“Filoetarras”, encapuchados, desahuciados y crucificados

Sería interesante hacer una comparación entre las administraciones de Aznar y la de Rajoy pues aparecerían rasgos particulares que las diferencian, pero a simple vista se aprecia algo curioso: seguramente los cargos de Aznar eran gente de peor carácter (no digo peores personas, que eso vaya usted a saber) pero estos de Rajoy son una pandilla de personajes descabellados y pintorescos. Si no fuesen agentes de políticas tan injustas y dañinas socialmente serían escacharrantes.

Véase el caso de la delegada del Gobierno en Madrid, que descalifica obscenamente a quienes defienden y se defienden de una gigantesca estafa: llama filoetarras a los activistas de la plataforma contra los desahucios. Es absolutamente revelador de la intención de quien en vez de proteger la vida social no hace más que echar gasolina a las hogueras que enciende la política que lleva a cabo el gobierno al que representa, evidentemente busca provocar a los activistas y también criminalizarlos. Podrán ser discutidas o matizables algunas formas de esas protestas pero son esas personas precisamente quienes están defendiendo la democracia y la justicia y no los banqueros ladrones. Es lo que son. ¿Por qué la señora Cifuentes no insulta a los directivos de bancos y cajas que urdieron esa estafa? Insúltelos, mándeles a la policía, mande cargar contra los banqueros estafadores. Y si no lo hace entonces es que no está defendiendo a la ciudadanía sino protegiendo a sus compinches.

Ese mentar a ETA sin venir a cuento también es revelador de como la derecha española utilizó el terrorismo vasco como un instrumento para atacar al gobierno anterior y para utilizar las emociones de la población, uniendo los ánimos en torno del nacionalismo español frente a los otros nacionalismos. De un modo u otro todos los que cuestionaban sus políticas eran “filoetarras”, “batasunos”, etc. Las víctimas de ETA sufrieron y sufren en el País Vasco pero hubo quien obtuvo cuantiosos beneficios políticos a cuenta del terrorismo vasco, recuerden como metían forzadamente a ETA en el atentado en los trenes de Madrid, y ahora que ETA no mata aún les sirve para ensuciar a quien les convenga. Pero eso es una infamia, las protestas contra las políticas antisociales, aunque le disguste a este gobierno que preferiría tener enfrente a rabiosos encapuchados, además de legítimas las hacen a cara descubierta.

Quienes sí saldrán encapuchados serán los que desfilen en las procesiones de esta Semana Santa, que sigue siendo tan fiesta oficial como siempre. España hace unas décadas era “nacional católica”, la ideología del estado franquista era un integrismo en el que la lengua y el catolicismo eran ingredientes fundamentales. Sin necesidad de entrar a analizar la política educativa de Wert, al servicio de las sectas integristas católicas, o la beligerancia integrista del ministro del Interior, basta ver lo que reflejan las pantallas de televisión de las cadenas públicas y privadas para comprender que el nacional catolicismo reina.

Particularmente, creo que la religiosidad es un aspecto fundamental de las vivencias de la mayor parte de las personas y que la religión en cualquiera de sus formas es un lenguaje que permite a los humanos por un lado articular la vida de las comunidades y por otro expresar ciertas vivencias. Y creo que, al igual que tantos otros pronósticos de los epígonos decimonónicos de la Ilustración, no sólo no se cumplió la desaparición de la religión sustituída por la educación, la razón y el progreso técnico y científico sino que la religión es una realidad más fuerte que nunca y actúa en la política internacional y en la vida interna de los estados. De EE.UU. (“In God we trust”), a Israel, Irán, Arabia...Ya ni comento el espectáculo ñoño de un nuevo papa telegénico, hasta que aburra de vacuidades y eslóganes.

No es ser muy confesional si digo que soy cristiano. Tanto da que no crea en un diós personal ni mucho menos en la iglesia romana (de creer en un diós me haría presbiteriano, que me caen muy bien) soy irremediablemente cristiano por la moral, la ética e incluso la estética que me formaron. Sin que venga ahora al caso explicar por que, adoro la música sacra y creo que la música religiosa occidental, la que me es más familiar, comunica y despierta emociones muy profundas y puede que consoladoras. No sólo me parece infantil y extemporáneo ser un “comecuras” sino que reivindico un lugar en la vida personal y también en vida la colectiva para los ritos religiosos, de las diversas confesiones porque el monopolio que exhibe hoy la Iglesia romana en España no refleja la realidad social ni respeta la diversidad de creencias. Es un insulto a la verdad hacer funerales de estado con el rito católico exclusivamente cuando se entierra a personas que no son de esa creencia.

Ahora bien, todo va a ser discutido, desde luego la Monarquía, no podrán evitar que se discuta, y también tendrá que ser discutido el Concordato con el Vaticano. El nuevo papa, si es tan guai como pretende la propaganda, lo aceptará de buen grado, pero quien tendrá que obligar a que un gobierno democrático denuncie el Concordato, ese pacto perverso que en su día estableció el franquismo con el Vaticano, es la ciudadanía. Esas personas a quien la señora Cifuentes califica de “proetarras” y otras lindezas. Ella sabe bien por qué.