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García Albiol, xenófobo, ignorante y peligroso

Era extraño que Xavier García Albiol desaprovechara los atentados de París para insistir en las ideas que le llevaron a la alcaldía de Badalona y que había dejado en segundo plano cuando fue elegido líder del PP catalán. 129 cadáveres pueden formar una materia prima muy moldeable para extender ideas xenófobas. Ahora que se habla mucho de unidad de los partidos ante el terrorismo, conviene apuntar que eso tiene un precio, el de tener como compañeros de viaje a gente como Albiol y su intento de criminalizar a los extranjeros de religión islámica o tez más oscura.

Albiol escribe en un breve texto que “uno de los principales problemas que tiene Europa y Occidente es el MULTICULTURALISMO” (en mayúsculas en el original). “Una sociedad multicultural es garantía de guetos, inadaptación y conflictos”, dice después.

La definición de multiculturalismo en la RAE no nos lleva muy lejos (“convivencia de diversas culturas”), pero apunta de lejos a una realidad. Si en un país existen varias culturas, es de suponer que tendrán que convivir, a menos que el grupo dominante quiera eliminar a las minorías. Algunos sectores conservadores han tildado el multiculturalismo de opción ideológica, como si la llegada de inmigrantes fuera una política adoptada ex profeso por ciertos partidos. Creen que la izquierda fomenta esta tendencia y cualquier crítica a la restricción de los derechos civiles la entienden como una invitación a la invasión. En el lado más delirante puedes encontrar a una eurodiputada alemana del PPE decir que “socialistas, liberales, verdes y comunistas están invitando a los terroristas a usar los resquicios en nuestra legislación para perpetrar atentados”. Su nombre es Monika Hohlmeier, y no creo que tenga problemas para seguir como coordinadora del PPE en la Comisión de Libertades Civiles, Justicia e Interior de la Cámara después de decir esta animalada.

Sociedades como la francesa y británica cuentan con un porcentaje significativo de población de origen extranjero por su pasado colonial. Lo que un ignorante como Albiol no sabe es que su respuesta ante esa realidad es completamente diferente. Lo que se conoce como “multiculturalismo”, su definición convencional, aunque hay tantas como posiciones ideológicas, tiene que ver mucho más con Gran Bretaña que con Francia. En el país vecino, no existe una visión integradora como la de Gran Bretaña en la medida de que los llamados “valores republicanos”, el mantra oficial que emplea la élite política, se imponen sobre cualquier consideración sobre las diferencias culturales. La separación Iglesia-Estado es más rotunda que en países como España o Italia, la laicidad es un concepto casi sagrado (con perdón por la contradicción) y se supone que los que vienen de fuera deben aceptar las costumbres de la sociedad que les acoge.

Ese pluralismo social no está exento de conflictos políticos, sociales y económicos. También los hay cuando el componente racial es inexistente. La Europa blanca y cristiana los ha tenido en todos esos países, a menos que alguien crea que lo ocurrido en el Ulster y Euskadi, la crisis catalana en España, la separación belga en dos comunidades o el enfrentamiento entre la Italia del norte y la del sur tiene algo que ver con la inmigración que llegó durante décadas desde India, Pakistán, el norte de África u Oriente Medio.

Ahora es habitual que dirigentes conservadores como Sarkozy, Merkel o Cameron afirmen que el multiculturalismo ha fracasado. No estaban tan preocupados cuando la inmigración surtía de mano de obra barata a sus economías, o cuando los precios de las viviendas expulsaban a esos extranjeros de las ciudades y les obligaban a refugiarse en suburbios abandonados por el Estado, excepto por el único organismo público que se ocupaba de ellos, la Policía. Ahora tienen a un montón de pobres de otra religión en sus países y han descubierto que les molestan y reaccionan acusándolos de forma indiscriminada de una violencia terrorista que surge de otras zonas del mundo.

Albiol dice que ese multiculturalismo es la garantía de que surjan guetos, como si los pobres tuvieran posibilidades de elegir dónde pueden vivir.

Un caso especialmente notorio es el de Sarkozy, que pretende actualizar el colonialismo cultural que Francia impuso a sus colonias con la intención de conseguir los votos que le devuelvan a la presidencia. Para él, sólo hay una “comunidad nacional”, con independencia de lo que eso signifique para él, a la que tienen que sumarse por decreto las personas de origen extranjeros. Son sospechosos, aunque hayan nacido en Francia y sean sus padres o abuelos los que vinieron de fuera. Las medidas que se proponen son tan ridículas, como esos exámenes de ciudadanía que el Gobierno francés propuso cuando Sarkozy era presidente, que nunca se ponen en práctica, o si se aplican son irrelevantes.

Albiol dice tener otra receta contra lo que él llama multiculturalismo. Lo llama la “pluralidad”: “Pluralidad significa que quien venga a nuestro país puede mantener sus costumbres de origen, siempre y cuando éstas sean compatibles con los valores y leyes que tenemos en Occidente”. Ante frases como esta, uno duda entre asignarlas al campo de la ignorancia o la demagogia. Quizá a ambas. Los inmigrantes están obligados, al igual que las personas que nacieron aquí, a respetar todas las leyes, empezando por el Código Penal o el Código Civil. Ningún tribunal acepta que alguien alegue que ha nacido en Europa, África o Asia, o que reza a Dios o Alá, para justificar la comisión de un delito o falta. Si lo hace, recibirá el castigo que marca la ley.

Ningún representante de una religión puede afirmar que se merece ciertos privilegios porque un profeta dijo tener hace siglos comunicación directa con un dios. Bueno, eso es lo que el catolicismo ha disfrutado durante mucho tiempo. Ahora que sus ideas sobre divorcio, aborto y matrimonio homosexual son rechazadas por la mayoría de la sociedad, me parece que otras religiones lo tienen complicado para triunfar donde la Iglesia católica fracasó, a pesar de todo el apoyo que recibió de la gente como Albiol.

Al final, los racistas siempre se delatan con los pequeños detalles. En su artículo en Facebook, Albiol coloca la foto de unas mujeres musulmanas cubiertas por completo por un niqab enseñando el dedo manchado con tinta azul tras haber votado. La foto corresponde a las elecciones legislativas iraquíes de 2014. Enseñan orgullosas el dedo para demostrar que habían desafiado a la violencia habitual en los comicios de ese país en los últimos años para ejercer su derecho. Ese día hubo más de 50 atentados en todo el país.

Dudo de que Albiol sepa de dónde procede la imagen. La habrá buscado para encontrar una imagen amenazadora del Islam, una imagen que para nosotros es rechazable e incomprensible por ocultar el rostro de una mujer. Pero no son los derechos de la mujer los que le preocupan. Lo que pretende es ofrecer una imagen amenazante de los extranjeros si son musulmanes, hacer ver que si no aceptamos sus ideas reaccionarias, si no vulneramos los derechos de las minorías, estamos abocados a sufrir una invasión o un ataque terrorista. Es el reverso del mensaje de ISIS y Al Qaeda, que dice que los musulmanes no pueden vivir en una sociedad occidental, y que si lo hacen deben asesinar a sus compatriotas infieles. Ambos mensajes son falsos y atacan nuestra convivencia y nuestro derecho a vivir en paz.

No se me ocurre una forma mejor de colaborar con las ideas de los terroristas yihadistas que las palabras de Albiol.