¿Está borracha? ¡Me la pido!

¿Qué pasaría en un país feminista si a un tipo cualquiera le da por grabar vídeos donde hace “humor” basado en estereotipos misóginos? Sería una rara avis. Una persona que busca la marginación voluntaria o involuntariamente y que lo único que conseguiría sería el rechazo social.

Si en España triunfan personajes como el de Dalas o Jorge Cremades es, simplemente, porque los hombres se ven reflejados en él, y las mujeres ven en ellos a hombres de su entorno a los que quieren. Ambos tienen millones de seguidores que, a su vez, comparten en sus redes sociales los contenidos machistas que generan. Y como ellos dos hay muchos más. Cada uno con su millonada de fans.

Los medios, que saben de su influencia, les dan espacio en sus páginas para que opinen. Y no sólo para eso, también para que inventen datos que apoyen su ideología. Y las mentiras ahí se quedan, sin que se desmientan a renglón seguido. El Español entrevistó ayer a Cremades. Le preguntaron por uno de sus vídeos, en el que él y sus amigos, al ver a una chica ebria pidiendo ayuda, gritan “¿Está borracha? ¡Me la pido!”.

Cultura de la violación celebrada, reída y compartida por los millones de personas que le siguen. Porque algo así no sólo es divertido para Cremades; él no es el problema, la problemática real es que en un país con una mujer violada cada 7 horas, el hecho de rifarse a una mujer borracha para acostarse con ella resulta gracioso.

“No estaba pensando en una violación”, se defiende el autor. No, claro que no. Se precipitaron sobre ella no para mantener sexo aprovechando su vulnerabilidad, sino para llevarla a su casa en taxi, pagar al taxista, meterla en su cama y dejarle en la mesilla un ibuprofeno y un vaso de agua para la mañana siguiente. Y estoy segura de que mantener relaciones sexuales con una persona que no posee todas las facultades para tomar la decisión de mantener sexo o no, no es considerado una violación ni por Cremades ni por sus seguidores. Pero lo es. Porque si una chica te llama la atención por sus pocos reflejos debidos al alcohol, lo que estás pensando es que se resistirá menos o nada para acostarse contigo. Y eso es pasarse su consentimiento por el forro.

Cremades, sin embargo, dice algo interesante en su entrevista cuando le preguntan si se marca límites en el humor: “Por ejemplo, alguien con una enfermedad. Joder, tú que estás sano no puedes meterte con alguien que tenga cáncer”. Sin saberlo, habla del humor horizontal. Del no hacer humor como privilegiado de otro que no lo es. ¿Por qué entonces se ceba con las mujeres? ¿Por qué las caricatiruza como personas posesivas y celosas? ¿Por qué dibujarlas como personas aburridas que sólo valen para el sexo y de las que hay que escapar con mentiras para estar con los colegas, que son los verdaderamente divertidos? (Por cierto, a esta idea se unió a él el mismísimo Dani Rovira en un anuncio producido por Gallina Blanca). ¿Por qué tiene empatía para no reírse de enfermos graves pero no la tiene para reírse de violaciones a mujeres?

Simplemente porque es tan machista como sus seguidores. No ve que perpetúa estereotipos que generan más violencia sobre nosotras de la que sufrimos. No es consciente de (o no le importa) que sus seguidores están cimentando en su imaginario que intentar acostarse con una mujer vulnerable es divertido y deseable. Y fomentar ese tipo de comportamientos es lo que hace que el bucle de la cultura de la violación no cese nunca. Porque la realidad es que la gran mayoría de violaciones a mujeres en nuestro país son perpetradas por hombres de su entorno, esto es: violaciones en cita, violaciones de amigos/familiares y violaciones por parte de su propia pareja, donde el hombre abusa de la confianza establecida previamente entre ellos.

Todos los youtubers que se van sumando a la moda de hacer canales donde expresamente se fomenta la cultura de la violación no se consideran a sí mismos ni siquiera cómplices de violadores, de la misma forma que estoy segura de que los acusados de violación en San Fermín tampoco se consideran violadores ni su grupo de amigos en whatsapp se consideran cómplices.

Sencillamente esto pasa porque, como sociedad, aún no hemos entendido qué es o no una violación. Sólo hay que ver con la legimitidad que Bertolucci confesó públicamente y entre risas que habían abusado de Schneider, y cómo Almodóvar salió en su defensa para decir que “lo que le está pasando a Bertolucci no es justo”.

Si viviéramos en un país feminista, la solución pasaría por alejarlos de todas las mujeres de su entorno mientras no entiendan qué es una violación. O, simplemente, que antes de opinar, hacer humor o grabar películas, experimentaran qué se siente cuando un desconocido que te saca dos cabezas te agarra la entrepierna. O cómo es sentir, cada vez que sales y bebes, que eres sólo un pedazo de carne que un grupo de amigos a tu lado intenta rifarse. O cómo es mirar para atrás cada dos pasos cuando vas sola por la calle de noche. O qué se siente para que te lata el corazón desde que abres el portal hasta que cierras la puerta de casa. O cómo es temer rechazar a un chico por si se pone violento.

Pero éste no es un país feminista, es un país misógino que sigue, jalea y difunde la cultura de la violación y el machismo. Y cuando el feminismo ataca a uno, el resto sale de debajo de las piedras para defenderlo. En este escenario, obviamente, no cabe alejar a una mitad de la sociedad de la otra mitad, aquí sólo podemos defendernos con concienciación entre nosotras, difundiendo el feminismo y enseñándonos cada día las unas a las otras. Si ellos no quieren quitarse la venda, se la tendremos que quitar nosotras.