Hace una semana Benjamín Netanyahu se encargó una guerra para llevar bombardeando el consulado de Irán en Siria y asesinando a media docena de mandos de la Guardia Revolucionaria. Irán ya había anunciado que había tomado nota del pedido y acaba de entregarlo justo a tiempo para las noticias de la noche. Es cruel contarlo así, cuando hay tantas vidas humanas en juego y tanto sufrimiento que no entiende de metáforas o imágenes literarias, pero se parece bastante a la cruda realidad.
Justo cuando dos tercios de la población de Israel reclamaba la dimisión del corrupto Netanyahu y la convocatoria de elecciones, cuando ni siquiera USA podía seguir haciendo como si no pasase nada en Gaza y no le había quedado otra que, al menos, exigirle que matase algo menos y con algo más de criterio, el gobierno de Netanyahu decide bombardear lo justo en Damasco para no dejar a Irán otra opción que contestar y meter en la partida la baza de la escalada bélica.
Si no puedes callar a la comunidad internacional a base de convertirnos a todos en cómplices de Hamás y la supuesta guerra contra el terrorismo en Gaza hace tiempo que se ha convertido en una carnicería, cambia de guerra y cambia de enemigo. Está en el manual del genocida. Netanyahu buscaba dejar de ser el agresor brutal para convertirse de nuevo en la víctima que solo está ejerciendo su derecho a la legítima defensa. La guerra ya no es con el pueblo palestino, es con Hamás y algunos de los malos favoritos de Occidente: los ayatolas iraníes.
Irán ha devuelto otro golpe calculado, tan aparatoso como efectivo. Permite a Netanyahu volver a jugar ante su población la carta del enemigo exterior, que le obliga a permanecer en el poder por puro patriotismo, sin escalar necesariamente el conflicto. Facilita que USA y la UE puedan expresar su apoyo a Israel, mientras le presionan para no devolver un ataque diseñado para no ser respondido. Igual que la comunidad internacional tiene más difícil cuestionar a Netanyahu tras el ataque, el primer ministro israelí tendrá también serias dificultades para justificar una escalada bélica contra el régimen de Teherán.
El único inconveniente entre tanta inteligencia estratégica y tanto cálculo de escenarios es que siempre pagan los mismos los draconianos costes en vidas humanas, sufrimiento y destrucción; siempre pagan los palestinos. Pase lo que pase esta semana solo hay una cosa segura: los palestinos seguirán siendo masacrados de una manera planificada y sistemática, pagando las consecuencias de decisiones que no han tomado y actos que no han ejecutado.