Feijóo necesita las gallegas y las europeas. Sánchez, las catalanas

16 de febrero de 2024 22:28 h

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Alberto Núñez Feijóo necesita ganar las elecciones gallegas de este próximo domingo y, en junio, que el PP barra en los europeas. Si no lo logra, su liderazgo entrará en tela de juicio en su propia formación, el Partido Popular. La estabilidad política de Pedro Sánchez, por su parte, puede soportar una derrota en estos dos comicios, aunque si aguanta, remontará. Lo que necesita el actual presidente del Gobierno es ganar las elecciones catalanas, que se celebrarán como tarde dentro de un año, aunque podrían adelantarse a algún momento de 2024.

“Ganar” no es lo mismo en uno y otro caso. En Galicia, a Feijóo no le basta que el PP llegue en primer lugar -eso está garantizado- sino que repita una nueva mayoría absoluta. Menos, sería una derrota, incluso si esa mayoría se logra con Vox, que hasta ahora se ha mantenido fuera del parlamento gallego. Si no lo consigue, será un triunfo para Sánchez. El segundo partido, que encabezaría la Xunta sería con el “efecto Pontón”, el BNG, el único que no plantea estas elecciones en términos nacionales sino gallegos, no el PSOE, aunque lo que se miden ya son coaliciones, de gobierno o parlamentarias.

“Ganar” en Cataluña -el PP y Vox, sólo pueden aspirar a avanzar, nutriéndose del hundimiento de Ciudadanos- significaría que los independentistas (Junts, ERC y la CUP) perdieran la mayoría absoluta de escaños en el Parlament, lo que abriría paso a un Gobierno presidido por Salvador Illa, con, posiblemente, ERC y los Comuns, un nuevo tri o cuatripartito. Confirmaría el fin del procés, y el inicio de una nueva etapa en Cataluña. Y en España. La política de Sánchez hacia Cataluña, incluida la amnistía, saldría vindicada, y abriría un horizonte de lo que el presidente gusta en llamar “concordia” nacional. Sánchez habría triunfado. Y Feijóo, fracasado. Está por ver si los suyos permitirían al gallego volver a intentarlo -especialmente si se adelantaran las elecciones- o, por el contrario, forzarían su sustitución. ¿Por Isabel Díaz Ayuso o por Juanma Moreno?

Por el contrario, el que los independentistas conservaran la mayoría, no digamos ya si un Carles Puigdemont libre se presentara y volviera a encabezar la Generalitat, podría marcar el fin de Sánchez. Un problema es que la amnistía y todo lo que la rodea está debilitando el voto al PSC, pues hay mucho descontento en su seno, y, por lo tanto, no favorece a Salvador Illa. Pero hay tiempo. Aunque un tiempo lleno de imprevistos, como se está viendo con la revuelta de los agricultores estos días en España y en otros países europeos, el asesinato en aguas de Barbarte de dos Guardias Civiles por narcotraficantes a la fuga, la oferta de Feijóo de indulto “con condiciones” a Puigdemont y otros prófugos, y quién sabe qué. ¿El “todo se sabrá” de Puigdemont? Quizás podría haber algo positivo pese al posterior desmentido de Feijóo: que, por debajo de la retórica y el ruido, las distancias entre el PP y el PSOE en el tema catalán, en la concordia y en la estructura territorial de España no sean irreconciliables. Que el PP haya podido asumir, aunque solo sea fugazmente, que los indultos que tanto criticó relajaron radicalmente la tensión, social más incluso que política, en Cataluña, es un avance.  

Estamos en un póker político de gran envergadura, en un país políticamente complejo. Desigual, pues Feijóo está librando la partida contra tres adversarios: Sánchez y los socialistas, Vox, y en su propio partido. Sánchez sólo tiene enfrente a Feijóo y el PP, con Vox que contribuye a sus fines. La subida de la ultraderecha en diversos países se verá en las elecciones de junio al Parlamento Europeo que parecen gratuitas, pero no lo son por el poder que ha adquirido la Eurocámara y por la influencia de esta votación en los sentires nacionales. Vox puede subir o bajar, pero no se ve su final, pese a que su liderazgo sea mucho más burdo que una Marine Le Pen, una Giorgia Meloni o un Geert Wilders. Vox no ha entendido que su futuro, si lo tiene, tendrá que ser rojipardo. Es decir, en España con nostalgia del franquismo, iliberal en derechos políticos, sociales y de género, unitario y estatista, y portavoz de los desamparados, y de los ricos. En la protesta de los agricultores ha visto un salvavidas.

Están también las elecciones vascas, que apuntan para abril. En Euskadi, la pugna por el primer puesto es ahora entre el PNV y Bildu, con los socialistas en tercer lugar, hacedores de mayorías, aunque en este caso Sánchez necesita que tanto el PNV como Bildu le apoyen en el Congreso de los Diputados. Si no llega primero el PNV, se puede encontrar con que la situación en Euskadi le plantee un dilema de compleja solución. ¿Apoyar a Bildu en Euskadi y perder el apoyo del PNV en Madrid? Seguro que prefiere que las cosas sigan como están. Mientras, el PP y Vox aspiran a subir, como Sumar y Podemos que también pueden tener un papel relevante.

Quizás las vascas sean las menos nacionales de todos estos comicios, aunque su resultado afecte a la estabilidad del Gobierno de coalición en España. Los demás, las elecciones gallegas y catalanas, se están planteado con una importante componente nacional, salvo para el BNG. También, como siempre, las europeas. Aunque quizás, ante el reto de la extrema derecha en casi toda la UE, que está contaminando al centroderecha, por una vez cobren una dimensión auténticamente europea en vez de ser una suma de elecciones nacionales. 

Un tema supuestamente europeo que está repercutiendo en todos los marcos nacionales es el gran Acuerdo Verde, en el que varios Gobiernos y la propia Comisión Europea están dando marcha atrás ante la oposición de diversos grupos de la sociedad a los costes sociales, económicos y de forma de vida, que apuntaba algunos aspectos de la lucha contra el cambio climático. Anteayer los “chalecos amarillos” en Francia. Ayer los ciudadanos alemanes que rechazaban la obligación de cambiar sus calderas de gas por otras eléctricas. Hoy los agricultores, que representan solo un 4% de los trabajadores activos en la UE, pesan mucho más en la política. Su protesta, llena de razones y también de sinrazones, no es solo contra la agenda verde, sino contra los recortes de algunos subsidios agrarios y las importaciones de fuera de la UE. ¿Y mañana? Los imprevistos van a marcar estos horizontes electorales, y de elecciones que van más allá de lo político, pues en su trasfondo son guerras culturales. En EE UU y aquí.