En la novela 'La muerte feliz' de Camus, uno de los personajes observa que “en algunas personas de elite hay algo así como un esnobismo espiritual que consiste en creer que el dinero no es necesario para la felicidad”, y concluye que “tener dinero es liberarse del dinero”.
La conversación, en fin, gira en torno al dinero y la pobreza, es decir, están hablando del tiempo y de la vida. Fue escrito en los años 40 del siglo XX. Pasará un siglo y seguiremos hablando de lo mismo. En realidad, para la velocidad del universo desde que Camus escribiera esas líneas no ha pasado ni medio segundo, y en las novelas los temas continúan idénticos, por mucho que en lugar de una tablet el protagonista maneje una libreta confeccionada por un puñado de hojas atadas con un cordel. Sobre el asunto de cómo ganarse la vida, el personaje de Camus reorganiza los términos para formularlo de otro modo: “Tengo mi vida por ganar. El trabajo, esas ocho horas que otros toleran, me lo impide”.
Si bien los temas siguen siendo los mismos cada época impone sus especificidades. Hoy, tras la ola neoliberal y la crisis del 2008 vivimos un momento marcado por la fractura cada vez mayor entre pobres y ricos y un mercado de trabajo sin ton ni son donde ganan terreno los trabajos esporádicos y mal pagados o los de 12 horas diarias 6 días a la semana por 800€. Salarios que no dan para asegurarse una vivienda mientras los bancos venden casas de familias desahuciadas a fondos buitre.
Aunque los ciudadanos se vean abrumados por la pobreza real, el sistema, implacable, continúa empujando al derroche ya que de otro modo colapsaría. Así, leo que cada persona gasta 300 euros al año en alimentos que terminan en la basura, y veo que los aparatos se hacen para que se estropeen (obsolescencia programada), las actualizaciones de las aplicaciones requieren de dispositivos nuevos continuamente, y a diario nos bombardean con ropa de usar y tirar. De modo que a pesar de que una mayoría no tenga cubiertas las necesidades básicas, nuestro mundo está enfocado a consumir de forma bulímica, es un engranaje con dos ruedas dentadas que se hacen girar una a otra: Ganar / gastar.
Reflejando los miedos de nuestro tiempo, el pasado mes de julio se presentó en la escena indie un videojuego de aventura gráfica que comienza con una pregunta: “Are you more afraid of poverty than death?” (¿te asusta más la pobreza que la muerte?).
Se titula Little red lie y su creador es el canadiense Will O'Neill. El juego se dirige especialmente a la generación de los nacidos en los 80, 90, que, dicen, vivirá peor que sus padres, pero cualquiera que esté hoy en el mundo y sufra las consecuencias de la crisis sobre la economía y el mercado de trabajo podrá verse reflejado. En esta historia interactiva, el jugador navega por diferentes pantallas enfrentándose a diversas situaciones que requerirán que mienta no sólo a los demás personajes sino que se mienta a sí mismo, de cara a conseguir una mínima estabilidad en su economía. Cada uno de los protagonistas amenudo dirá no lo que piensa sino lo que le convenga decir. Es una crítica a la precariedad y a la hipocresía de la sociedad de consumo actual.
En muchas obras clásicas el héroe tenía que ir esquivando la muerte, hoy nos toca ir esquivando la pobreza.
En la novela de Camus, uno de los protagonistas se queda inválido poco después de conseguir amasar una pequeña fortuna, mala suerte; y el otro no le va a la zaga ya que muere una vez encuentra su lugar. Encontrar un equilibrio entre dinero y tiempo no es fácil. “-¿Merece la pena vivir? -Depende del vividor.” Dicen que era el chiste favorito de Freud.