De repente, todo se acelera, todo se desmorona. El terremoto del 25-M (la caída de PP y PSOE más incluso que la irrupción de Podemos) precipita acontecimientos, y la abdicación apresurada del rey provoca el efecto del tapón al quitarlo del lavabo: cuando lo levantas y toda el agua estancada se agita en círculos antes de desaparecer en remolino por el desagüe.
Días de vértigo, para todos. Para quienes caen y para quienes los vemos caer. La incertidumbre es común a unos y otros, aunque no tenga el mismo sentido. ¿Qué viene después? ¿Con qué se llena el hueco, el socavón de meteorito que deja lo que se hunde? Es el momento del horror vacui, el miedo al vacío.
Que el declive de los viejos partidos de gobierno es irreversible se confirma día a día. Tras el susto de las europeas, PP y PSOE no han tocado fondo. Les queda mucho agujero para seguir cayendo. Y cuando intentan levantarse, les caen encima los cascotes del régimen, que no deja de provocar derrumbes a diario: más casos de corrupción, escándalos como el del Tribunal de Cuentas, el aforamiento vergonzante del rey, dimisiones de quienes abandonan el barco antes del hundimiento, la brutal fractura social que avanza… Y la tormenta catalana, que estallará a la vuelta del verano, mientras los gobernantes siguen mirando al cielo a ver si escampa.
Sumen a todo lo anterior la conciencia de hartazgo y de exigencia de cambio, firmemente instalada en la calle, y el resultado no sorprende: en las próximas municipales y autonómicas el escenario de desbordamiento es más probable que nunca, y tanto PP como PSOE pueden perder muchos de sus últimos apoyos. Y muchos sillones.
La pregunta entonces es: si se produce ese desplazamiento de PP y PSOE (pero también CiU), especialmente en sus feudos tradicionales, ¿quién llena ese hueco? ¿Quién los desbordará? ¿Quién los reemplazará, quién tomará el gobierno allí donde ellos lo pierdan?
Ese es el horror vacui hoy. El vértigo. Pero también la esperanza. Todo es posible de pronto. Para bien, deseamos, pero también para mal. Hay que cubrir ese vacío antes de que otros se adelanten a llenarlo.
Insisto en la pregunta: ¿con qué llenamos el vacío que dejan quienes hasta ahora ocupaban un 70-80% de votos y el mismo espacio institucional?
No parece que Izquierda Unida, golpeada también por la onda expansiva del 25-M, desbordada a su vez. ¿Y Podemos? ¿Está en condiciones de cubrir un vacío tan grande? No lo tengo tan claro. Si de las municipales y autonómicas hablamos, no creo que Podemos pueda ganar ayuntamientos y gobiernos por sí sola, sin otras confluencias. Sumar muchos votos, sí. Pero hablamos de gobernar, no de ser la nueva oposición.
¿Está entonces la respuesta en iniciativas ciudadanas como Guanyem Barcelona? Lo poco que conocemos suena muy bien. A mí al menos. Pero está todo por hacer, y el tiempo es corto. Como ese, ya hay movimientos similares en varias ciudades. En Madrid se reúne mañana Municipalia, que puede ser el primer paso. Y en otras ciudades surgen iniciativas ciudadanas, y más que surgirán a poco que Guanyem logre visibilidad. En todos los casos, colectivos y ciudadanos buscan cómo organizarse para asaltar democráticamente los ayuntamientos. Es decir, para cubrir el vacío.
Hasta hace muy poco estábamos pensando alternativas para echar a los partidos de la crisis, para reemplazarlos. Ahora el momento es otro: los partidos se caen sin que el reemplazo institucional esté preparado. Un agujero enorme, que si no lo llenamos nosotros, lo llenarán otros.
Hay que superar el vértigo y el horror vacui. Que no nos paralicen. Es urgente.