Ibai Llanos ya ha llegado a la vida de las generaciones que todavía vemos la tv de la mano de Évole, que de fenómenos mediáticos sabe. El “streamer”, palabrejo nuevo que hay que ir incorporando junto a otras como “influencer” o “youtuber”, ya era un fenómeno de masas entre los menores de 20 años, y ahora se ha convertido en un referente total apareciendo en “Lo de Évole” y conquistando a un público que todavía es (somos) ajeno a un mundo comunicativo con otros referentes que nada tienen que ver con los creadores de opinión de toda la vida.
La primera reflexión es sobre lo separadas que viven las comunidades mediáticas en lo referente a lo generacional; la televisión, la radio, los periódicos son un fenómeno sin continuidad entre los más jóvenes, ajenos a todo lo que contamos en los medios creados en el siglo pasado. Se han creado una comunidad totalmente diferente… como decía Évole necesitamos unas clases de Twitch. El diálogo intergeneracional es mucho más complejo si no tenemos los mismos referentes, ni siquiera los mismos canales, ya no digamos las mismas palabras, porque seremos incapaces de describir realidades sociolaborales diferentes. Los jóvenes se han buscado otros referentes y canales porque seguramente no encontraban en los tradicionales quienes conectaran con ellos, con sus inquietudes, con su día a día.
La segunda reflexión, y perdonen que lleve la cosa a mi tema, es que Ibai Llanos es un fenómeno de comunicación política en toda su dimensión. En los minutos que pude verlo en la entrevista con Évole, hizo más por la responsabilidad fiscal que las campañas que rezaban que “Hacienda somos todos”; resultó demoledor hablando de los bancos y sus campañas de limpieza de imagen con caras amables para los jóvenes; volvió a posicionar la problemática de las casas de apuestas y de la publicidad con más atino que el ministro de Consumo. Cómo hablaba, su honestidad sin artificios, su conciencia personal, su arrolladora proxemia, los ejemplos vitales de coherencia entre lo que se piensa, dice y hace, Ibai Llanos es un creador de opinión política espectacular.
La tercera reflexión es sobre la naturalidad de estas estrellas del espacio digital; me sorprende, supongo que debe ser por la edad. No dudan en mostrarse tal y como son, sin complejos ni miedo al escarnio, seguramente porque han nacido mediáticamente en un entorno descarnado que no los protegía, que es salvaje porque es directo, sin intermediarios, las redes sociales. Gracias a esto, ellos han generado el debate más serio que se ha hecho en mucho tiempo sobre la tributación fiscal. Y es que Ibai saltó a la palestra siendo el defensor de tributar en España frente al Rubius, un youtuber que “harto de que lo sablearan” a impuestos se piraba a vivir a Andorra, como ya hicieran antes deportistas y ricos en general. La diferencia, que señaló Évole, es que se hacía por primera vez con conciencia mediática, es decir, clamándolo a los cuatro vientos, enviando un mensaje político al Gobierno de España, “me crujes, pues me voy”. Obviamente, este mensaje es populismo tributario… básicamente porque uno es lo que es gracias a donde se desarrolla y sin ese contexto, probablemente no lo hubiera conseguido, pero esto es un “rollo” comparado con el otro mensaje simple de “lo mío me lo llevo donde se me antoja”.
La repercusión de la entrevista de Ibai en las redes fue brutal, muchos descubrimos al fenómeno vasco que ya llevaba años triunfando en otras galaxias mediáticas que no sabíamos (yo) ni que existían y que generan opinión pública y millones de euros de negocio. Évole lo ha traído a la pantalla analógica para que los mayores de 30 sepamos qué les pasa a nuestros jóvenes, a quienes escuchan, con qué se divierten, teniendo en cuenta que bares, pubs y discotecas están cerrados a cal y canto. Mientras duró el programa las dos galaxias se conectaron mediante túnel del tiempo, tv y Twitch se sintonizaron para que se produjera un diálogo intergeneracional. Ahora que sabemos que existe, no volvamos a obviarlo, mantengamos el túnel abierto.