Madrid es –datos del Ministerio de Sanidad a 9/5/2021– la segunda comunidad en incidencia acumulada por cada cien mil habitantes tras Euskadi (317 frente a 447), ambas muy encima de la media española (198,6). La ocupación de sus UCI duplica la media de España (42,2% frente a 21,9%). Contrariamente a lo que se dice, a Madrid no solo le ha correspondido liderar la mortalidad durante la primera ola; vuelve a hacerlo desde marzo de 2021. El milagro económico de Madrid también resulta extraño. Su PIB creció un 4,4% en el trimestre del estado de alarma ad hoc de octubre/noviembre, pero ahora, durante el primer trimestre de 2021, cuando de lejos ha sido la comunidad que más ha permitido y menos ha restringido la activad, su PIB –datos de la AIReF del 5/4/2021– ha decrecido un 1,2% frente a una caída media del 0,5% para toda España o el crecimiento del 0,3% de Catalunya, una de las más restrictivas. En la comparativa interanual, su PIB ha retrocedido en el primer trimestre del año un 4%; por encima de comunidades con políticas mucho más restrictivas para afrontar la pandemia como Euskadi (3,9%), Galicia (3%), Extremadura (2,4%) o Castilla-La Mancha (2,3%).
Hasta aquí los datos. La cosa cambia cuando hablamos de percepciones. Preguntados los madrileños sobre cómo les había ido durante la pandemia –datos del CIS de abril de 2021–, casi la mitad de las madrileñas y los madrileños creían que Díaz Ayuso había gobernado bien, había gestionado la pandemia mejor que las demás comunidades y preferían que continuase como presidenta. Si quieren una razón para explicar su victoria, aquí la tienen. La mitad de las madrileñas y los madrileños creen que a Madrid le está yendo mucho mejor y realmente se ha convertido en la tierra de libertad, prosperidad y oportunidades que vende la presidenta; con mejores resultados que los demás, pero sin sus privaciones y confinamientos. Díaz Ayuso y el PP merecían ganar y repetir con más apoyos porque han sido lo mejor para Madrid.
En política siempre juegan la realidad, lo que la gente cree y lo que la gente quiere creer. En Madrid la mayoría ha votado lo que quería creer. A veces pasa; más de las que pensamos. Buscar excusas, justificaciones o culpables es perder el tiempo, solo conduce a la melancolía y a cometer errores aún mayores y de consecuencias más devastadoras.
Lo importante y lo relevante es averiguar por qué no decidieron preguntarse aquello que, con los datos en la mano, parece obvio: cómo era posible que la comunidad más rica de España presentase semejantes cifras catastróficas en términos sanitarios y unos resultados tan mediocres en términos económicos. Los gritos y consignas coreados en las aglomeraciones durante la primera noche sin toque de queda dan alguna pista.
Al votante hay que respetarlo siempre y respetar y asumir sus decisiones, pero no hay que darle la razón siempre. Muchas veces, conviene llevarle la contraria democráticamente y tratar de convencerle democráticamente. En política también resulta igualmente cierto que la derrota es pasajera, igual que la victoria, la realidad siempre vuelve y lo importante es no liarse sacando consecuencias y tomando decisiones basadas en la misma fe de esos votantes a los que no se acaba de entender.