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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Hijos de Putin en España

26 de febrero de 2022 23:36 h

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La agresión imperialista de Rusia contra Ucrania tiene sus ecos en los debates de la política nacional. Las más de las veces de forma atribulada, extemporánea y rayando en lo ridículo. No hay actor político, mediático o cómico que no haya intentado vincular a Vladimir Putin con la izquierda política española para poner sobre ella la letra escarlata de la traición. Lo han hecho, eso sí, con escaso éxito, mucho jolgorio y una excelsa capacidad para provocar sonrojo y vergüenza ajena en quien se quiere acercar a la realidad de una manera honesta y conoce de forma precisa la presencia de corrientes ideológicas en el panorama político español. 

Antonio Caño, el que fuera director de El País, algo que todavía produce estupefacción y sorpresa en cualquier observador externo e interno, intentó vincular a Podemos con Putin para dar sentido a su pobre proceder durante su estancia en PRISA. El argumento, propio de la estolidez que le caracteriza, es que Putin es comunista porque fue de la KGB y que Pablo Iglesias realizó en 2014 unas declaraciones criticando el apoyo de la UE a un gobierno de neonazis en el que había miembros de Svoboda y el Pravy Sektor. Es un hecho probado que neonazis como Igor Tenyukh, Igor Shvaika, Andriy Moknyk, Oleh Makhnitsky o Andri Parubiy, líder del Partido Nacional Social de Ucrania que incluía como logo del partido el wolfsangel de las SS, fueron miembros del gobierno ucraniano postmaidán. No sabemos si la crítica de Antonio Caño a Pablo Iglesias por pedir que no haya nazis en gobiernos protegidos por la Unión Europea es un apoyo explícito a unos partidos neonazis que tuvieron presencia en el gobierno proeuropeo y que asaltaron la televisión pública ucraniana para deponer al presidente y que quemaron vivos a 36 ciudadanos civiles en el edificio de la Casa de Sindicatos en Odessa. La propaganda no solo viene de Russia Today. 

No es cierto que exista en España ningún partido con vinculación clara con Vladimir Putin ni lo haya mostrado de manera explícita. Lo más cercano es una facción de la extrema derecha de VOX que vive en silencio su admiración por las políticas del premier ruso, pero no tiene fuerza para implantar esa visión como línea fundamental de las políticas del partido. La adoración por Alexander Dugin, uno de los ideólogos de Putin y creador de la cuarta teoría política que aboga por la unión de Europa y Rusia trascendiendo las ideologías y dirigiéndose a eliminar las élites globalistas, tiene acomodo en personajes como Jorge Buxadé, de pasado falangista, Kiko Méndez Monasterio, que perteneció a la organización neonazi Alianza por la Unidad Nacional, o Jorge de la Fuente, secretario de organización de VOX en Barcelona y exmiembro del MSR que ha llegado a prologar textos de Dugin. VOX no tiene relación con Putin porque es más poderosa la pulsión atlantista, lo que no quiere decir que si hubieran necesitado al líder ruso y este les hubiera hecho caso no hubieran dudado en echarse en sus brazos, porque les importa más el poder que la coherencia. Pero no, no hay hijos de Putin en el espectro político patrio. 

En España solo hay rémoras marginales sin trascendencia política defendiendo a Putin o buscando otro enemigo para no tener que afrontar el hecho de que una potencia imperial ha invadido un pueblo soberano. Por eso convocan una manifestación contra la OTAN cuando Putin invade Ucrania, porque a algo hay que disparar y tienen que poner el mismo stencil sin considerar cuál es el contexto o la realidad. Están los que se enteraron esta semana de que RT es un canal de propaganda de Vladimir Putin y cayeron del guindo cuando los tanques invadieron Ucrania, han sido listos al darse cuenta de que corren tiempos complicados para alguien que vive en occidente cobrando del Kremlin. Hay que admirar su sagacidad para sacar ventaja de un hándicap. Chapeau. 

Existe otra subespecie, moralmente despreciable, denominada tankie, formada por comunistas nostálgicos admiradores del autoritarismo que niegan la represión de Stalin, Pol Pot o cualquier criminal con bandera roja, a la que se la pone dura un tanque ruso llevando una bandera de la URSS de atrezzo y un nacionalista reaccionario como Putin con pasado en la KGB hablando de desnazificar un país. Esta amalgama de nostálgicos del estalinismo que solo tienen presencia en redes y mercados de memorabilia confluye con los rojipardos, que no saben muy bien si les pone más Jose Antonio Primo de Rivera, Feliks Dzerzhinski, un plan quinquenal o la Sección Femenina, pero tienen una foto de Limónov encima del ordenador mientras llaman otanista a cualquiera que pasa por debajo de su ventana. Todos, junto a la facción euroasiática de VOX, están unidos por el rechazo al globalismo y la defensa de la soberanía nacional por encima de cualquier otra consideración, así que piden que haya centrales nucleares para dejar de depender del gas ruso y pasar a depender del uranio ruso. 

Vladimir Putin es un sátrapa violento y represor, un nacionalista irredento y reaccionario que busca volver a conformar a Rusia como potencia a través de la vía militar por su incapacidad para hacer prosperar económicamente a su población en un país con una cantidad ingente de recursos naturales que solo beneficia a su propio líder y a una red de oligarcas próximos al Kremlin. El partido Rusia Unida de Vladimir Putin tiene como base principal de su ideario el conservadurismo, tal y como consignó en su documento programático del Congreso de San Petersburgo de 2009. Llamar a Putin comunista no es más que propaganda reaccionaria que busca eludir que son los que lo dicen quienes tienen más en común con el dictador ruso.