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Gaza: qué hubiera dicho Max Aub

Restos de edificios destruidos tras los ataques aéreos israelíes en Jan Yunis, Gaza.

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Max Aub, exiliado en Ciudad de México, enviaba cada fin de año a sus amigos un simulacro de diario de un par de hojas, impreso a dos tintas, que tenía por cabecera «El Correo de Euclides», por el nombre de la calle donde vivía. 

En julio de 1967, indignado por la Guerra de los Seis Días, que tuvo lugar, del 5 y el 10 de junio de aquel año, entre Israel y Egipto, Siria, Jordania e Irak, Aub editó un número extraordinario de su diario paródico. Optó, como era frecuente en él, por el sarcasmo poético y el humor negro como antídotos del dolor. Imaginó y anunció que reyes, potentados, gobernantes y dictadores habían llegado a un delirante reparto de potestades y territorios, y así se había alcanzado la paz. Los titulares en portada detallaban  los acuerdos alcanzados:  «Solución del conflicto judío árabe», «Nasser acepta el Reino de Murcia», «Refugiados palestinos a Valencia, Aragón y Cataluña donde estarán como en su casa», «Jerusalén, relegada al olvido», «Inglaterra cede Gibraltar al rey de Marruecos», y así sucesivamente.

Aub había pasado unos meses en Israel, de noviembre de 1966 a febrero de 1967, comisionado por la Unesco, para dar un curso de historia, literatura y cultura de México en la Universidad Hebrea de Jerusalén: «Creí que tenía algo de judío no por la sangre (que, pobrecita, ¿qué sabe de eso?) sino por la religión de mis antepasados —mis padres no la tuvieron— y vine aquí con la idea de que iba a resentir algo, no sé qué, que me iba a enfrentar conmigo mismo. Y no hubo nada». 

Le repugnó el ambiente prebélico que allí vio. Lo consignó así: «De este lado, los ricos, los orgullosos, los limpios (los higiénicos); allí, los sucios, los pobres, los amontonados; el muro de la guerra de clases (…) Nunca había visto llevar el nacionalismo a estos excesos y, lo que es tal vez peor, diciendo lo contrario».

Protestó contra la tragedia siniestra de la Guerra de los Seis Días con un libro, «Imposible Sinaí», escrito en 1967 y publicado póstumamente por Seix Barral en 1982.  Es una recopilación ficticia de escritos, diarios y poemas creados por autores imaginarios que tienen en común su participación en la breve guerra (del 5 al 10 de junio de 1967) que enfrentó al ejército de  Israel con los de Egipto, Jordania, Síria e Iraq. Aub compiló y comentó unos «escritos encontrados en los bolsillos y mochilas de muertos árabes y judíos»,  escritos «en hebreo clásico, ladino, yiddish, hebreo común, árabe clásico y árabe común», cuyos autores eran jóvenes soldados llevados a la guerra y a la muerte por la impostura asesina de los fundamentalismos nacionalistas y religiosos enfrentados. 

Uno de los escritos dice así: «Tú eras judío, yo mahometano. Ni tú ni yo nos hacíamos daño.  / Los dos semitas, los dos oscuros, cuatro ojos negros, pelo crespo. / – Ahora somos dos muertos: morenos, de ojos en blanco, de pelo crespo. / Si nos cambiaran el uniforme… / —Además, francamente, no vale la pena».  

Las guerras pueden ser cortas, largas o interminables. La de 1967 fue corta. La del Vietnam (1945-1975) fue larga. La de hoy en el Medio Oriente corre el riesgo de ser interminable si no se produce una  reacción que una la revuelta moral a la tenacidad y a la inteligencia. Muchos observadores están comparando la situación actual, de absoluto predominio militar y tecnológico de Israel, con la guerra de 1967. Las diferencias entre ambos momentos son muchas. Aquel conflicto fue un enfrentamiento entre ejércitos y duró poco. Hoy la guerra, que enfrenta al Estado de Israel y los distintos grupos de milicias apoyadas por Irán parece no tener fin. Si puede establecerse una escala de atrocidades, las de hoy son peores. Aub lamentaba la muerte de jóvenes soldados; ahora han muerto bajo las bombas familias enteras de cuatro generaciones.  

No es difícil imaginar lo que diría Max Aub de lo que sucede. La ecuanimidad de los textos de «Imposible Sinaí» (árabes e israelíes hablan por igual del horror y del sinsentido de la guerra que les enfrenta) no impidió a su autor tomar partido. Vio el conflicto como una guerra civil, y lo comparó con la Guerra Civil Española que él había vivido: «Esta no es una guerra entre Mahoma y Abraham, sino una vieja guerra civil (…) Esta es una guerra vieja, vieja, vieja como todas las guerras civiles, que nunca acaban porque siempre dejan rescoldos los siniestros». 

En sus Diarios, Max Aub  es tajante: «Si tuviera que escoger entre unos y otros —para luchar—, al decidirme por los judíos me daría la impresión de estar en nuestra guerra peleando en favor de Franco, guardadas todas las proporciones».  

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