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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Juegos agresivos

11 de agosto de 2021 22:01 h

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Un columnista tiene a la par que un espacio para escribir, una suerte de confesionario. Lo van comprobando. Poco a poco uno acaba por quitarse el refajo y rememorar aquellas cosas que la actualidad o los embates de la realidad le traen a la mente. Esta vez es uno de los sustos más grandes que me he llevado en mi vida y me lo llevé de adolescente. Ya les he dicho alguna vez que mi padre me llevaba a navegar a vela con él desde que era una cría. Esa vez surcábamos las aguas frías de las rías gallegas y yo iba sentada en la borda a popa, lógicamente a sotavento, con una pierna fuera que dejaba arrastrar por las aguas mientras vivía un ensueño propio de la edad. Imposible saber sobre qué versaba, porque lo que sucedió a continuación se me quedó tan marcado en la memoria que borró todo lo demás por banal. 

Es magnífico, ya saben. El casco del barco amoldándose a las olas, la escora de la embarcación, y tu pierna hollando el agua ora sí, ora no según los propios movimientos del casco. Ningún ruido salvo el que el viento hace en el pasillo de las velas. De pronto uno de aquellos montículos de agua pareció algo más oscuro, pero fue solo un instante, no tuve tiempo de replegarme cuando una magnífica orca sacó su lomo brillante y negrísimo junto a mi pie, la sentí rozarme, y volvió a sumergirse de nuevo de morro. Me aterroricé. Son enormes y más cuando las tienes tan cerca. Ya con mi extremidad a salvo pudimos todos contemplarlas deslizarse junto al barco medio sumergidas y casi ejecutar un ballet elegante y bello por lo que tenía de amenazante. Sabíamos que si en vez de salir del agua paralelas a la amura lo hacían bajo el casco íbamos a tener problemas. No pasó. Me dejaron para siempre su amenazante belleza. 

No he podido por menos que recordarlo al leer que la Dirección General de la Marina Mercante, emitió el cinco de agosto una resolución restringiendo la navegación a embarcaciones de eslora inferior a 15 metros en la zona situada entre el cabo de Trafalgar y Barbate por los incidentes con orcas. Es la segunda vez que sucede. Lo hicieron en otoño del año pasado en el litoral gallego. Los llaman ataques porque ya en más de 56 ocasiones se han reportado interacciones de las orcas con embarcaciones de vela, algunas de las cuales han llegado a perder el timón. Los vídeos que se han aportado muestran que se trata de machos jóvenes de los que unos dicen que juegan y otros que por extraños motivos se han vuelto agresivos. El timón es móvil y atrae su atención, así que parte de los consejos pasan por arriar el velamen, dejar el timón a la vía, desconectar la sonda y hacer que los ocupantes del barco se alejen de las bandas. 

No son casos aislados. “Fue continuo. Creo que había seis o siete, parecía que los más jóvenes eran los más activos. Parecían ir a por el timón. La rueda giraba muy rápido cada vez que había un impacto”, cuenta David, que se dedica a llevar a sus dueños barcos recién comprados y que navegaba por la costa de Portugal frente a Oporto. Los ataques se han reportado desde Galicia hasta la zona del Estrecho de Gibraltar por toda la cornisa atlántica. ¿Qué les está pasando a las orcas? Como les he contado, no es inaudito encontrarse con ellas, pero normalmente no producían interacciones peligrosas. 

Los golpes de las orcas contra el timón eran precisos y repetitivos, contaban, y la embarcación tuvo que quedarse a la deriva y aguardar que pararan las embestidas. Una orca macho puede pesar hasta cinco toneladas. Poca broma. Si logran quebrarte el timón estás realmente en problemas y si te vuelcan la embarcación… Las noticias dicen que las orcas buscan deliberadamente barcos de vela, que son un grupo con varios machos jóvenes y que, no lo duden, son los mismos individuos que recorren esa zona del Atlántico peninsular desde hace más de un año ¿jugando? ¿atacando?

Biólogos marinos y expertos del museo de la Ballena de Madeira pensaron al principio que la gente exageraba, pero tras el continuo reporte de ataques se pusieron manos a la obra. Renaud de Stephanis, otro biólogo involucrado en la investigación, ha estudiado esta población de orcas desde la década de 1990 y sabe que la cosa está empeorando. Como quiera que las orcas tienen aletas únicas según los individuos, han llevado a cabo una prolija filiación y han concluido que en la mayoría de los ataques han participado los mismos machos jóvenes a los que han bautizado como Gladis negra, Gladis blanca y Gladis gris. Incluso existen fotos de esos ejemplares. Pueden ver videos de los ataques en la red.

Los investigadores creen que juegan y llaman ''interacción'' a estos encuentros que, lógicamente, aterrorizan a los humanos involucrados. Temen que la cosa se complique y que los ''juegos duros'' se les vayan de las manos, aunque no hay constancia de que nunca un ser humano haya muerto por causa de una orca. Si esto continúa, se dicen, puede que las orcas, ya en peligro de extinción, corran aún más peligro y sean atacadas o cazadas. La comunidad científica sigue investigando aunque algunos creen que, simplemente: ''Les encanta hacerlo. Lo que no sabemos es por qué''. 

Jóvenes machos de orca que se divierten atacando barcos, lo que nunca hicieron. Hay una pléyade de biólogos intentado saber qué les sucede. Más que las personas que tenemos averiguando en serio qué les esta sucediendo a muchos machos jóvenes de la especie humana que también parecen haberse embarcado en interacciones violentas y peligrosas con su propia especie que causan terror, estupefacción y muerte. Pero eso lo trataremos otro día que no estemos mirando al mar. Merece un estudio prolijo y no solo penal y el establecimiento de alguna conclusión que nos permita detenerlos. 

Mientras, no metan las piernas en el agua si están en el Atlántico y en caso de contacto, paren el timón y observen el inmenso espectáculo de la fuerza de la naturaleza. Esa que, a pesar del mandato del Génesis, nunca hemos logrado dominar aunque sí destruir. 

Son bellas las orcas. Bellas y, a veces, peligrosas. 

Disfruten del mar.