Más cornás da el banco

Si la Plataforma de Afectados por la Hipoteca quiere señalar públicamente a los diputados que hoy rechacen tramitar la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) contra los desahucios, lo más fácil es que esperen a la puerta de la plaza de toros una tarde de corrida: seguro que la mayoría de los que hoy rechacen la ILP salen de aplaudir los puyazos, banderillazos y estocadas, porque serán los mismos que también hoy reciban con paseíllo y puerta grande otra ILP, la que pretende declarar los toros Bien de Interés Cultural.

Ya sé, ya sé, estoy haciendo demagogia por mezclar las dos ILP y enfrentar taurinos con desahuciados, como si no hubiese hipotecados aficionados a los toros y taurinos indignados por los desahucios. Pero no soy yo, es la realidad la que se empeña en ser demagógica y va escribiendo un capítulo infame tras otro en este cuento siniestro que llaman crisis. El rechazo del PP a tramitar una iniciativa tan urgente y con tanto respaldo social como la de los desahucios sería un escándalo con o sin apoyo a los toros. Y del mismo modo, la declaración de las corridas como bien a proteger seguiría siendo una vergüenza aunque no coincidiese con la ILP de desahucios. Vayamos por partes, y veámoslas por separado.

La ILP impulsada por los activistas antidesahucios es un asunto de emergencia. De emergencia humanitaria, cabría añadir, si no estuviese tan devaluada la expresión. Miles de familias se han quedado en la calle, muchas otras están amenazadas, varios ciudadanos se han suicidado ya, y los únicos que han estado a la altura en estos años han sido los activistas, que con su desobediencia han paralizado cientos de desalojos. Frente a ellos, la actitud criminal (sí, Ada Colau eligió con exactitud el término en el Congreso: criminal) del sector financiero, el desamparo total del Gobierno, y la siesta de una clase política que ha reaccionado tarde y a empujones.

Lo que se decide hoy no es la dación en pago, la moratoria en los desahucios o el parque público de alquiler social, reivindicaciones de la ILP. No, lo único que se vota hoy es la admisión a trámite, es decir, que la iniciativa de un millón y medio de ciudadanos tenga la oportunidad de ser escuchada, debatida, discutida y finalmente aprobada, rechazada o modificada. Es decir, democracia. Esperemos que el PP, como ha dicho en el despido de Jesús Sepúlveda, entienda que “rectificar es de sabios”, y dé marcha atrás en su negativa.

Por su parte, la otra ILP, presentada por la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña, y que pretende convertir las corridas de toros en Bien de Interés Cultural, es un disparate. No voy a entrar en argumentos antitaurinos (que hago míos, como antitaurino militante). Incluso aunque yo fuese aficionado a las corridas me seguiría pareciendo un disparate, inoportuno e insultante. La declaración no es una pegatina vistosa, sino que supone ayudas públicas, subvenciones y beneficios fiscales para los ganaderos, los organizadores y los propietarios de las plazas, por parte de un Gobierno que está asfixiando a la cultura, recortándole presupuestos y ayudas y subiéndole el IVA. Toda la cultura está hoy amenazada en España, desde las bibliotecas a los museos, pasando por el cine, la edición, la música, el teatro o las investigaciones arqueológicas. Bueno, toda la cultura “salvo alguna cosa”: las corridas de toros.

Mientras el Gobierno y su grupo parlamentario se toman con calma lo de los desahucios, y anuncian medidas tibias que para la mayoría llegarán tarde o nunca, en la reconquista de las plazas de toros catalanas no pierden un minuto: el diputado encargado de defender la ILP en la Comisión de Cultura del Congreso, Juan Manuel Albendea, aficionado de pro, anuncia que si se dan prisa habrá toros en Cataluña ya este verano, en septiembre a más tardar.

Queda claro el mensaje para los amenazados de desahucio: impulsen otra ILP para que las familias hipotecadas sean declaradas Bien de Interés Cultural, o cojan la muleta y el estoque y búsquense la vida en las plazas de pueblo como los pobres de antaño. Que como decía aquel, más cornás da el hambre, y no digamos el banco.