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Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

El feminismo radical y el feminismo femenino

El alcalde de Alcorcón, David Pérez, dijo que sus palabras habían sido sacadas de contexto. Estas palabras “Siempre me ha parecido muy sorprendente que hayamos llegado al siglo XXI todavía con ese feminismo rancio, un feminismo radical, totalitario, vigente e incluso influyendo en las legislaciones y marcando la agenda política. A pesar de todo, ahí sigue habiendo ese movimiento feminista, influyendo, opinando e imponiendo, que es lo que verdaderamente le gusta a ese tipo de movimiento (...) en muchos casos son mujeres frustradas, mujeres amargadas, mujeres rabiosas y mujeres fracasadas como personas, y que vienen a dar lecciones a las demás de cómo hay que vivir y cómo hay que pensar”.

Se me ocurría que la única posibilidad de que se hubiera sacado de contexto algo así es que hubieran cortado un trozo donde el buen señor dijo al principio algo como: “Pues no que me encuentro a uno en la tasca y me dice que [inserte aquí el resto]”. Así que he visto vídeo completo. Ya os puedo decir que, además de que son treinta y seis minutazos de mi vida que no voy a volver a recuperar, efectivamente y, como todas pensábamos, es obvio que no hay ninguna descontextualización.

Las palabras del alcalde de Alcorcón (un abrazo solidario desde aquí a todas las vecinas de la localidad) querían decir exactamente lo que todas entendimos. No sólo eso, sino que están enmarcadas en un congreso al que llamaron “Mujeres a contracorriente”, el cual, sorprendentemente, estuvo presidido por cuatro hombres y una sola mujer... hombres hablando de feminismo, qué cosas, cualquiera podría haber dicho que se trataba de El País o El Español, pero no, éstos se hacen llamar “Educadores Católicos”.

“Era un montaje que en verdad ocultaba un alegato en defensa de la mujer frente al feminismo radical”, se justificó el alcalde.

Es típico de machistas explicar cosas a mujeres mientras se dice que lo haces por su bien (cosas de las que, por supuesto, no se tiene ni idea), pero llega a ser un ridículo legendario cuando el mansplaining se hace desde una tribuna como un congreso ad hoc y además sale de la boca de un alcalde. A estas alturas, yo ya ni espero que haya mujeres en congresos así, pero qué menos que haber leído un par de libros relacionados con la ponencia que vas a dar.

El feminismo radical, en realidad, es una corriente que surgió en los 70 y que señaló directamente al patriarcado (esa palabra que muchos creen que es nueva) como foco de las desigualdad de género. Esta corriente (con la cual, de todas las corrientes habidas dentro del feminismo, es con la que más nos identificamos muchísimas feministas) se centró en analizar las relaciones entre hombres y mujeres, peleándose incluso con la izquierda: esa izquierda liderada siempre por hombres que aseguraban que el patriarcado se tumbaría si se tumbaba el capitalismo (ya ven, los machistas de izquierda poco tienen que envidiar a los de derechas en invención y creatividad).

Es decir, que no existe ningún feminismo llamado “radical” que no sea esta corriente que, para colmo, donde está extendida es en Estados Unidos, no en España. Las feministas de la corriente radical no vamos poniendo bombas, sin embargo quienes sí lanzaron explosivos a la casa de un ministro de Hacienda londinense fueron las sufragistas de Londres un siglo antes, pero como estos catedráticos creen que el feminismo empezó en 1968, no podíamos esperar que conocieran a las mujeres que peleaban ya en el siglo XIX por el voto femenino.

Kate Millet, una de las figuras más relevantes del feminismo radical, decía que “el amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban”. Desde los 70, Millet, sin saberlo, estaba describiendo la mesa del congreso de estos educadores católicos en 2015: había cuatro hombres (de los cuales uno era obispo y dos dirigentes políticos) y una mujer, cuya ponencia se basó en justamente destacar la importancia del amor, de las mujeres como núcleo familiar y de nosotras “ayudantes” del hombre.

Pero el primero en hablar en dicho congreso y mi favorito de todos, fue un señor llamado Juan Carlos Corvera; su rótulo aseguraba ser el Presidente de la Fundación Educatio Servanda (si quieren más información sobre esta fundación les recomiendo leer El pelotazo educativo o esta noticia Cádiz Directo).

Según palabras del señor Corvera, y cito textualmente: “la igualdad entre hombres y mujeres se ha convertido en un axioma indiscutible, ponerlo en cuestión supone la descalificación automática. Ésta es una de las consecuencias de la revolución cultural y sexual de mayo del 68, en cuyo caldo de cultivo surgió el movimiento feminista”.

Fíjense si es un “axioma indiscutible que no se puede cuestionar”, que hicieron un congreso donde no sólo lo cuestionan y critican sino que también insultaron gravemente a las mujeres que no opinaban como ellos.

Pero, como cualquier mansplainer de libro, el señor Corvera tampoco sabía de lo que estaba hablando. El movimiento feminista no surgió en mayo del 68, en todo caso en aquel año empezó la tercera ola feminista, le faltan dos olas por repasar al catedrático omnisciente.

Aseguró también don Corvera que el feminismo ha traído como consecuencia la aparición de esclavitudes para aquellas a quien pretendía liberar. Y que por eso hacían ese congreso, porque “quien educa a un hombre, educa a una persona, pero quien educa a una mujer, educa a una familia”. Así que vinieron a educarnos sobre “la verdadera misión de la mujer”, dándonos la posibilidad al escucharlos de cargarnos de “argumentos de autoridad”. Desde aquí quiero darles mi enhorabuena, porque creo puede que haya sido la machoxplicación más épica que he escuchado en mi vida.

“Que hombres y mujeres son iguales en dignidad ya lo viene repitiendo la Iglesia desde hace 20 siglos, mucho antes del 68, Jesucristo bien podría considerar el primer feminista”. Ya saben ustedes, somos tan iguales para la Iglesia que las mujeres en esta institución no pasan de monja, y son ellos quienes copan todos los cargos superiores. Pero sí, Jesucristo estaba hecho un feminazi, no lo ponemos en duda.

Y sigue Corvera: “Hombres y mujeres somos imagen de dios, pero diferentes en vocación”. Dicho esto se remite al Génesis para demostrarlo. Me juego lo que sea a que Corvera es de los que lo mismo te remiten al Génesis que te dicen que cómo vas a ser marxista si Marx está obsoleto. Pero bueno, tenemos que escucharlos, porque estos hombres han venido aquí a explicarnos cuál es nuestra vocación como mujeres, y qué sabremos cada una de nosotras de nuestras vocaciones si ya están ellos y el Génesis.

Continua Corvera: “Reivindicamos la diferencia entre el hombre y la mujer, reivindicamos el feminismo femenino, el feminismo 2.0”. Aquí se me escapó un poco de café por la nariz, no es un recurso cómico, de verdad me pasó. El feminismo femenino debe ser algo así como mujeres vestidas de rosa preguntando a sus maridos si pueden o no liberarse. Este feminismo femenino, aseguraba Corvera, ya lo están poniendo en marcha muchas mujeres. Lo decía como algo novedoso, algo que está en ebullición. Por supuesto, no había allí ninguna representante de esta nueva corriente llamada “feminismo femenino” para explicarnos en qué consiste ni cuáles son las consignas de sus manis, imaginamos que algo como “la revolución será católica o no será” o “Si tocan a una, nos toca ir a confesarnos a todas”.

A pesar de los insultos del alcalde y de lo reaccionario y misógino del discurso de todos los “educadores católicos” allí presentes (no tendría espacio suficiente para desgranar las barbaridades que se dijeron, pero aquí tienen ustedes el vídeo si quieren perder 36 minutos de sus vidas) admitieron entre dientes el hecho de que el feminismo “algo” ha conseguido, para pasar por supuesto a añadir que ese “algo” (reincorporación de la mujer al mundo laboral y económico) ha tenido repercusiones negativas en “la familia, célula fundamental de la sociedad” como, por ejemplo, “la educación de los hijos”. Porque la educación de las criaturas, los cuidados y la crianza, es claramente cosa nuestra: si nosotras trabajamos, ¿quién las hará? Por algún lado en el Génesis debe aparecer seguramente que también es nuestra vocación (“Y, escucha, apunta ahí, lo de cambiar pañales lo van a hacer ellas, que se las ve majas” Mateo, 2.34) .

A la Iglesia no le queda más remedio que ir aceptando todos esos “algos” que conseguimos como sociedad. Le cuesta aceptar el progreso, el avance, a veces le cuesta siglos (359 años tardó en reconocer que se pasaron encerrando a Galileo hasta su muerte por decir que la Tierra giraba alrededor del Sol), pero eso sí, lo aceptan cuando ya es ridículo negarlo incluso para ellos.

La Iglesia y los políticos a los que ésta le marca la agenda son un lastre, una bola de hierro al final de las muchas cadenas que ya tenemos como ciudadanía y como personas. Pero no sólo el feminismo avanza a pesar de sus mensajes y sus doctrinas, también la humanidad progresa. Y aunque avanzamos muy lentas por culpa de instituciones como ésta, personas como las de este vídeo y mensajes como éstos, seguimos adelante, y no habrá ni Iglesia ni dios que nos pare ya.