El eje de la política española narrado por multitud de medios de comunicación sitúa el extremismo en Unidas Podemos y pasa de puntillas por las políticas que defiende Vox. El primero defiende medidas socialdemócratas propias del PSOE de hace veinticinco años o de cualquier socialdemocracia europea: una serie de derechos básicos para los sectores más vulnerables, como la mejora de las pensiones, el aumento del salario mínimo interprofesional, un sistema impositivo más justo y progresivo y una Ley de Vivienda que regule el precio del alquiler.
El segundo partido mencionado, Vox, niega derechos fundamentales, difunde cotidianamente discursos de odio que están quebrando nuestra sociedad y defiende políticas económicas que privilegian a los que más tienen. Sin embargo es llamativo observar cómo el primero es tildado diariamente de extremista, radical, peligroso, conflictivo, mientras el segundo sigue sin ser un objetivo claro y cotidiano de las críticas mediáticas y cuenta con grandes altavoces.
El candidato Ángel Gabilondo ha caído en una parte de esa trampa. Con la comprensible intención de arañar votos a Ciudadanos ha querido desmarcarse de Unidas Podemos, pero para ello ha cometido la equivocación de emplear un argumentario falaz, colocando a Iglesias en la misma línea que a Ayuso, criticando el clima de “confrontación y extremismo” que atribuye a ambos, como si fueran parte de lo mismo.
Gabilondo ha dicho que formaría gobierno con Ciudadanos y Más Madrid pero no con Unidas Podemos: “Con este Iglesias, no”. “Me intranquilizaría que alguien con un planteamiento extremista y radical formara parte del Gobierno”, ha añadido.
Con estas palabras el candidato del PSOE en Madrid dirige la acusación de extremismo a Pablo Iglesias, a quien presenta como alguien menos fiable que Ciudadanos, la formación que facilitó un gobierno de Ayuso pactando con el PP y Vox, y la que en junio del pasado año impidió la reprobación del consejero de Sanidad, a pesar de que éste había impulsado el protocolo que prohibió trasladar a los enfermos de COVID-19 de las residencias de mayores a los hospitales para su cuidado y tratamiento.
El consejero de Políticas Sociales, Alberto Reyero, de Ciudadanos, reconoció que los protocolos que se habían llevado a cabo eran “poco éticos y probablemente tampoco legales”. Pero terminó votando en contra del cese del consejero de Sanidad, solicitado por Unidas Podemos con el apoyo de Más Madrid y PSOE. Unidas Podemos es una de las formaciones que ha confrontado las políticas de Ayuso desde el inicio de su mandato. Ciudadanos, mientras, las blanqueaba.
Se puede hacer una campaña de centro, dejar claras las diferencias con Unidas Podemos, intentar captar votos que anteriormente fueron a Ciudadanos, pero sin dar por buenos postulados artificiales que convienen a la derecha y que nos desvían de la amenaza real.
Seguro que le parecen interesantes al candidato Gabilondo las recientes palabras de su hermano, el periodista Iñaki Gabilondo, quien decía lo siguiente:
“¿Se han dado ustedes cuenta de que estamos observando el peligro que puede constituir la amenaza del socialcomunismo, del cual permanentemente nos hablan, cuando todos los elementos de inestabilidad de los que nos hablan proceden del otro rincón?”
Y proseguía: “El crack de 2008, los magnates de Wall Street con el pensamiento neoliberal; el Brexit, el partido conservador de Cameron; el lío en EEUU que nos ha llevado hasta el asalto al Capitolio, el partido republicano de Trump; ahora el lío que tenemos aquí montado con la salsa que tienen organizada los del centro derecha y el tripartito de Colón, y todos mirando a la amenaza que significa el otro sitio. Estamos con el cuidado que nos viene el lobo y mientras tanto nos come el tigre”.
Nos come el tigre del neoliberalismo, que fomenta la desigualdad. Nos come el tigre del racismo, con discursos diarios que estigmatizan a las minorías y difunden el odio. Nos come la equidistancia, que coloca en el mismo lugar a formaciones que proponen políticas socialdemócratas y a partidos de extrema derecha, creyendo además que estos últimos no suponen ninguna amenaza. El objetivo a estigmatizar y a atacar desde demasiados medios de comunicación es Unidas Podemos, no Vox.
La doble vara de medir es diaria y machacona. Que formaciones de la izquierda madrileña defiendan un sistema impositivo más progresivo, con un reparto más justo en el pago de impuestos, es peligroso 'socialcomunismo'. Que un candidato de un partido que se denomina socialista apueste por “no tocar la fiscalidad madrileña” no da lugar a escándalo, siendo Madrid una de las regiones con más desigualdad salarial y con más privilegios fiscales para los que más tienen. Sería interesante que Ángel Gabilondo explicara cómo piensa reforzar entonces la sanidad, la educación y las políticas sociales públicas.
Tampoco es escándalo mediático que una parte del Gobierno central, la que ocupa el PSOE, haya decidido incumplir el compromiso en materia de vivienda adquirido con Unidas Podemos y sus socios parlamentarios, solicitado además por nueve mil organizaciones sociales, culturales y populares. De hecho, en un espacio nada desdeñable del debate público, quienes son presentados como radicales, extremistas o cabezotas son aquellas formaciones que intentan cumplir el pacto, y con ello garantizar un derecho básico.
Hace más de cuarenta años determinados políticos y constructoras hablaban de la necesidad de “erradicar” las casas bajas de barrios como Orcasitas o Vallecas en Madrid, con el objetivo de emplear ese suelo para su enriquecimiento. Cuarenta años después el problema de la vivienda sigue atravesándolo todo, e incluso más. Muchos jóvenes no pueden independizarse, muchos mayores viven con el agua al cuello destinando gran parte de su sueldo a pagar un alquiler que les asfixia. Al igual que entonces, también hay políticos que usan el término “erradicar” para defender desahucios, abusos y privilegios.
La vivienda es un derecho, no una simple mercancía con la que especular y enriquecerse ilimitadamente. Sin embargo, el PSOE se ha enrocado defendiendo los intereses de los fondos buitres y de los grandes propietarios de casas, violando su compromiso de Gobierno de regular el precio del alquiler y taponando una medida que daría respiro a muchas familias. Ante la regulación del precio de las mascarillas, hubo 'expertos' que auguraron desabastecimiento, caos, apocalipsis. Sin embargo, en la práctica esa medida ha supuesto una necesaria bajada de su precio y, por tanto, mayor acceso.
Con la vivienda ocurre lo mismo. Regular el precio del alquiler no implicará acabar con su rentabilidad, pero sí evitar burbujas y lucros excesivos que impiden a mucha gente acceder a una vivienda. No hay libertad posible sin el cumplimiento de los derechos humanos. No hay mayor confrontación que la que genera el sálvese quien pueda. No hay mayor extremismo que aquél que impide a un ser humano asegurarse un techo digno.
Pero cuánto extremismo el de Pablo Iglesias, cuánta confrontación la defensa del derecho a la vivienda, cuánto bien los que se aliaron con la extrema derecha.