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Jo, qué noche en el Congreso

Pues que si ha de ser, que sea. Pero esta semana he tomado riendas en el asunto. He asistido como vosotros al bochornoso espectáculo de una derecha totalitaria y reaccionaria como no se recuerda en nuestra democracia (no en vano ha sido la primera vez que no se ha permitido debatir una moción de la oposición, por el artículo 33).

Me he colado con un vestido sandunguero y tacones a última hora del día diciendo que venía a una reunión con un subsecretario de la comisión de... Es igual, el de la garita ya no me escuchaba. Y tengo mi estrategia: les he traído a todos artículos de broma para hacer ya un circo retransmitido en el canal 24h. Gafas y narices con puros para el PP y que sigan su propia juerga. Pelucas de colores y gominolas al PSOE, para ver si se animan a quedarse en su sitio y no dejar a Soraya y Madina solos. Carracas de feria para los de la Izquierda Plural y que amenicen la velada, tan farrulleros que están (acertados en el fondo, pero incómodas formas). Y bolsas de esas de pedos tan divertidas para el resto: Amaiur, Bloque, PNV, CIU, UPyD, Geroa Bai, Coalición, UPN y Foro. Más que nada para que del susto de oírlos al sentarse de pongan de pie y ya puestos se animen a protestar por algo, que parece que están muertos y que lo que ha pasado no va con ellos.

Dong, dong, dong... Son las 00.00 y salgo del baño donde estaba escondida. Me dirijo al hemiciclo en la oscuridad. Suena el entramado de la madera antigua bajo mis pies y las alfombras pero al poco escucho voces. Lo que veo al entrar en la sala me deja cómo decirlo, ojiplática: hay figuras y siluetas de mil formas moviéndose en todas direcciones.

En la zona central de filas, una Pasionaria con el moño en alto está aleccionando a la concurrencia:

- “Pues ocurrió lo siguiente: los desahucios en el campo se realizaban de manera colectiva, se perseguía a los Ayuntamientos vascos, se restringía el Estatuto de Cataluña...”

Le interrumpen pronto: “Pero qué pesada es esta mujer. Hay que ver quién puede plantarle cara a los grandes enemigos de España, que son el marxismo y el separatismo”.

Dolores no tarda en dar una colleja al portador de una chaqueta de pana a su izquierda: “Pero, Felipe, ¡dí algo a Fraga Uribarne!”:

- “¿Yo?, pero si el marxismo me dejó a mí. Por consiguiente...”

Se oye detrás de ambos una voz femenina:

- “Pues lo que yo decía, que el PSOE ha dejado de ser un partido nacional para depender de los votos nacionalistas en España”. Rosa Díez se me presenta rejuvenecida, no tan rubia platino como ahora, y mira a la dirigente comunista como queriendo vampirizar su energía: “Yo soy David frente a Goliath, pero si todos sois de UPyD y no lo sabéis, ¡Hombre! ¡Hombre!”

- “Rosa, tranquilízate”.

González le hace un gesto de petición de calma a una Dolores que empieza a exasperarse porque a ella ni Dios, de existir, la corta el discurso: “Si es una chiquilla. Mira, Cuando el derecho de pertenencia no se basa simplemente en el título de ciudadanía, y tiene alguna componente añadida, que puede ser étnico, cultural, de cualquier naturaleza, entonces empieza a ser peligroso porque empieza a ser excluyente de los otros”.

“¿QUÉ?”, se oye una voz unísona en la sala.

- “Yo le he entendido”, responde un Manuel Chaves muy ochentero sin canas. “Pues hay que dar una repura en esta pepa...”

“¿¿QUE QUÉ???”, Se repite a una en la bancada semicircular.

- “Que hay que dar una respuesta a esta etapa”, contesta González. “Pero que no, Manuel, que la independencia catalana como objetivo es imposible, y ya está”.

Se oye un murmullo en la fila inferior: Es Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque quién lo diría, sin barba y con pelo largo. “A ver qué hago yo con la declaración de Suresnes que acabo de redactar [tengo delante a su versión de 1974, qué jovencito se le ve]. Si he reconocido el pleno el derecho de autodeterminación de los pueblos”.

- “Tú nada, dientes, dientes”, le consuela Felipe, que tiene el oído fino: “Fíjate que yo en el 82 dije que crearía 800.000 puestos de trabajo en un año...”

- “¡Eso no es nada!”, giro la cabeza para encontrarme al otro lado con unos pies sobre el escaño: “Yo dije que Irak tenía armas de destrucción masiva, y que me hago 10 km corriendo en 5,2 minutos. ¡Aquí se puede decir de todo!”

El expresidente Aznar o su fantasma, se ríe con esa mueca suya tan suya y a punto de sacarse la.... Dejémoslo ahí.

- “¿Pero alguien ha visto a Bambi? Joder, es verdad que nos hemos ido y a España no la reconoce ni la madre que la parió. Voy a salir a la calle a buscarle...”

- “Alfonso, ¡que la calle es mía!”, replica un Don Manuel a un Guerra patilludo. Y con el bastón señala: “Y además, que lo tienes ahí...”

Es cierto, doy un respingo porque está a menos de medio metro de donde yo me encuentro. Nadie había reparado en él. Un José Luis enjuto se esconde tras el puesto de la taquígrafa de sesiones:

- “No entiendo que pudo ir mal. En 2005 éramos envidia de Europa, íbamos hacia la Champions League, todos nos miraban con anhelo...”

- “Puedo prometer y prometo José Luis, que ser presidente es muy difícil. Ahora, te reconozco que vaticinar el fracaso del proyecto político de Merkel en 2005 fue un patinazo grande. Da gracias que nadie se acuerda. Tampoco ya de la Transición que yo lideré y fíjate que iba a ser un ejemplo para el mundo. ¡Ahora resulta que todo lo hicimos mal! Dichosos modernos con el conceptito ese de la CT”.

Adolfo Suárez, el de los años 70 que yo recuerdo por televisión, se lamenta mientras una silueta en color sepia se desliza desde la zona más alta del hemiciclo. Inconfundible barba: es Pablo Iglesias: “¡Coño! ¿qué está pasando aquí? Vamos a ver, que somos socialistas no para amar en silencio vuestras ideas ni... ¿cómo era? En fin, para llevarlas a todas partes! ¡Un poco de ánimo, camarada!” Y acompaña la frase con una palmada en la espalda de un Zapatero que ni siente, ni padece.

Se oyen pisadas fuertes de botas a mi derecha: “¡Todo el mundo al … ¿pero dónde cojones están las marcas de los disparos de mi gente? ¿Quién me ha borrado de la Historia? ¡Me cago en san pito pato!”

Santiago Carrillo arriba y a la izquierda tampoco se levanta esta vez, pero ríe divertido y me hace un gesto para que me acerque. Me susurra al oído, cuando la tos le deja:

- “El albañil era de los nuestros, intentaba acelerar la caída del capitalismo imperialista decadente...”

- “Pues ya lo arreglaréis, ¡esto no se queda así, me cago en tós mis muertos!”, Tejero haciendo de las suyas.

- “Bueno, mi querido Fernando, a veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, que también es tomar una decisión...”

El que faltaba. Pues qué poco ha tardado este hombre en aparecer en este reducto fantasmagórico, me digo. Será porque como nunca está en el Congreso, le han pasado a decesos.

- “Además, me ha pasado una cosa verdaderamente notable, que he escrito en este papel qué pinto yo aquí, y ahora no entiendo mi letra...”

Ay, Mariano.

De las filas socialistas se levantan dos figuras dicharacheras. Habla primero Carmen Calvo, exministra:

- Esto lo arreglo yo en un momentito: Llamo a la Unesco y que legisle para todos los planetas, ya veréis“.

Le sigue en entusiasmo Carme Chacón, con un moreno de Miami envidiable:

- “Y también, por supuesto, pediremos la paz en el mundo”.

Los cientos de figuras presentes se frenan en seco durante un segundo que parece una eternidad. Les miran y se hace el silencio. Ellas sonríen a la grada, satisfechas de su aportación. El ruido finalmente vuelve a la sala y retorna la animada conversación.

Yo miro la escena fascinada y voy dando pasos hacia atrás, se está haciendo de día y mi idea que en el momento que fue formulada parecía buena, ahora comparado con esto que estaba viviendo, me resultaba absurda. Les grito, porque hay que ver cómo de alto discuten estos:

- “A ver, un favor: yo les dejo aquí unos regalitos para que se diviertan pero a cambio, posean los cuerpos de los que vienen aquí durante el día, que ahí fuera necesitamos que reaccionen. ¿Me oyen? ¿Oigan...?”

Alguien me agarra de la cintura y tira de mi hacia atrás: “Hay al menos tantos elementos liberales entre los alzados, como antidemócratas en el bando gubernamental”.

Es Clara Campoamor, ¡en persona!

- “Vosotros vigilad fuera, yo me encargo aquí dentro. Déjamelos a mí. República: siempre República, querida.”

Me echa del hemiciclo con una sonrisa dulce y un empujón firme. Yo me quito los tacones, y salgo de puntillas. Ya amaneció y la calle de Cedaceros está despejada. Con suerte, esta vez no me pillan.

Desde luego, a quien le cuente esto...