Los caminos de la lealtad son siempre rectos
En aras a desinflamar, en estos días se han pegado por cuenta o con aquiescencia del Gobierno dos puñetazos en el píloro catalán de no te menees. Están temblando todavía allí. El desjudicializador que no desjudicializa y que, a todas luces, da instrucciones de llevarle la contraria al juez Llarena, e imputarle a Puigdemont el nuevo delito de desórdenes agravados y una malversación aún con más inhabilitación. ¿A qué juegan el Gobierno y el PSOE? ¿Para qué tanto escándalo y tanta tensión interna y externa -con esta reforma exprés que consideraban esencial- si ahora lo que toca es demostrar que no ha dejado impune a Puigdemont y que, incluso, van a lograr traerlo?
Primero fue la Fiscalía -con un fiscal general que suscribe la postura de los indómitos fiscales del procès- y ayer la Abogacía del Estado, que han arreado a ERC y a los Comuns, que llevaron el peso de la negociación, un uppercut en toda la regla. Desinflamar a golpes es esfuerzo notorio y digno de encomio. Les resumo para que no se aburran: tras toda la bronca y la prisa de diciembre con la incómoda reforma de la sedición y la malversación, ahora resulta que los ejecutores de la política criminal del Gobierno (los fiscales) y los abogados que lo tienen por cliente (los abogados del Estado) consideran que hay que llevar la contraria a Llarena y le presentan recurso asegurando que de retirarle la sedición y listo, nada, que hay que imputarle a Puigdemont el nuevo delito de desórdenes públicos agravados, recién salido del horno y que no existía cuando se produjeron los hechos en 2017.
Hay material para no entender nada porque el único motivo lógico y coherente para aceptar la vía de indultar a los presos catalanes y hacer reformas del Código Penal para hacer desaparecer la sedición y la malversación sin lucro es considerar que el Derecho Penal fue espuria y forzadamente introducido en la ecuación por Rajoy y su fiscal Maza y que había que revertir tal desastre. Esa era la vía que siempre defendieron tanto los Comuns como Unidas Podemos para retrotraer y desinflamar la cuestión catalana. Recuerden que el PSOE fue a las elecciones asegurando el cumplimiento íntegro de la sentencia y traer a Puigdemont y ERC no se bajaba de la amnistía y la autodeterminación. Total, que llegan a un acuerdo y llevan a cabo una reforma muy discutible que acarreó el apoyo de ERC a los Presupuestos Generales del Estado. Fin de la primera parte.
Ahora, sin embargo, parece que los socialistas están entrando en una nueva dimensión, la de afirmar que ellos son los que van a lograr que entreguen al malvado Puigdemont -Montero dixit- y la de indicar a sus brazos jurídicos que dejen claro que de impunidad, nada de nada. O sea que no se ha relajado nada pero sí se ha desinflamado. ¿Lo entienden? Solo hay una forma de hacerlo y tiene clave electoral: a los barones y a los electores socialistas más centrados toca darles ahora esa tranquilidad y al adversario del PP toca quitarle ese argumento de estar en brazos de los independentistas. Desjudicializando, que es gerundio, pero pidiendo a la vez que se recurra para judicializar con un nuevo delito y de forma muy discutible. Dando botes de alegría están los Comuns y los de ERC, ya se imaginan. El único que saca rédito es precisamente Puigdemont, que ya les dijo a los republicanos que todo era una añagaza y que no tenían que pactar nada con Sánchez.
Algunos dirán que es buena jugada, han conseguido los votos de ERC y después han virado para situarse en la posición que consideran que electoralmente les es más útil y yo les diré que a cambio de echar un poquito de gasolina en Cataluña. Están que trinan allí casi todos.
La postura compartida por la Fiscalía y la Abogacía del Estado es además muy discutible y, desde luego, no casa para nada con ese nuevo espíritu manifestado por el Gobierno de homologar el delito de sedición con nuestro entorno, como dijo Sánchez. Ambos recursos pretenden imputar el nuevo delito de desórdenes agravados a Puigdemont, siendo que no existía cuando se cometieron los hechos, una extraña forma de retroactividad. Ellos lo visten con mucho argumento, claro. Lo cierto es que el tribunal alemán de Schleswig-Holstein ya dejó más claro que el agua que del expresidente “no puede afirmarse que haya incurrido en un delito de alteración del orden público” y que “no tenía la intención de cometer desórdenes, al contrario, repetidas veces insistió en la necesidad de ser pacíficos”. Fueron más allá: “No fue el incitador intelectual de actos violentos ni tampoco existe ningún plan de acción para cometer actos violentos diseñado por él”. ¿Es lógico pensar que lo van a entregar ahora por el homologable y homologado nuevo delito de desórdenes públicos agravados? No parece.
Respecto al tablero electoral en el que parece jugar Sánchez con este tema, no me cuadra con el escenario judicial europeo ni con los plazos previstos. El 31 de enero se verá en el TJUE el asunto de las prejudiciales de Llarena y, aproximadamente en marzo se resolverá en el TGUE la inmunidad de Puigdemont. Si a este le va allí muy mal y pierde, interpondrá un recurso de casación ante ese tribunal que no estará resuelto antes de enero o febrero de 2024 y luego habría que llevar a cabo un proceso de extradición y no de una orden europea de detención y entrega (oede), que llevaría lo suyo. ¿Pasear su cabeza antes de las elecciones? Misión imposible
Pero es que hay otro escenario aún más complicado para los cálculos de Sánchez que se produciría si a Puigdemont le va bien en el TGUE y le dan la razón. En ese caso, justo después de las municipales se te planta en España con su inmunidad en la pechera. Llarena ha dicho que eso le daría igual y que lo que rige en toda Europa en su España no rige, así que lo detiene y encarcela. ¿Se imaginan la papeleta de Sánchez, a la sazón presidente de turno de la UE, mientras el TGUE exige que sus sentencias se cumplan y apliquen en España? Más que desinflamar, lo que han encendido de nuevo es la tea Puigdemont, que ya veremos a quién prende fuego y cuándo. Como jugada electoral es de lo más peligroso. A menos que el juego de Sánchez -Antón, Antón Pirulero, cada cual que atienda a su juego- sea otro o vaya a cambiar de nuevo cuando toque.
Embrollarse ahora con esto otra vez.
Vamos viendo si no le explota en las manos.