Una comparecencia extraordinaria ante el pleno es una forma de control al Gobierno que persigue la exigencia de responsabilidad política. La de esta semana supone la primera vez en democracia que un presidente de Gobierno en ejercicio la realiza. Hace falta la mayoría de la Cámara para ello, y lo normal es que quien gobierna la ostente y la utilice a su favor. Por eso no fue posible, por ejemplo, que se llevara a cabo con González en el 85 a tenor del GAL, o con Aznar en 2003 a propósito de la guerra de Irak.
También es la primera vez que un presidente de Gobierno en ejercicio comparece como testigo en la Audiencia Nacional, en un caso de financiación ilegal del partido que lidera y que es además, el partido del Gobierno. Uno de los argumentos estrella de Rajoy este miércoles ha sido el de que la rendición de cuentas de su responsabilidad política debía basarse en la gestión de su gobierno, y no de su partido, como si los cargos e innumerables casos de corrupción en los que está implicado el PP no tuvieran nada que ver con su posición de gobierno a nivel nacional, autonómico o local. Pero sin entrar en ello, tan cómodo se sintió el presidente, o tan normalizado tiene lo de la corrupción, que hasta se jactó de que “¡ya no puede ir uno ni de testigo a un juicio!”, y le faltó añadir “recórcholis”.
Aunque su tono pretendiera mostrar que esa comparecencia era un paseo para él, delató que no era tan así la puesta en marcha del ataque del calamar, escupiendo como escupen estos cefalópodos la tinta, a borbotones: terrorismo yihadista, Irán, Venezuela, y hasta Lasa y Zabala. Lo que sea para que no responder.
Y es que una comparecencia de este tipo desgasta, por eso la han intentado evitar. En cambio, no parecían tenerlo del todo claro algunas de sus señorías este miércoles, que emplearon más tiempo en denostar esta forma de control al Gobierno, que en requerir al presidente lo que les ocupaba. Y se unieron al paseo para hablar de sus cosas. Lo de Ciudadanos fue paradigmático (aunque estuvieron muy acompañados en este empeño): Rivera criticó la posibilidad que el formato supuestamente le ofrecía al inquirido para que diera un mitin, dando a su vez otro mitin, en el que ni una sola vez puso contra las cuerdas a Rajoy.
Claro que Rajoy no iba a revelar ningún dato, ni a descubrir nada que ya no se supiera. Pero es que no se trataba de resolver el caso, sino de rendir cuentas políticas. Evidenciar que el presidente no responde a las preguntas que se le formulan y no da las explicaciones que se le requieren es evidenciar que no puede seguir en su cargo.
Dijo el propio Rajoy que esta deriva de exigirle responsabilidades se estaba convirtiendo en “un camino que de tanto trillarlo se hace intransitable”. Y aunque no sea una buena metáfora, esperemos que sí sea premonitoria y lo que se torne intransitable sea la impunidad para la corrupción.