para incorporar a Podemos en el Consejo de Ministros. Más allá de lo soberbio que resulta considerar ese Consejo como un club privado, y de lo ofensivo que resulta para los cargos electos de Podemos que pudieran formar parte de él, lo que demuestra esa excusa dada por Sánchez para no seguir con las agónicas negociaciones es que ese Consejo tiene algo, o mucho, que ocultar, lo que resulta preocupante, y en gran medida también ofensivo, no solo frente Podemos sino frente a la ciudadanía. ¿En qué no confía Sánchez? ¿En que los de Podemos se vayan de la lengua sobre asuntos delicados? ¿Es que no hay una cierta transparencia sobre esos asuntos, por delicados que sean? ¿O es que se trata de otros asuntos? ¿Qué asuntos son esos?
La existencia de Podemos siempre repugnó al PSOE, incluso cuando aún solo existía su germen, el movimiento ciudadano del 15M. Le repugnaba porque venía a cuestionar la hegemonía de su espacio como presunta izquierda y porque pone palos en la rueda de su statu quo. No es que Sánchez no soporte a Iglesias, es que el PSOE no soporta a Unidas Podemos. Se puede decir que viceversa, y habrá mucho de cierto, pero también es cierto que Unidas Podemos (tanto sus líderes como sus bases, que han sido consultadas) ha tratado, con todos los errores que hayan cometido sus líderes o se les quiera atribuir, de aprovechar la única oportunidad que la historia española reciente había ofrecido para que las izquierdas estuvieran en el Ejecutivo del gobierno. Si eso no llega a ser posible, si al final el PSOE se rige por aquella bochornosa frase de Carmen Calvo -“no puede ser”-, la razón habrá que buscarla en esa repugnancia que los socialistas no han sido capaces de superar. O, peor aún, en la espuria victoria que esa repugnancia puede reportarles: por mal que le fuera al PSOE en las elecciones del 10 de noviembre, confía en la permanencia de su formación política (ya recordó la propia Calvo que tiene 140 años), mientras que, acaso, ayuden a dinamitar a esa formación de confluencias que parecen temer más que a la ultraderecha. Porque confían en que, a fin de cuentas, la ultraderecha no pase de ser más que el grano en el culo de sus verdaderos socios de siempre: los gobiernos de derechas que le permiten ir y venir del gobierno a la oposición.