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El 18 de julio de nuestras televisiones

El debate en torno a la exhumación de Franco del Valle de los Caídos y la presencia de portavoces de asociaciones franquistas, familiares de Franco y diferentes revisionistas históricos en los platós de las televisiones ha generado una inseguridad informativa en lo referente a nuestra historia. Si, por ejemplo, un chaval de 14 años estuviese escuchando en el debate de La Sexta el pasado 25 de agosto al periodista Antonio Maestre relatar los crímenes documentados del franquismo pero, en el mismo programa, las invenciones y justificaciones de un militar franquista legitimando al dictador y negando sus masacres se quedaría sin saber la verdad sobre el periodo franquista y las actuaciones criminales del dictador.

Este ejemplo de La Sexta no es aislado. Se ha repetido en numerosos momentos en nuestros medios de comunicación, especialmente en las televisiones. Parece que el ambiente de reyerta y las posturas de encendida defensa del fascismo y negación de la realidad por parte de franquistas, desempolvados por las televisiones con ocasión de la exhumación, dan juego en las audiencias y tienen amplia repercusión en las redes.

Hemos visto pasear por los platós a personajes, sin legitimidad académica ni histórica alguna, que mienten negando la represión franquista, que acusan de criminales a legítimos políticos representantes de la democracia republicana, que niegan la existencia de fosas comunes de civiles asesinados en la posguerra, que inventan logros sociales del franquismo y que distancian a Franco del fascismo de la Segunda Guerra Mundial, llegando incluso a calificar a Hitler y a Mussolini de socialistas. Todo ello ha supuesto una ceremonia de confusión terrible para gran parte de la ciudadanía que, o bien está poco formada o pertenecen a una juventud a la que no se le educó suficiente en la historia reciente de España. Precisamente son estos sectores los que más consumen televisión frente a otros medios de comunicación.

No es de recibo confundir la libertad de opinión y el legítimo debate político con el hecho de ofrecer protagonismo a un sector ideológico. El legitimador de los crímenes franquistas en cualquier otro país que haya sufrido el fascismo estaría proscrito, sería impensable que fuese llamado a las televisiones alemanas o italianas a defender a Hitler o a Mussolini frente a los historiadores o políticos demócratas.

Como reacción a ese 18 de julio de alzamiento franquista mediático, en periódicos, redes e incluso en otros programas de televisión se han puesto en marcha contenidos informativos que tenían como objeto desmentir todas esas falsedades en defensa de Franco, especialmente las referentes a esos falsos logros de la dictadura.

No debería ser lógico que los propios ciudadanos, en las redes sociales, o desde los propios medios, tuviesen que poner en marcha campañas de desmentidos para neutralizar las falsedades que se han difundido por televisión. ¿Por qué el joven de 14 años debería creer el hilo de Twitter que desmiente los logros del franquismo y no al militar que escuchaba en el debate de televisión? De poco puede servir una adecuada asignatura de historia en el instituto, suponiendo que la haya y que se haya impartido acertadamente y con todo el temario completo, si luego desde nuestras televisiones se da pábulo a mentiras que destrozan hechos comprobados, investigaciones y rigurosidades históricas.

No, pluralidad informativa y equidistancia no es poner en el plato al historiador riguroso y al fascista mentiroso. Del mismo modo que nadie pondría a un nazi y a un judío a debatir para que nuestros adolescentes conocieran la Segunda Guerra Mundial. Lo preocupante es que, si les dejáramos y si eso subiese la audiencia, quién sabe si no terminará también sucediendo.