El mundo facho no es demasiado listo, pero siempre hay entre los suyos alguno que sí lo es. Joaquín Manso es una de esas rara avis que hay que escuchar o leer para tentar por dónde sopla el aire reaccionario en España. En una entrevista en Onda Cero a Carlos Alsina, mientras todos preguntaban extasiados a Guillermo del Valle por la posibilidad de que su partido pudiera hacerle un roto al PSOE, el director de El Mundo le preguntó preocupado por que el nuevo partido fraccionara el espacio de la derecha. Supo ver antes que muchos de sus compañeros de redacción que un partido como Izquierda Española solo se diferencia de Ciudadanos y UPyD en el nombre y por lo tanto tiene más posibilidades de competir con el PP que con el PSOE. Les puede salir el pan por unas tortas.
Es lícito y normal que salgan personas que se consideren a sí mismas de izquierdas a construir un nuevo partido porque no encuentran una formación que las represente y es igual de lícito opinar que una formación que sustenta su ideario político en hacer oposición a las formaciones de izquierda no trabaja para conformar mayorías progresistas. La ideología es una autopercepción que opera hacia afuera, todos nos creemos a nosotros mismos con valores, ideas y compromisos que se afianzan con nuestro discurso, relato y acción política. Cuando nuestras acciones están destinadas a socavar la posibilidad de que haya una formación de izquierdas al frente del gobierno y ocupamos todo nuestro discurso en hacer oposición a un gobierno progresista es necesario preguntarse si Izquierda Española funciona como un actor de izquierdas o ha surgido para facilitar un gobierno reaccionario. Es legítimo crear un nuevo partido de izquierdas, pero para que sea creíble tiene que centrar su acción política en combatir a la derecha.
No existe espacio en España para una izquierda nacionalista española, por mucho que quieran algunos nacionalistas españoles con complejos para declararse falangistas. Nuestra historia lo impide y no hay posibilidad de que una opción rojiparda como la que lidera Sahra Wagenknecht en Alemania se abra camino. La izquierda en España tiene que ser consciente de la importancia de los intereses materiales sin olvidar la concepción postmaterial. Dicho de otra manera, es tan relevante subir el SMI como dotar de derechos al colectivo trans. No se puede ser de izquierdas sin atender a ambas concepciones con la misma importancia, ese equilibrio es lo que nos aleja de la reacción. Ni existe posibilidad para una opción de izquierda rojiparda ni estamos en un momento que permita abrirse camino a nuevos partidos, porque no estamos en tiempos de organización colectiva de masas, sino en tiempos de que aparezca un líder fuerte con carisma que pueda arrasar con todo y eso sí que sería preocupante. Lo que sí marca el hecho de que se hayan atrevido a dar el paso es la carencia de un proyecto colectivo fuerte en la izquierda, porque en política los espacios te los ocupan, y existe una sensación generalizada de que hay una falta de liderazgo efectivo en la izquierda poscomunista a la espera de que fragüe, si lo hace, Sumar y que va a intentar ser ocupada por una multitud de arribistas sin mucho talento.
Izquierda Española y sus satélites previos han ocupado todo su tiempo hasta el momento en criticar al gobierno, al resto de formaciones de izquierdas y a todas las leyes, mensajes y propuestas que emanaron del gobierno progresista formando parte de la ofensiva reaccionaria en la batalla cultural. No es posible de esa manera convocar a un electorado de izquierdas como parte de su proyecto futuro. Su mensaje solo puede resultar interesante para aquellas personas de derechas que jamás les votarán pero les dan palmadas en la espalda con la esperanza de que sirvan como representación concreta de lo que la reacción quiere para la izquierda española. Una formación que piense como ellos pero que use el nombre de izquierda para atraer incautos y sirva para que las ideas hegemónicas reaccionarias tengan presencia hasta en las formaciones progresistas. La efervescencia con la que han acogido en los medios conservadores a la nueva formación es el mejor ejemplo para comprender que su aparición sirve para decirle a la izquierda institucional que existe una izquierda auténtica que el PSOE abandonó y que es la que fue antaño. No es más que un espejo deformado de lo que la derecha quiere para la izquierda.
Izquierda Española no es muy diferente al mensaje que transmite García Page dentro del PSOE. Una concepción conservadora de la socialdemocracia que cuando se radicaliza tiene una expresión nacionalsindicalista. Un partido que centra su mensaje en la unidad de España, en el reproche a los derechos LGTBI y habla del “delirio trans”, poniendo los derechos humanos de los colectivos más vulnerables en segundo plano, y que solo defiende la misma posición económica que la izquierda en lo que se refiere a un mayor control por parte del Estado de las transacciones económicas y la defensa de los derechos de los trabajadores a través de la sindicación ya está inventado y se llama Falange. Izquierda España no es más que la izquierda que gusta a la derecha, porque piensa como la derecha.
La izquierda española tiene que promocionar a Izquierda Española porque si tiene éxito servirá para fragmentar el espacio de la derecha una vez más. En la izquierda patria los problemas no están en las nuevas alternativas que puedan surgir, sino en la falta de un proyecto firme y claro que sea capaz de proyectar ilusión más allá de plantear cada ciclo electoral como el mal menor ante la posibilidad de que pueda gobernarnos la extrema derecha, además de en las luchas fratricidas entre grupúsculos para controlar el espacio que transmiten una sensación de caos e inseguridad. Ese es un proyecto por construir y con muchas tareas pendientes y si sirve algo la aparición de estos jacobinos es para saber por dónde no hay que transitar. Yo ya solo pido una izquierda que no se equivoque de enemigo y dedique su tiempo a apuntar bien al adversario.